La política monetaria dispone de los instrumentos necesarios para moderar la inflación, así como para incidir en la expansión de la demanda agregada, mientras que la política fiscal puede dar a la economía una base más sólida a largo plazo, mediante la inversión en infraestructura, salud y educación; pero también puede hacerlo en la distribución justa de ingresos y oportunidades a través de un sistema tributario y de transferencia equitativo, y en la prestación de servicios públicos básicos.

En el período de pandemia prácticamente todos los gobiernos se vieron obligados a establecer una serie de subsidios y asistencias sociales, con la intención de lograr generar una expansión monetaria, para contrarrestar el enfriamiento de las economías; posteriormente estalla la guerra entre Rusia y Ucrania, en la que dos de los principales proveedores de Granos, Hidrocarburos y Urea vieron mermadas las posibilidades de vender sus productos en los mercados internacionales, generando un desabastecimiento de varios commodities que sumados a la crisis de abastecimientos, aumentos del costo de los fletes y otros problemas de mercado, comenzaron a generar inflación.

En ese momento los Bancos Centrales comenzaron a subir las tasas de interés para frenar la demanda y contener la inflación. Como los rápidos incrementos de precios comportan costos económicos para la sociedad y son perjudiciales para la estabilidad del crecimiento económico, la política monetaria actuó en consecuencia; incluso, hay que decir que nuestra autoridad monetaria fue una de las que primero reaccionó y comenzó a aumentar las tasas de interés.

Sin embargo, estas medidas tendentes a controlar la inflación tienen sus consecuencias en términos del crecimiento económico. Por eso, una vez se controló la inflación y se logró establecer dentro del rango meta, nuestras autoridades monetarias entendieron la necesidad de promover medidas tendentes a lograr una expansión de la demanda agregada, que permita el sostenimiento de un adecuado crecimiento de nuestra economía. Y claro, el Gobernador del Banco Central y demás autoridades monetarias, saben que la mejor forma de hacerlo es implementando Políticas Fiscales, como por ejemplo la inversión en infraestructura, en salud y en educación; pero, ante la incapacidad del gobierno para hacerlo, decidió hacerlo a través de Políticas Monetarias.

Desde entonces hemos visto cómo nuestro Banco Central y nuestra Junta Monetaria han aprobado medidas tendentes a generar una expansión monetaria, con la liberalización del encaje legal, la reducción de las tasas de interés, entre otras y esta vez, igual que cuando la comenzamos a subir, nuestras autoridades monetarias lo hacen antes de que otros bancos centrales, como la Reserva Federal de USA o el Banco Central Europeo, contemplara hacerlo, incluso cuando todavía esas autoridades monetarias anunciaban y ejecutaban nuevos aumentos del tipo de interés.

Esta sobre exposición de Políticas Monetarias, tendentes a compensar la incapacidad de las actuales Autoridades Gubernamentales para implementar Políticas Fiscales que promuevan el crecimiento económico, puede ser controversial y tener importantes efectos adversos. Por ejemplo, en las últimas semanas hemos visto una tendencia al alza del tipo de cambio, debido a un aumento de la demanda de dólares, pues muchos de los ahorrantes que tienen ahorros o inversiones en pesos dominicanos han decidido convertirlo en dólares americanos, por considerar que las tasas de interés que se pagan en dólares más la depreciación esperada del peso promueven un mayor rendimiento en dólares que en peso; esto así debido a las continuas reducciones de tasas en pesos en nuestro país y las alzas o por permanecer sin cambios, las tasas de interés en dólares en los mercados internacionales.

Ante la delicada situación geopolítica y a la evidente incapacidad de nuestras autoridades, debemos prestar atención al riesgo a escala internacional, que puede generar un impacto directo en los mercados globales, afectando las economías de la región, incluyendo a nuestro país, que desgraciadamente ha comenzado a ser más dependiente de las importaciones y ha comenzado a perder productividad, provocada por leyes como la de arancel cero, continuos permisos de importación de artículos que se producen en nuestro país y muy especialmente por la reciente medida de atentar con las relaciones comerciales con nuestro segundo socio comercial, con el que teníamos una balanza comercial positiva, sin que con esa medida se haya logrado el objetivo de parar la construcción del canal.

Sin dudas, las continuas improvisaciones y la incapacidad de las autoridades han comenzado a generar incertidumbre entre los agentes económicos, que pueden causar la posposición de inversiones y de inicios de proyectos. Esto, sumado a la situación geopolítica y a la inacción del gobierno, en cuanto a políticas fiscales adecuadas, puede generar una crisis interna que impida el adecuado crecimiento económico y que potencialice una desestabilización cambiaria.