“La literatura es lo que sobrevive de los silencios”- (Joaquín Badajoz)
“No lo sé cuando estoy escribiendo, lo sé post mortem”, revela la escritora mexicana Carmen Boullosa respecto de los motivos que le llevan a escribir una determinada obra.
Así se abren las “Ventanas” de Glenda Galán, un libro publicado en 2018 que lleva dos ediciones. Es un conjunto de entrevistas a escritores latinoamericanos, y cada una es diferente y fascinante.
Antonio Ortuño, jalisciense, le airea su liberación: “Escribo porque soy un esquizofrénico… Pienso en el texto, no en sus consecuencias”. Mientras que Roxana Méndez, salvadoreña. dice: “poeta es persona que advierte la poesía a su alrededor y la convierte en lenguaje, en poema”.
La selección responde al fino gusto de la autora/lectora y su destreza como periodista de investigación, capacidades aunadas en esta magnífica antología de escritores contemporáneos laureados.
A William Navarreta le extrae una valiosa reflexión. El cubano desaconseja adoptar una posición radical en cualquier sentido. “Todo cambia tan rápido, es tan relativo, frívolo e incierto que no vale la pena desfilar bajo bandera alguna”, dice el además residente en Francia.
Antes de ofrecer datos biográficos de la autora, vale la pena conocerla a través de su curiosidad literaria. Por ejemplo, a Enzo Marqueira, joven escritor, le pregunta si conoce a autores dominicanos: —Dos— responde el argentino —Juan Bosch y Junot Díaz—. Al puertorriqueño Sergio Gutiérrez Negrón, le hace la misma pregunta. Este, a pesar de leer más obras en inglés que en castellano, en su entrevista le responde: “A Frank Báez, un dominicano que le resuena muchísimo.” Por su parte el chileno José Ignacio Valenzuela “Chascas”, lee a los dominicanos José Alcántara, Rey Andújar y Rita Indiana.
Al dirigirse a Ariadna Vásquez, autora dominicana residente en Ciudad México, sobre el intento de que más autores dominicanos sean publicados por editoriales mexicanas, la segunda responde: “¿Por qué sucedería eso?”
Se interesa por las técnicas de escritura de sus entrevistados; por ejemplo, los diálogos de “Candela”. Rey Andújar, escritor dominicano residente en Estados Unidos y autor de esa obra responde: “El mejor diálogo es el que sirve al universo de la historia, y una buena historia presenta su propio lenguaje”.
“Nueva York es mi casa hoy. Es donde mis silencios son concretos”, le comparte la autora dominicana Josefina Báez. Claudia Salazar Jiménez, peruana, dice sobre el dominicano Rubén Sánchez: “es tremendo novelista y ha ganado un montón de premios. Su narrativa es interesante, creo que es una muestra de la potencia literaria dominicana.”
En esta instancia, mi ejemplar de “Ventanas” se ha llenado de pósits.
La autora venezolana Raquel Abend van Dalen, en su calidad de migrante, dicta sentencia al micrófono: “Tengo la teoría de que Nueva York destruye inevitablemente tarde o temprano. Es un Bloody Mary”. Sin embargo, el colombiano Carlos Aguasco considera que la Gran Manzana lo liberó de una carga, la visión europeizante con que había sido educado en su país.
En una celebración de la oralidad, a través de códigos QR, el libro remite al lector a la versión grabada cada entrevista.
Rubén Sánchez se asoma a “Ventanas” al comentar el origen de su pasión por la literatura con una imagen delicada de su madre: “La recuerdo en un rincón de la casa de mi infancia, allá en Villa Juana, con un libro en la mano, tratando de concentrarse”. Víctor Manuel Ramos, otro compatriota de la diáspora, premiado por sus obras “Morirsoñando” y “La vida pasajera”, reconoce: “Parece que me gustan los temas grandes” a decir de sus títulos.
Desde España, la dominicana Rosa Silverio comparte su proceso de escritura automática diaria, al estilo surrealista; mientras Juan Dicent o Dino Bonao, por el contrario, dice que puede pasarse tiempo sin escribir, aunque leer es necesario. Al alcanzar la mitad del libro me siento un poco avergonzada y a la vez, emocionada. No conozco las obras de la gran mayoría de estos autores. Por fortuna, Dino Bonao hace reír al confesarle a Galán: “Ningún familiar mío ha leído un libro mío. No me consideran escritor. Más bien un loco viejo al que quieren."
Glenda Galán es una interlocutora que brinda confianza. Consigue que sus entrevistados se acerquen a ventanales abiertos de par en par. Por ejemplo, cuando le pregunta al escritor dominicano más conocido, Junot Díaz, —¿Cómo hace un escritor para que el lector se apasione con un personaje con tantos defectos? Este le responde: —Ay, pero mi amor todos nosotros nos metemos con gente odiosa, hasta nos casamos con vagos, con brutos, con tacaños. No somos perfectos, creo que eso es normal.
La versión en papel de las entrevistas invita a buscar la audiovisual, para encontrar, las sonrisas y emociones de las conversaciones. Para ver, por ejemplo, al salvadoreño Juan Galán decir que la poesía es un trance y la novela es una casa; también para ver a la cubana Wendy Guerra contar sus experiencias junto a Gabriel García Márquez; y a Maricel Mayor Marsán, cubana también, ponderar la importancia de forjar una comunidad literaria.
