En sus escritos sobre música y teatro y en sus experimentos dramáticos de su teatro en Beirut, Richard Wagner anunciaba una nueva visión del drama musical tomada de la ópera clásica y del drama musical barroco, afirmando que lo teatral y lo musical constituirían una misma esencia en la historia del arte occidental. (Ver, Richard Wagner: Ópera y drama, Ed. Akal Madrid, 2005). Se trata de teorizar un discurso en torno a la Ópera como texto integrador de otras artes y géneros artísticos, cuyos principios encontramos en sus libros escritos en Suiza y posteriormente en Francia.

 

La ópera  y el drama musical, en este sentido, se reconocen en los principios de la música y lo que esta genera como representación y drama mediante la interpretación de los diversos conjuntos que integran el espectáculo operático. La expresión artística en la ópera se reconoce en los diversos criterios de uso y discurso de las diferentes artes, siendo así que las modalidades de realización artística de la misma concurren en los niveles de la creación artística y de la interpretación escénico-musical.

 

Las posibilidades de realización de la ópera permiten un trazado espectacular que se revela, en los expresivos medios que utiliza dicho espectáculo, a partir de una historia-narración, un  libreto literario y un libreto musical y escénico, ambos conjugados y comprendidos en base a estructuras y funciones simultáneas de significación. En el marco de la ópera, la interpretación vocal y la actuación configuran el universo interpretativo. Pero este proceso implica un espacio poético-dramático, donde lo social y lo estético se registran en un marco de crítica y trabajo de creación dialógica e intertextual. En tal sentido, los personajes y acciones solicitan actores que son intérpretes dobles en base a estados de fuerzas culturales dinámicas y trascendentes. Ver, en tal sentido, las experiencias interpretativas clásicas y modernas de Mario del Monaco, Enrico Caruso, Renata Tebaldi, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Andrea Bocelli, Jonas Kaufmann, José Carreras, Ana Netrebko y otros.

 

 

La unidad que se reconoce entre los intérpretes, el director escénico y el director musical permite comprender el pronunciamiento de las diversas frases o fraseos  y los ritmos de la expresión dramática y musical. El ensamblaje o las diversas estructuraciones técnicas de la creación musical y teatral constituyen el elemento cohesivo del espectáculo operático o dramático musical.

 

Es importante reconocer  el contexto de la estética de la ópera, donde  se pueden observar los diversos valores artísticos, así como los esquemas de partes y la distribución argumental que hacen posible las correspondencias escénicas o estratégicas de los constituyentes artísticos. En tal sentido, los ejemplos son elocuentes: La Traviata, de Giuseppe Verdi, La flauta mágica, de Wolfgang Amadeus Mozart, La Bohemia, de G. Puccini, Carmen, de Bizet, Madama Butterfly, de G. Puccini, Aida, de G. Verdi, Tristan e Isolda, de Richard Wagner, La cenerentola , de G. Puccini, entre muchas otras.

 

Música, movimiento, decorado, iluminación, orquestación, maquillaje, utilería, indumentaria, conducción y dirección general, entre otros, admiten el planteamiento y la concepción artística de la ópera, tanto en su período inicial clásico o barroco, así como en su período altomoderno.

 

La estructura y función de la ópera entendida y reconocida como espectáculo mixto, implica y a la vez define un tipo morfológico organizado en base a los diversos aspectos de la creación musical y teatral. De tal manera que en la estética y la poética de la ópera, se pueden advertir principios comunicativos generales y particulares desde el punto de vista de la práctica del espectáculo, que producen efectos y sentidos integradores, desde el punto de visión de una concepción artística vincular. La interpretación operática (lírica, épica, melodramática, trágica, tragicómica, dramática, cómica),  conduce, en el caso de la ópera, y los diversos dramas musicales a una visión diferenciada de la interpretación, concebida como espectacular mixta.

 

En cuanto al desarrollo sociocultural y escénico de la ópera podemos advertir el aporte del teatro en el periodo humanista y posthumanista; pero también, el modelo cómico de la Commedia dell’Arte. El trabajo con el cuerpo y la voz posibilita un desarrollo de la expresión lírica, épica y dramática siendo así que se va constituyendo el tipo operático rústico que pasará al drama musical, a la ópera bufa, satírica o burlesca y al drama y la acción cómica de los espectáculos franceses de los siglos XVII, XVIII y XIX. La tradición hispanoamericana asimilara, pero tendrá en la época moderna sus aportes estéticos renovadores en tal sentido.

 

Toda una teoría de la representación se puede reconocer en la concepción operática desarrollada por músicos, actores, escenógrafos, utileros, diseñadores de vestuarios, maquinistas, directores e intérpretes que, en la tradición teatral europea, justifican un modelo de espectáculo total.

 

Lo que quiere decir que toda interpretación dramática de los arreglos musicales participa de la visión espectacular, de la síntesis artística observable en la ópera o cualquier tipo de drama musical. Así las cosas, la ópera manifiesta las diferentes posibilidades festivas y estéticas de un espectáculo, perteneciente a cierta concepción policlasista, popular, religiosa,  política, ideológica o  económica.

 

Se define en este sentido y principalmente en los siglos XVIII y XIX, el gusto y la educación estética de un público que respalda y se inscribe en la tradición del espectáculo lírico interpretable. Lo que implica diversos niveles de creación artística que se ejemplifican en los casos de la ópera popular, la ópera burguesa, el espectáculo de Corte y la ópera-ballet, extendida entonces como un híbrido provocador de placeres del cuerpo-movimiento.