Mientras Latinoamérica está vestida de izquierda con contadas excepciones (de rojo y sus diferentes matices postmodernos), esta no ha podido superar históricamente los problemas sociales, políticos y económicos de nuestros pueblos, los cuales también incluyen los altos índices de corrupción y los dictados globalistas de agendas culturales por todos conocidos; en Israel por el contrario las elecciones fueron ganadas por una coalición de la derecha.

De acuerdo al analista Natalio Steiner : “Los resultados electorales en Israel no pueden causar sorpresa alguna. Después de varios años de empates problemáticos se ha llegado a la posibilidad de formación de un gobierno compuesto por tres componente nacionales: El Likud como centro- derecha; el sionismo religioso como un sector más nacionalista y los dos partidos ultraortodoxos con una agenda más vinculada a lo social y a la preservación identitaria.”.
De acuerdo a este analista, la coalición opositora de izquierda (Lapid) perdió por varias razones:
“1) Hay un cambio demográfico en la sociedad israelí.
Si uno ve el actual resultado de la coalición ganadora, de los 64 escaños, 32 son para religiosos de diversas tendencias. Eso demuestra lo que los demógrafos israelíes recalcaban: el crecimiento poblacional de un sector en forma significativa.

2) Este mismo sector se sintió alarmado por los cambios dramáticos que el gobierno de Lapid quiso hacer en aspectos caros para el judaísmo :
Habilitación de casamientos civiles (entre homosexuales o interreligiosos), posible derogación de la ley Israel como estado nación del pueblo judío, supervisiones de kashrut y habilitaciones de conversiones no reconocidas por el rabinato central del país.

3) El premier Lapid hizo una campaña destinada a absorber los votos de los partidos de izquierda:
Y con ello licuó en parte el poder de algunos de sus socios electorales. Fue advertido por Meretz que no lo hiciera.

4) Los dos partidos de la izquierda sionista- y fundadores del estado de Israel- atraviesan crisis:
Crisis que pueden ser terminales si no modifican sus lineamientos ideológicos.

Hacer campaña en temas vinculados al feminismo o las tendencias sexuales de la gente puede resultar muy moderno, pero no está en el orden del día de las preocupaciones de la sociedad israelí. Las plataformas políticas , especialmente de Meretz (reemplazante del histórico Mapam), hace rato que se ha apartado del sionismo tradicional y en no pocos aspectos se encuentra más cerca de los intereses palestinos.

En una sociedad golpeada por el terrorismo, ello no conduce a nada. Por otro lado, en materia de identidad judía, Meretz abraza la idea de un judaísmo humanista y secular (un judaísmo sin Di-s) algo que rechaza la mayoría de la población israelí que es tradicionalista.

Ese tipo de ideologías posmodernistas han fracasado en todo el mundo judío. La mayoría de los judíos del mundo no son religiosos pero no quieren que la religión este separada de sus vidas porque ha resultado ser el mejor antídoto contra la desjudaización (mala palabra entre la izquierda).

5) La incorporación de un partido árabe al gobierno de Bennett- Lapid fue un intento de mostrar una sociedad homogénea que en realidad no existe:
…porque en los últimos conflictos con Gaza se puso en juego la lealtad nacional del árabe- israelí para con Israel, a raíz del estallido de conflictos y choques entre judíos y árabes, algo alentado por el Hamás.

La mayor parte de los árabes- israelíes aspiran a vivir mejor en Israel- y con derecho- pero el mismo derecho le asiste a los judíos israelíes a reclamar una lealtad a la sociedad en la que viven y a la que están integrados.

6) El aumento del costo de vida en el último año ha sido importante en Israel:
En especial en los alimentos y en vivienda (problema grave en Israel). Si bien ello es consecuencia de la guerra ruso-ucraniana, el gobierno de Lapid no pudo morigerar los efectos”.

De acuerdo al analista Irving Gatell: “La debacle de la izquierda israelí no es nueva. Meretz tuvo su primera participación en unas elecciones en 1992, y ganaron 12 escaños (de un total de 120). Un inicio prometedor, según muchos analistas en ese momento. Esta situación se mantuvo más o menos constante en las elecciones de 1996 y 1999, en las que ganaron 9 y 10 escaños, respectivamente. Pero a partir de 2003 las cosas empezaron a cambiar. En esa elección sólo ganaron 6 escaños, y en las elecciones de 2006 y 2009 sólo ganaron 5 y 3, respectivamente. Se recuperaron en 2013, ganando otra vez 6, pero ahí comenzó un lento declive que se prolongó durante los procesos electorales de 2015, 2019, nuevamente 2019 y 2020. En cada uno de ellos ganaron, respectivamente, 5, 4, 3 y 3 escaños (hay que agregar que en la segunda elección de 2019 y la de 2020, Meretz se presentó como parte de una coalición). Apenas en 2021 volvieron a tener un repunte con 6 escaños”. Sigue exponiendo que: “Y es que no hay vuelta de hoja: se pueden decir miles de cosas sobre Israel, su sociedad en general y su electorado en particular, pero no se puede negar que si un partido político pierde cada vez más adeptos, es porque su oferta política no está convenciendo al público en general.