Joaquín Badajoz, poeta cubano, parece asomarse a las ventanas en el meridiano: “Creo que el hombre contemporáneo sufre una angustiosa presión social. Anda a ciegas, desesperado, buscando las instrucciones que le permita alcanzar el triunfo y la retribución instantáneos”.
“Ventanas” se sostiene de fuertes vigas estructurales, las curiosidades de Glenda, una conocedora del oficio. Los lectores quedamos interesados en completar el edificio antológico, esto es, en leer a esos autores. Además de vigas, la autora ha puesto cemento. Los entrevistados parecen conversar entre sí, gracias a la organización unitaria de la colección.
Manuel Adrián López, cubano, dice: “cuando he sentido que no debo escribir no me esfuerzo. Me quedo tranquilo, leo, busco información que me interesa…no se puede doblegar a la poesía. Es la poesía que doblega a uno a su antojo.” Mientras, Anjanette Delgado, de Puerto Rico, confiesa que: “…el deseo de escribir siempre es más fuerte. Tengo que hacerlo porque si no, me pongo de mal humor. De madrugada, los sábados, los domingos, por la noche, en los aviones, pero hay que hacerlo”.
María Juana Villafañe, también de Puerto Rico, menciona vínculos hechos por Juan Bosch en esa isla en otros tiempos. Juan Soriano, editor y mentor de la autora, ido a destiempo, advierte que: “Cualquiera puede publicar un libro…Ser escritor es dedicarse a escribir, dedicarse al oficio y hacer consciencia del oficio”.
Por el marco de estas ventanas pasa también la literatura infantil. Gloria Hernández, autora guatemalteca, observa que, si los adultos leen por placer, y no para aprender, lo mismo ocurre a los niños; y, con las entrevistas a los dominicanos Homero Pumarol y Frank Báez, frente a la ventana se arma una serenata de nubes eléctricas, entre otros gritos.
Ellos, los llamados “Hombrecitos”, juglares de la Zona Colonial de Santo Domingo, devuelven la poesía hasta donde pertenece: a la sonoridad. Galán mantiene en on la grabación y el puertorriqueño Pedro Cabiya señala algo que resulta poético. La cuestión colonial puertorriqueña le impidió apropiarse de los espacios, pero en la mencionada zona de la capital dominicana encontró palabras, vocabulario y formas descriptivas.
La colección logra que los autores se saluden. Las dominicanas Denisse Español y Martha Rivero Garrido, se dan la mano con ideas sucesivas: “Lo común es que lea un cuento y quiera escribir luego un poema”, dice la primera; la segunda, se refiere a la escritura de su novela “He olvidado tu nombre” como la reivindicación de su tiempo subjetivo.
El dominicano Tony Raful desde su experiencia recuerda: “La poesía es misterio y futuro, está embarazada de asombro, de deslumbramiento. Todo lo otro son cuartillas…”. El desaparecido Luis Brea Franco señala: “aquí un escritor no lee los trabajos del otro.” Scherezada (Chiqui) Vicioso, ilustra lo que haría falta mantener, nexos con sus pares.
Es formidable el esfuerzo de Galán. Ha puesto a disposición de autores y lectores una guía de comunicación y consulta sobre qué leer. Ella es también entrevistada en “Ventanas” por sus colegas, pues, es autora de las obras “Mar de fugas” (2011), “Guayabas y fresas” (2012), “Tsunami” (2014) y la comentada.
A Glenda la conocí una niña, cuando en mis días universitarios estudiaba con su prima y mi entrañable amiga Marlene Lluberes Gutiérrez. Más interesante es señalar que Galán es nominada y ganadora de un premio Emmy (2011) como productora y guionista, por sus trabajos de periodismo de investigación en America TeVe Miami; recibió el Silver Medal Florida Book Awards 2018; y fue primera finalista en el concurso "Nuevos valores de la poesía hispana" auspiciado por el Centro Cultural Español de Cooperación Iberoamericana en Miami y la Revista Literaria Baquiana (2010).
Sostiene el poeta dominicano José Mármol en la entrevista que le concedió para “Ventajas”, que en nuestro país: “Hacen falta los Henríquez Ureña de la posmodernidad” esto es, “críticos con esencia orientadora o edificante”. Creo que Glenda Galán honra esa tradición perdida con profesionalidad, talento, sentido del compromiso y humildad.
Hasta hace unos días, cuando nos juntamos a tomar un café en una tarde lluviosa en la que me regaló un ejemplar de “Ventanas”, no la había vuelto a ver desde los años ochenta, cuando andaba jugando con su primita Virna, mientras su hermana Soraya, su prima Marlene y yo nos alistábamos para ir Neón a bailar.
La pequeña Glenda, que recuerdo vivaz, ya no hace trúcamelos en el piso con una tiza para saltar con su primita. Utilizando un término de su entrevistada ecuatoriana Cecilia Blum, recorre los puntos del “susurro cósmico” de nuestra región.
Glenda Galán, al mejor estilo de su admirado Julio Cortázar, salta por las letras americanas y nos ha compartido en “Ventanas” el trazado de la rayuela antológica de su biblioteca personal.