…”Su autenticidad deviene, más bien, de una extraordinaria capacidad de introspección, de una aptitud poco usual para dibujar el rastro que el movimiento de la realidad exterior va dejando en el interior del sujeto que la mira”

Medar Serrata

Prólogo del Poemario “Soledades y Destierros”

de David Pérez Núñez

 

 

 

LOS RIOS

Los ríos, como las arterias se encuentran,

¿quién dijo que el Sena y el Tajo

no cruzan el Ozama?

 

Hay algas flotando desde sus riberas

viajan como los poetas, entre versos.

Mallarmé y Pessoa son sargazos

desembocando en Mieses Burgos.

 

Una corriente subterránea y nerviosa

pasa por todos sus rincones,

un dolor transferible va por las aguas,

no existen ríos cristalinos ni limpios

fangos densos, profundos los azotan.

 

La poesía es un río donde habita el asombro

con peces de colores y raíces amargas.

Los poetas son barcos fantasmas sobre

la espalda de sus aguas,

viven confundidos en el delta, apiñados,

mirando sus profundidades.

 

Un poeta y un río son la misma cosa,

en algo son iguales y no lo son

cambian continuamente.

 

El Sena, el Tajo, el Ozama, Mallarmé,

Pessoa y Mieses Burgos,

vienen del mismo afluente,

donde navega el dolor.

 

UNA ROSA

Una rosa despiadada

de clorofila roja sangre

penetra desafiante

arrebatadora a mi huerto.

Rosa animal, inhumana,

rosa sin raíz ni pétalos,

amarga y sin estambres,

llega y se instala donde me duele,

con aromas severos.

fétidos

imposibles de inhalar.

Es la rosa inmaculada,

vanidosa,

sin corazón,

hecha por manos vacías

de ternura.

Rosa estercolero

rosa muerte

rosa sin sexo

rosa sin rostro

rosa caníbal.

Vuelve y regresa a tu origen,

a la tierra infértil

de donde parten los seres

abominados por los dioses;

vuelve al vacío que te arropa,

a la terrorífica condición virginal

de no conocer el placer de la entrega.
Vuelve tus pétalos fríos

al vientre de la tierra y no regreses

porque las manos que podaron

tu aromática presencia

serán muñones mutilados

tendidos sobre estas páginas

en blanco.

 

POETAS UNIDOS

¡Poetas uníos todos!
los de izquierda, los de derecha,
los taciturnos, los que duermen,
los alérgicos al dolor, los que viven en el dolor,
los solitarios, los muy acompañados,
los que miran al mar esperando naufragar,
los vanidosos satisfechos de pergaminos,
los aburridos que hablan siempre de la luna,
los calladitos, rencorosos, amargados de sí mismos,
los babosos hijos de Pávlov condicionados a escucharse,
los que sueñan con ser Neruda, Rilke, Pessoa,
los violentos pacifistas de la palabra,
los que esperan con una flor amarilla en la solapa,
los que aman en tiempo de crisis a la única amada,
los que el tiempo no ha cambiado para sorpresa de todos,
los que amaron a la vecina, la mujer del prójimo,
los que se equivocaron y empezaron más abajo del cero,
los que no volverán a ser poetas, escleróticos del alma,
los que esperan por el último vagón del tren,
a los que el tiempo les dará la razón por tener las manos tiernas
los que escondieron en un lado oblicuo de una lágrima la sal del mundo.

A ustedes les convoco

a firmar este legajo de palabras
donde, como Narciso, se verán reflejados,
multiplicados en cada verso
hasta el infinito.

 

AMARGA MELODÍA

Como una melodía en el viento

se repiten los atardeceres,
el panadero deja su trozo de pan,
las trenzas corren detrás de las niñas,
un gato embelesado mira la luna,
suena Chopin en el quinto piso
de ese edificio desvencijado,
la lluvia llega y se va con las nubes,
un carro toca bocina, la amante se tarda,
vuelan gaviotas en el malecón,
una pareja se toma de las manos,
no deja de cesar el rumor de las olas,
se enciende un cigarrillo,
muere un amor.
Este vaivén lleva siglos de salmodia.

soy solo uno más, tocando el arpegio
de esta amarga melodía.

 

MUJERES SIN PROCLAMAS

Me encantan las mujeres sin proclamas,
desprovistas de eslóganes,
sin diosas ni dioses,
las que hacen su propia leyenda
de altares vacíos.
Poco importa lo sólido y pesado de sus santos,
llámense Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik,
Simone de Beauvoir.
Prefiero las que odian ser esnobs,
las que van labrando su impronta
con sudor y ternura,
a las que les resulta un pepino insignificante Frida Kahlo.
Me gustan aquellas mujeres
que no son fotocopias de nadie,
que empiezan a hacer la historia
y el amor
a partir de sí mismas.

 

LA BAHÍA DE MAMARONECK

Cantan las olas en la Bahía de Mamaroneck.

Allí fuiste a parar con tus tristezas.
Pocas cosas llevaste. Tu corazón es un hotel Petit.

El ruido de las olas te despierta en las madrugadas.

Recuerda la isla de donde partiste,
donde dejaste un amor trunco.

 

Hay que ser valiente para ir a Mamaroneck.

Allí no llegan las palomas mensajeras,
el viento en el acantilado las extravía,

solo los obcecados desembarcan en esas tierras,

tienes que desembarazarte de la nostalgia,

del amor que tuviste a alguna calle, puerto o bar.

 

El único modo de subir la bahía es con el corazón desnudo,

reconciliado con la vida,

no todo el mundo es capaz de despojarse,

de amar las cosas simples,
ser ornitólogo en Mamaroneck.

Cuando arribas eres otro: sereno, plácido

casi un monje.
El rumor del mar acompaña.