La poligamia es una pauta matrimonial existente en distinta sociedades. Consiste en la unión conyugal de una persona con varias parejas. Esta puede ser de dos tipos: poliginia (unión de un hombre con dos o más mujeres) y poliandria (unión de una mujer con dos o más hombres). Esta clasificación la establece la Antropología del Parentesco desde el estudio de diversas sociedades y culturas.
En la sociedad dominicana la poligamia está legalmente prohibida y se supone que “no debe existir”. Sin embargo, es una vieja e histórica práctica social en nuestra sociedad con predominio de la poliginia, un hombre con varias mujeres. Se presentan muchos casos de hombres en zonas urbanas y rurales que tienen varias mujeres tanto en los estratos pobres, estratos medios y altos desde diversos estudios realizados. (Vargas/Profamilia 2019)
En estas relaciones paralelas hay una situación desigual para la familia formada con la pareja denominada “la amante” cuyos hijos son estigmatizados como “hijos de la calle”. En términos jurídicos no existe diferencia entre los/as hijos/as dentro de un matrimonio legal y los/as que surgen de uniones consensuales no-legales. Esta igualdad de derechos se limita a la esfera de lo jurídico, no ocurre en los ámbitos sociales, económicos y culturales.
Niños, niñas, adolescentes y jóvenes que nacen de uniones paralelas en una poligamia no-declarada sufren discriminación en sus centros educativos, en sus comunidades y en la vida social. Se les clasifica como “sin familia” cuando en realidad tienen una familia, que no responde al modelo “clásico” ni constitucional” pero muy frecuente, la familia monoparental.
Nuestra sociedad desde el machismo fortalece patrones matrimoniales que supuestamente condena legalmente, como la poligamia.
Esta discriminación también la sufre la mujer que dentro de la poligamia no tiene el estatus legal de “esposa”. La mujer se convierte en “amante” con un estatus inferior siendo condenada socialmente a mantenerse “oculta” y ser parte del “chismorreo” en el sistema de control social del grupo de referencia en los distintos estratos sociales.
Esta ambigüedad en el manejo de la poligamia es parte de nuestra cultura social. Por un lado se fortalece la imagen del hombre polígamo en tanto se convierte en un “macho” reconocido y por el otro se sanciona a la mujer que está en segundo o tercer plano en el segundo o tercer matrimonio paralelo.
Nuestra sociedad desde el machismo fortalece patrones matrimoniales que supuestamente condena legalmente, como la poligamia. ¿Cuántos hombres han sido sometidos a la justicia por ser polígamos? ¿No sería mejor que integremos la poligamia como una de nuestras pautas matrimoniales? Se disminuye así la discriminación social y el estigma para las mujeres que son “amantes” y para la población infantil y juvenil que compone las familias paralelas.
Este articulo fue publicado originalmente en el periódico HOY