De hecho, el rango de votación en el que se encuentran ambos partidos hace pensar que ya sólo los están apoyando los que serían su “voto duro”, es decir, los que de todos modos los van a apoyar pase lo que pase, o hagan lo que hagan. Pero el resto del electorado, el que hay que convencer con argumentos, simplemente les ha dado la espalda.

¿Por qué? Una respuesta obligada es que la culpa la tiene el dogmatismo de la izquierda, un fenómeno que no sólo afecta a Israel sino, en general, a todo el mundo.

La época en la que ser de izquierda era casi sinónimo de ser alguien culto, de amplias lecturas y mucha capacidad crítica, parece que quedó enterrada con el siglo XX. El relevo generacional llegado después de la caída del mundo soviético nos ha traído una izquierda cada vez más irracional y sesgada, apegada a dogmas doctrinales desconectados de la realidad, cuyas propuestas simplemente no funcionan.

La izquierda israelí no ha sido la excepción. Se obstina en interpretar la realidad a partir de obsesiones ideológicas, no de la realidad misma y sus hechos.
Y es que no hay vuelta de hoja: se pueden decir miles de cosas sobre Israel, su sociedad en general y su electorado en particular, pero no se puede negar que si un partido político pierde cada vez más adeptos, es porque su oferta política no está convenciendo al público en general.

De hecho, el rango de votación en el que se encuentran ambos partidos hace pensar que ya sólo los están apoyando los que serían su “voto duro”, es decir, los que de todos modos los van a apoyar pase lo que pase, o hagan lo que hagan. Pero el resto del electorado, el que hay que convencer con argumentos, simplemente les ha dado la espalda.

¿Por qué? Una respuesta obligada es que la culpa la tiene el dogmatismo de la izquierda, un fenómeno que no sólo afecta a Israel sino, en general, a todo el mundo.

Si bien este tipo de radicalismo no lo han protagonizado miembros de Avodá o Meretz, parece claro que estos dos partidos no han sido capaces de distanciarse de una postura que el grueso de la sociedad israelí considera absolutamente delirante. Y es que, en su afán de mantener una postura antagónica a Benjamín Netanyahu, tanto Avodá como Meretz no han tenido inconveniente en aliarse con los partidos árabes, incluyendo a Jadash-Ta’al.
Es obvio que a la gran mayoría de los electores israelíes jamás los van a convencer de apoyar eso. Menos en un momento en el que Irán, desesperado por la debacle que está sufriendo en todos sentidos, ha intensificado su radicalismo y sus amenazas contra Israel. Ni qué decir sobre la amenaza permanente que representa Hezbolá en Líbano. Hay más: todo mundo sabe que de allí viene el apoyo sustancial de los palestinos, y el detalle es que los izquierdistas como Cassif apoyan abiertamente la postura palestina, y Meretz —con su discurso “anti-ocupación” — se ha convertido en un apoyo tácito a una ideología que muchos judíos ven como un riesgo verdadero, un peligro para la existencia misma de Israel.

El resultado es evidente: la gente está dejando de votar por ellos. Avodá podría apelar —y con justa razón— a que ellos nunca han mantenido semejante tipo de posturas, pero el hecho objetivo es que en las últimas elecciones se ha aliado con quienes sí las defienden. Así que no hay manera de ayudar al actual laborismo.

Esta situación se traduce en dos cosas bastante desagradables. Una, que la reacción natural de una sociedad que convive con una izquierda delirante y dogmática siempre va a ser, nos guste o no, el empoderamiento de la derecha más dura, incluso de la radical (y eso lo acabamos de ver en estas elecciones). Y dos, que al perder sus espacios en la Knéset, la voz de la izquierda —necesaria en toda democracia verdaderamente plural— se está apagando.

Una lástima, pero la culpa —a todas luces— ha sido de la propia izquierda, que se ha metido en un laberinto del que no sabe cómo salir.”