El día de ayer, 12 de junio, se conmemoró “el día mundial contra el trabajo infantil”. La República Dominicana ha firmado convenios con la Organización Internacional del Trabajo, OIT, con relación a la prevención y erradicación del trabajo infantil que se perpetúa en nuestro país.
El abordaje del trabajo infantil en nuestra sociedad es muy complejo, colinda con las condiciones de pobreza y vulnerabilidad que viven muchas familias en nuestro país. Encontramos continuamente condiciones de pobreza extrema en comunidades rurales y urbano-marginales en todo el territorio nacional, hogares que no cuentan con recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas ni la de sus hijos e hijas.
Junto a la problemática estructural del trabajo infantil desde la mirada a la pobreza y la desigualdad social se encuentran factores socioculturales que lo favorecen y logran su legitimación social convirtiéndose en barreras para su erradicación y prevención. En ese sentido se encuentra el predominio de una lógica cultural adultocéntrica que despoja a niños, niñas y adolescentes de sus derechos y los convierte en objetos sometidos a las órdenes, mandatos y decisiones de las personas adultas que son responsables de su crianza y cuidado.
En estudios que hemos realizado sobre trabajo infantil (Vargas/FUNDEBMUNI 2014) y otros que tocan la problemática desde estudios etnográficos en comunidades (Vargas/PLAN RD 2020) (Vargas/Profamilila 2019) elementos de legitimación del trabajo infantil como los siguientes:
- Aceptación del trabajo infantil desde la convivencia de la dualidad, trabajo-estudio. Las campañas que se han desarrollado contra el trabajo infantil han apuntado a reforzar que los niños y las niñas deben estar en las escuelas y no en el trabajo.
Estas campañas han generado justificaciones en el imaginario cultural del trabajo infantil en la perspectiva de que si el niño y la niña van a la escuela en la mañana pueden trabajar en la tarde o viceversa. E igualmente la posibilidad de que trabaje los fines de semana mientras estudie durante la semana.
Esta visión de que pueden convivir la escuela y el trabajo infantil niega al niño y la niña su derecho a la recreación y participación en actividades artísticas, deportivas, culturales que favorezcan su desarrollo integral y que le permitan ser sujetos activos y protagónicos.
- Reproducción del modelo de varón-proveedor desde la perspectiva machista que impone en el niño su inserción laboral a temprana edad y a la niña en las tareas domésticas como obligación de su aprendizaje de ser mujer.
Al niño desde temprana edad se le involucra en actividades generadoras de ingresos en la familia para formarlo como varón-proveedor. Esta inserción en edades tempranas en la búsqueda de ingresos para ayudar a la familia y para que pueda competir con otros adolescentes en la conquista de las adolescentes-mujeres lo expone a un modelo societal que reduce al hombre en su rol proveedor y la búsqueda de dinero-facil, rápido y abundante y con ello la exposición a múltiples situaciones de riesgo.
En el caso de las niñas la crianza está dirigida a todo lo opuesto. Se supone que debe aprender a cocinar, lavar, planchar, limpiar y cuidar a sus hermanitos y hermanitas , actividades de trabajo infantil no remuneradas con negación de sus derechos (al igual que al niño) a la recreación y participación en actividades que favorezcan su desarrollo artístico, cultural, deportivo e integral.
Relegar a las niñas al hogar y a los niños a la calle ha favorecido históricamente a la desigualdad y la violencia de género.
- Visión del ocio-recreación como dañino para niños, niñas y adolescentes.
El trabajo infantil se identifica como una buena opción para que el niño, niña y adolescente no esté “deambulando en la calle sin hacer nada”. Se entiende que mantener al niño, la niña y adolescente ocupado con tareas que resultan de una relación autoritaria basada en la obediencia y la sumisión favorece que no se vinculen a redes delictivas, embarazos a temprana edad, uniones tempranas y de explotación sexual. Esta visión es errónea y no se corresponde con la realidad de estos fenómenos que tienen otros factores causales y que están vinculados a escenarios de violencia intrafamiliar, abuso sexual que suceden en la esfera de relaciones primarias, perpetuación del machismo y en el tejido macro-delictivo societal.
El juego en niños, niñas y adolescentes, sobre todo los juegos al aire libre y de interacción con pares, son necesarios para su desarrollo y su aprendizaje de interacción social, cooperatividad y creatividad. Lamentablemente las personas adultas prefieren que el niño y la niña estén recluidos en sus hogares y en las escuelas, tranquilos, callados, despojándolo de sus destrezas motoras y psicoafectivas y sometiéndolos a la subordinación.
- Establecimiento de la necesidad del aprendizaje de oficios en su niñez para garantizar su futuro. En muchas familias se entiende que si el niño aprende a trabajar en talleres de mecánica y otros oficios van a garantizar su futuro laboral y no se identifican las consecuencias que tienen estas actividades en su salud, su desarrollo socio-afectivo y su reproducción de la desigualdad social y las relaciones de poder hegemónicas.
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- Reproducción del modelo vertical de relaciones de poder sostenidas en la obediencia y la sumisión que niegan la creatividad y la libertad. Cuando niños y niñas trabajan no se les reconoce su autonomía, su libertad para la toma de decisiones y la participación. Por el contrario, se le mutila esta capacidad de decisión, su libertad, creatividad y recreación.
La prevención y erradicación del trabajo infantil en nuestra sociedad debe estar acompañada de políticas socioculturales que fomenten el reconocimiento de los derechos de la niñez y adolescencia y el empoderamiento de la población infantil y adolescente en estos derechos, así como la equidad de genero y la equidad social. Nuestra sociedad favorece el trabajo infantil porque perpetua la desigualdad de género, el modelo adultocéntrico, patriarcal y autoritario que sostiene la desigualdad social y la concentración de riquezas.