Entre 2019 y 2021, la demanda social para la prohibición de los sorbetes y otros artículos de plástico de un solo uso fue atendida tanto por los gobiernos como por grandes corporaciones de comida rápida. Una clara muestra de cómo el concepto de propósito empresarial ha evolucionado hasta ser impactado por las expectativas del público consumidor, más que por cualquier otra variable.
Pero, además de actuar en consecuencia de las demandas sociales hoy día las empresas deben estar preparadas para enlazar su propia naturaleza, propósitos y actividades habituales a las metas de su entorno directo y las de la propia sociedad. Este año entrante es una oportunidad para que las organizaciones revisen de qué manera su quehacer diario está enlazado con los propósitos del público y con los mejores intereses de las comunidades y del país.
Las organizaciones que alinean su modus operandi y sus objetivos con los de la gente presentan mayores niveles de visibilidad y se perciben como más relevantes que el resto de sus competidores. También tienen mejor reputación y reportan un estado de fidelización elevada, tanto de parte de sus clientes como de parte de sus colaboradores. Sobre todo, el crecimiento de estas empresas es más sostenible en el tiempo, porque con esta adaptabilidad se va conquistando a las nuevas generaciones que eventualmente se convierten en clientes.
La manera en que las empresas pueden lograr establecer y sostener este vínculo orgánico con aquello que el público espera de la vida es en primer lugar, apegándose a sus valores como empresa. Aunque suene contradictorio, adaptarse a lo que el público espera es posible sin dejar de lado aquellos ideales y criterios que forman parte del ADN de la empresa. Alinearse a los objetivos del público no significa tener una identidad maleable, más bien tiene que ver con la capacidad de ser flexibles y negociar en cuanto a estrategias y formas de operar.
En segundo lugar, es importante que las organizaciones tengan la capacidad de identificar aquello que realmente importa para la gente. Al alinear los propósitos de la empresa con los del público, es necesario dejar de priorizar aquello que resulta más fácil o factible por aquello que es realmente relevante para el bienestar y el progreso de las comunidades. Por ejemplo, un diseñador de vestidos que ha descubierto que a su comunidad le preocupa la acumulación de basura, y decide utilizar estos residuos como su principal materia prima.
En tercer lugar, esas metas que se identifiquen deben ser tangibles. Hay que evitar a toda costa entrar en teorizaciones innecesarias acerca de objetivos abstractos o confusos, tanto para los colaboradores como para el público externo. Significa que las metas cuentan con criterios específicos, asignaciones claras, plazos y métricas de resultados, manteniendo en todo momento la transparencia y estableciendo una comunicación llevadera y directa con todos los grupos de interés.
Para el próximo año 2025, las organizaciones tienen la oportunidad de reflexionar y reevaluar cómo sus operaciones y objetivos se alinean con las expectativas y necesidades de la sociedad.
Al mirar hacia el futuro, es fundamental que las empresas se comprometan a alinear sus valores y propósitos con los de sus comunidades, no solo como una táctica para mejorar su reputación, sino como un camino hacia un crecimiento sostenible y significativo. Este es el momento de fijar objetivos claros y transparentes que reflejen un compromiso genuino con el bienestar social y el progreso colectivo. Al hacerlo, las empresas no solo cumplirán con las expectativas del presente, sino que también se posicionarán como líderes de cambio para el futuro.
¿Están listos para asumir este desafío y hacer del 2025 un año de auténtica transformación y propósito compartido?