La nación dominicana logró su primer Estado gracias a la acción política de la pequeña burguesía de Santo Domingo en torno al liderazgo de Duarte y los trinitarios. La debilidad económica, social y política de ese grupo no pudo retar al sector hatero que era desde finales del siglo XVI la fuerza dominante en la parte oriental de la Isla. Con el golpe de Estado del 16 de julio de 1844 los trinitarios quedaron fuera del Estado, expulsados por Santana, líder indiscutible de los hateros, que se había convertido en el jefe militar más poderoso de la naciente república y máxima autoridad política.
Mientras que esa pequeña burguesía de la capital, además de los tabaqueros del Cibao, representaba los ideales políticos más avanzados en nuestro país, por su perspectiva burguesa, los hateros en cambio eran el sector más atrasado por su visión oligárquica. La idea de un Estado soberano no era un objetivo de los hateros, como tampoco lo era de los campesinos diseminados en la geografía nacional. Y consumaron su objetivo los hateros de intentar conservar el poder sobre tus tierras y su ganado perpetrando la anexión del país al Reino de España en 1861. Previamente con el gobierno de Boyer estaban cómodos porque respetaba sus propiedades, pero la constitución haitiana del 1943 de Herard amenazaba con despojarles de sus hatos, razón que los llevó a unirse al proyecto separatista.
El análisis más certero de los acontecimientos nacionales ocurridos entre el 1844 y el 1861 lo desarrolló Juan Bosch, que no era historiador, ni sociólogo, en términos profesionales, pero dedicó miles de horas a estudiar y explicar el proceso histórico de nuestro pueblo con vista a lograr una verdadera democracia, la soberanía plena y el desarrollo material y espiritual de nuestra sociedad.
Será la guerra restauradora contra España, no la separación de Haití, la que ejecutó una verdadera independencia, al sumar a todas las capas de la pequeña burguesía en una lucha sin cuartel contra el invasor y sembrar un auténtico sentimiento de dominicanidad. Por eso son farsantes los historiadores y comunicadores que propagan el odio contra Haití y magnifican el 1844, de fondo sirven a los intereses de la clases dominantes dominicanas que usufructúan el trabajo de la mano de obra haitiana en nuestro país para enriquecerse.
El triunfo de la pequeña burguesía contra España en 1865 eliminó radicalmente el poder de los hateros y abrió una etapa de nuestra historia donde las diversas capas de la pequeña burguesía se enfrentaron para ganar notoriedad social y poder económico. Únicamente los tabaqueros del Cibao y la creación de los primeros ingenios azucareros en los años 70 del siglo XIX introdujeron el capitalismo en la República Dominicana. Los primeros por sus vínculos exportadores de su producto y los segundos porque comenzó a crear una nueva clase social que no conocíamos, los obreros asalariados a los que se les extraía plusvalía.
Los vicios de esa pequeña burguesía, ahora dominante en la vida de nuestro país, mantuvieron al país en conflicto permanente hasta el 1916. En su peor versión, los pequeños burgueses aspiraban a ser reconocidos socialmente (la cantidad de generales que había al mando de pandillas), a tener dinero mediante el saqueo del erario y por supuesto a tener poder político mediante el ascenso a la presidencia. Ulises Heureaux es el paradigma de lo que acabo de decir.
La dictadura militar norteamericana del 1916 al 1924 implantó un modelo de Estado siguiendo las pautas de su país de origen, salvo en la democracia. Además preparó el país para que se respetaran sus inversiones económicas y controlar a todos los hombres y mujeres con un ejército leal a los Estados Unidos, del cual salió el engendro de Trujillo. El interregno entre el 1924 y el 1930 fue un retorno a las luchas entre sectores de la pequeña burguesía buscando el poder político que suponían les brindaría poder económico. Es entre el inicio del siglo y la llegada del sátrapa que se conformó un grupo social en torno al Club La Unión que se percibía como la gente de primera del país y con derecho a dirigir y usufructuar toda la riqueza de la nación.
Trujillo, un hombre de segunda, destruyó sus planes y su Club. Con la caída de la dictadura se rearticularon en torno a la Unión Cívica, basta rastrear los apellidos, y por supuesto no toleraban que alguien como Balaguer o Bosch, que los consideraban de segunda, pudieran gobernar la República Dominicana. El golpe de Estado contra Bosch que forjó el Triunvirato y los criminales doce años de Balaguer, barrieron con esa supuesta casta de primera, aunque todavía entre algunos de sus descendientes salen expresiones de ese antaño abolengo que considera “chopos” a todos los que no son de sus familias.
A su regreso al país en 1970 Bosch tenía claro que la única forma de organizar un partido político con posibilidades de transformar el país era con la pequeña burguesía, ya que el campesinado iba disminuyendo (y lo controlaba Balaguer) y al clase obrera seguía siendo minoritaria debido al capitalismo atrasado del país. Atraso que viene desde el siglo XVI cuando Felipe II destruyó la oligarquía azucarera que iba camino de convertirse en un factor de poder y la insensata medida que tomó su hijo Felipe III de devastar la zona occidental de la isla.
No era posible hacerlo con el PRD, formado por la pequeña burguesía, al menos que no se hiciera un proceso intenso de formación política para que superaran sus ansias de enriquecerse con el Estado. La imposibilidad de hacerlo lo lleva a salir del PRD y formar al PLD, también con la pequeña burguesía, pero con un proceso de estudio y trabajo político que aspiraba a que superaran sus vicios de clase.
La historia está ahí. El PRD hizo lo que vaticinaba Bosch entre el 1978 y el 1986, y los dirigentes del PLD obedecieron a sus instintos de clase buscando ascenso social y económico, y abandonaron toda la formación recibida en los Círculos de Estudio.
El dilema está servido. No hay forma de transformar el país si no es con un partido nutrido de la pequeña burguesía, pero a la vez siempre se corre el riesgo de que esa clase termine saqueando los fondos públicos para su beneficio al llegar al poder.