La Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicó su informe anual: El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022, en el cual se ha reafirmado que la situación de hambre es sumamente grave a nivel mundial y regional.
El documento, que es una publicación conjunta de la FAO, FIDA, UNICEF, PMA y OMS, muestra que del total de personas con hambre a nivel mundial en 2021 (768 millones), América Latina y el Caribe concentra el 7,4 %, unos 56,5 millones de personas.
Según las previsiones, cerca de 670 millones de personas seguirán padeciendo hambre en el 2030, es decir, el 8% de la población mundial. Misma cifra que en el 2015, cuando se puso en marcha la Agenda 2030.
En contraste con estas cifras, la República Dominicana tuvo una importante reducción en los niveles de subalimentación (hambre) en el último año. A pesar de la pandemia, el país reporta una prevalencia en subalimentación de 6,7% para el 2021, mientras que en el periodo anterior (2018-2020) esa cifra era de 8,3%.
Esto se traduce en una reducción de 1,6 puntos porcentuales en la prevalencia de la subalimentación. Un logro significativo para la República Dominicana ante la situación actual de crisis alimentaria mundial.
Pero, ¿por qué sucedió eso? La respuesta es, el impacto de las políticas públicas focalizadas en los grupos más vulnerables en sectores estratégicos.
Este indicador de subalimentación que hemos llamado “hambre” hace referencia al indicador del Objetivo de Desarrollo Sostenible #2 sobre la disponibilidad de alimentos, y que mide la proporción de la población de un país con un nivel de consumo de energía alimentaria inferior a los requerimientos energéticos dietéticos. En nuestro caso, este requerimiento mínimo de energía es de 2.889 kilocalorías por persona al día.
Es decir, la parte de la población que no puede acceder a alimentos suficientes para cubrir sus demandas de energía, que les permita llevar una vida sana y activa durante un año, se redujo de 900 mil a 700 mil personas. Es decir, 200 mil familias escaparon del flagelo del hambre. Esto se explica, principalmente, por el aumento de recursos y políticas públicas dirigidas a asegurar el acceso de la población a alimentos básicos.
Dos ejes destacados en esta fórmula, el aumento de la disponibilidad de alimentos y los mecanismos de distribución y acceso a los alimentos.
El sector agropecuario continuó operando y recibiendo asistencia directa del Estado Dominicano, logrando mantener estable la disponibilidad de alimentos esenciales a la dieta, y aumentos considerables en la producción de arroz, cebolla, batata, yuca, entre otros. Lo anterior, acompañado por políticas crediticias del Banco Agrícola, facilitó que la producción nacional sobre el consumo se mantuviese por encima del 80%, tanto en 2020 como en 2021.
Otro elemento destacado fue el consumo per cápita de productos agropecuarios, que se incrementó en un 6% al comparar el trienio 2019 – 2021 con respeto al 2016 – 2018, a pesar del impacto de la pandemia.
Además, un crecimiento sustancial en el consumo de huevos (30%); leguminosas, como habichuelas y guandules (14%); y frutas (11%). Esto a su vez presenta una aparente tendencia a la diversificación de la dieta dominicana, más allá del consumo de calorías.
Por otro lado, la ampliación del desayuno escolar a un programa completo de alimentación, junto con la jornada extendida (desayuno, merienda y almuerzo), y la decisión del gobierno de continuar con el Programa de Alimentación Escolar aún con el cierre de las aulas, contribuyó a una mejor distribución de los alimentos. Esto permitió que los padres o tutores obtuviesen las raciones escolares para sus niños y niñas durante el momento más crítico del confinamiento por pandemia.
De manera similar, los programas de protección social, hoy SUPÉRATE, que incorporo nuevas familias al subsidio de alimentación, para llegar a más 1,5 millones, incluyendo el incremento de la cantidad monetaria de los subsidios complementarios de ese Programa. Todo esto acompañado de la acción de organizaciones de la sociedad civil, como el banco de alimentos, iglesias y otros actores, que funcionaron como centro de distribución y/o acopio de alimentos.
Sin embargo, actualmente tenemos otra crisis en nuestras manos: el alza del costo de la vida. No podemos bajar la guardia. La crisis alimentaria actual seguirá afectando a todos los países, así que hoy más que nunca debemos continuar trabajando de manera articulada. El riesgo de empeorar los niveles de obsesidad y sobrepeso es muy alto, a raíz del reemplazo de dietas saludables por dietas en base a alimentos ultra procesados.
En este sentido, el apoyo a la producción agrícola nacional, así como también avanzar en la focalización de apoyo financiero exclusivo para los pequeños agricultores, otorgándoles asistencia técnica para la gestión financiera es necesario. Igualmente, consideramos relevante iniciar la discusión sobre la Ley de Agricultura Familiar, para orientar políticas públicas y programas estatales.
Estos resultados positivos, que muestra la reducción del indicador hambre del ODS2, nos confirma que el camino son los apoyos focalizados, así como también nos recuerda que el objetivo es la erradicación del Hambre en la República Dominicana.