El populismo visto más que como una corriente del pensamiento político es una tendencia del comportamiento del ejercicio del poder, que a través de acciones de políticas económicas, desde el Estado, busca legitimar y perpetuar en el gobierno determinados partidos o líderes políticos con cierto nivel de autoritarismo.

Carlos de la Torre señala el populismo como un peligro para la democracia que puede derivar en regímenes autoritarios, presenta también la interpretación que analiza esta corriente como un movimiento que logra la ruptura de sistemas institucionales excluyentes, logrando niveles de democratización a su interior. Este autor presenta lo que denomina tres olas de populismo en América Latina: 1) El populismo clásico que va desde los años 1940 a los años 1970 y yo le agrego hasta los años 1980, 2) el neopopulismo de los años 1990 y 3) el populismo de izquierda, que se podría ubicar desde inicios de los años 2000 y que lo nombró el presidente de Venezuela Hugo Chávez como socialismo del siglo XXI.

Para fines del análisis que presentamos en este artículo, nos vamos a basar en el populismo clásico.
Desde el punto de vista del populismo clásico, Gino Germani señala que el populismo es una forma de dominación autoritaria que integra a los excluidos de la política, que fue un fenómeno producto de la transición de las sociedades tradicionales a la modernidad, que se caracteriza porque el líder o gobernante, pone ejemplo de Domingo Perón en Argentina, establece un tipo de relación individual entre el Presidente y la población, mediante un régimen autoritario, que se presenta como participación política que no está mediada por instituciones, más bien está subordinada a un liderazgo individual autoritario.

El populismo se basó en políticas económicas redistributivas, nacionalismo (modelo de industrialización por sustitución de importaciones), intervención estatal y promoción de la participación y organización social, pero con cierto grado de demagogia desde el punto de vista de los gobernantes de turno.

Se basa el modelo en elecciones libres, pero sin considerar los mecanismos institucionales, de participación de la población en términos de exigir rendición de cuentas y mecanismos de revocación de los gobernantes, si no cumplen con las promesas de campaña y mandatos constitucionales.

En la República Dominicana, aunque en los regímenes de Gobierno del Dr. Joaquín Balaguer se pueden señalar algunas rasgos de acciones públicas populistas, que siendo un régimen autoritario estableció acciones como fue la Reforma Agraria, la Cruzada del Amor y la creación de los comedores económicos, planes de viviendas para sectores de clase media baja, no se puede considerar del todo como un régimen populista, lo que sí se puede señalar acciones de los gobiernos posteriores al régimen balaguerista, principalmente entre finales de la década de los años 70 y hasta mediados de los ochenta, como los subsidios al transporte, la energía eléctrica, a los productos de consumo masivo.

Las acciones de políticas públicas mediante las cuales en las décadas de los años 80 llevaron a subsidiar productos, pero sobre todo la electricidad a las empresas, los combustibles dirigidos a sindicatos choferiles, fueron acciones de corte populistas que produjeron distorsiones, además de déficit en el presupuesto público, que no lograron que estos incentivos en gran medida se convirtieran en beneficios para la mayoría de la población.

En el caso actual, el afán del grupo gobernante de lograr la reelección del presidente de turno, hace que tomen decisiones de política pública que aparentan ser beneficiosas para la mayoría de la población, como por ejemplo la tasa cero de arancel sobre productos finales alimenticios importados, que más que beneficiar a la población, viene a generar una competencia a la producción local. Estas decisiones son una manifestación de medidas populistas que buscan más que el bienestar de la población, lograr mantener el posicionamiento del actual presidente de la República de cara a las elecciones presidenciales del año 2024.