Es necesario crear un ecosistema apropiado para acelerar el desarrollo de la ciencia y tecnología, con una financiación del 2% del PIB y reforzar la cooperación regional y subregional. Sin embargo, este mantra tiene sus limitaciones en el bajo PIB de muchos países y en el hecho de que muchos programas tienen un costo de umbral elevado.

No se puede pasar por alto el riesgo estructural en la financiación de la ciencia en países en desarrollo que hay cuando una parte importante de ella sea constituida por donaciones o préstamos internacionales. Instrumentos útiles, mas que pueden condicionar decisiones de política científica, sin mencionar su inestabilidad frente a eventuales cambios de política de los donantes. Por ejemplo, nuestra región podría ser indirectamente afectada por los recientes eventos en Europa Oriental. (¿Por qué negrillo?, sigan leyendo).

Entonces esa clase de apoyo puede ser útil como dinero semilla, cuando se lanzan nuevos programas, pero no para la gestión de programas ordinarios.

En América Latina sería útil crear una Federación de las Academias de Ciencias.

Demasiadas razones imponen aumentar el número de mujeres en ciencia. El progreso científico no es materia para la mitad de la humanidad.

Es cierto que hay dos escuelas de pensamiento acerca de la priorización de las políticas en C y T, una enfocada sobre necesidades inmediatas y otra sobre la transferencia de tecnología. Pero a menudo ésta subestima el rol esencial de la ciencia para la transferencia tecnológica. Esto tiene implicaciones sobre la visión del rol de las cooperaciones Norte-Sur y Sur-Sur. El apoyo de los países del Norte, más que a través de la transferencia de conocimientos, debería enfocarse hacia los métodos de adquirir conocimientos. Y para ello la ciencia es el “gran igualador”.

Esto implica que la elección de las áreas científicas por desarrollar no puede limitarse a unas pocas, sino debe ser amplia y esto debe tenerse en cuenta en el debate sobre la oportunidad de que un país se especialice en nichos particulares.

David derrotó a Goliat por la sabiduría y el conocimiento que le permitió producir y usar un instrumento que Goliat no tenía. A menudo nuestros países tienen una gran riqueza en materias primas y productos naturales y el desarrollo del Primer Mundo se fundamenta en que, como David, posee el conocimiento. Sin embargo, el llamado Tercer Mundo tiene un tremendo potencial humano que trabaja en el Primero, y que no se debe perder, y para ello se necesita una fuerte cooperación Sur-Sur.

Esta se puede lograr con programas de cooperación horizontal, pero hay que tener las instituciones que permitan realizarlos. Una gran prioridad para lograrlo es crear centros de excelencia.

A menudo se piensa que el problema nace de la falta de financiación, mientras, citando un consultor del Banco Mundial, Charles Weiss, es más bien tener “ideas viables”.

Lamentablemente la comprensión por parte de los políticos de la prioridad que tiene para el Sur su desarrollo científico y tecnológico es un tema complejo. Los del Norte no lo negarán, pero pueden poner tales limitaciones y condiciones que el desarrollo resulta sesgado. Y los del Sur, siempre listos para emitir declaraciones de comprensión y voluntad de afrontar estos problemas, no siempre lo estarán para implementar las acciones para solucionarlos.

Nuestros políticos deben tomar en cuenta una variable demasiado a menudo desestimada, el TIEMPO. Ella no permite largos diagnósticos y estudios de factibilidad para trazar planes de desarrollo científico, sin reconocer que, mientras se discuten y perfeccionan, el mundo avanzado se vuelve más avanzado y se aleja más del nuestro.

Espero que estas reflexiones contribuyan a sensibilizar que más que la falta de dinero, el tiempo puede ser el primer enemigo de nuestro desarrollo científico.

AHORA UNA PREGUNTA A QUIEN TUVO LA PACIENCIA DE LEER. ¿COMPARTEN ESTAS REFLEXIONES?

Están sacadas todas, literalmente, incluyendo el negrillo, de la introducción que con Marta Lucía Guardiola y José Luis Villaveces escribimos como editores de las actas de la reunión sobre “Estado y Problemas de la ciencia en América Latina”, que la TWAS realizó, hace más de treinta años en Colombia, en preparación a la Asamblea TWAS de Caracas de 1990.

Hoy quitaría lo de la Federación de Academias de ciencias, porque existe la Red Interamericana IANAS. Por el resto, podría ser una descripción bastante fiel de la situación actual.

¿Quiere decir esto que en estos treinta años no se hizo nada? ¡Claro que no! Pero si un diagnóstico de hace treinta años sigue vigente, obviamente lo que se ha hecho no es suficiente. Hay que hacer más. Y rápido. Y juntos, sin indulgencia a nacionalismos insostenibles. Empezando tal vez por la creación de ese Fondo Regional de Ciencia y Tecnología que el Gobierno de Guatemala propuso en 2015 y que está todavía en espera de ser analizado por la Cumbre de Presidentes.