La planificación estratégica tiene orígenes remotos y aplicaciones muy diversas, ya que la misma fue utilizada para organizar las primeras ciudades habitadas por humanos. Como se sabe, la planificación estratégica “requiere de voluntad política al más alto nivel”. (HARVARD, 1986).
En tal sentido, “la creación de las Naciones Unidas en el 1945, la proclamación de la Carta Internacional de Derechos Humanos en el 1948, y la disputa geopolítica entre el Este y el Oeste”, afianzaron la planificación estratégica como instrumento para el reposicionamiento geopolítico y socioeconómico de las grandes potencias (ONU, 1991).
Como se conoce, “la guerra ha utilizado la planificación estratégica en el desarrollo de los más importantes eventos bélicos conocidos hasta ahora”. Los ejercicios estratégicos utilizados en las guerras, definen quién gana y quién pierde (Universidad LAVAL, Canadá, 1989).
Como tal, la planificación estratégica fue utilizada por primera vez en el campo empresarial en las décadas de los años 1960, 1970, 1980 y 1990, “como instrumento novedoso para echar a caminar la Revolución Industrial” concebida por el Gran Capital (CEPAL, 1991).
No obstante y según la revisión bibliográfica consultada por nosotros, “la planificación estratégica jugó un rol de primer orden en el surgimiento de la biotecnología, la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la neurociencia y las redes sociales” (HARVARD, 1981 y ONU, 2009).
En tal sentido, “las nuevas tecnologías y las redes sociales se convirtieron rápidamente en instrumentos poderosísimos para generar nuevas riquezas”, la acumulación de capital y el control sociopolítico, económico y cultural de los pueblos (CEPAL, 2011).
Como se sabe, “el proceso de planificación estratégica está precedido de un Diagnóstico. En tal sentido, el Diagnostico define la situación actual que prevalece a lo interno de un país o nación, institución, empresa u organización” (CEPAL, 2008).
Por su parte, “cuando se analizan e interpretan las causas-raíz que motivan el proceso de planificación, el Diagnóstico se convierte en la Línea Basal (LB) que, sirve a su vez, como justificación para hacer las inversiones económicas necesarias para poner en marcha el Plan, el Programa o el Proyecto que los tomadores de decisiones decidan elaborar y poner en marcha (ONU, 1998).
Como se puede apreciar, “el diagnóstico interpreta las fuerzas e intereses que determinan las tendencias actuales del desarrollo, así como a los actores, los recursos, las técnicas, las estrategias y los aspectos más importantes a valorar (ONU, 2019).
Además del Diagnóstico, “la planificación estratégica exige se estructure un Pronóstico”, el cual debe proyectar la situación inicial y, al mismo tiempo, ponderar la situación “futura natural y la deseada”, incluyendo las previsiones económicas y logísticas requeridas (CEPAL, 2008).
Por su parte, “el proceso de planificación estratégica requiere de la flexibilidad necesaria para ajustar el propósito, los objetivos y las actividades” a incluir en el Plan, el Programa o el Proyecto a elaborar y poner en marcha (CEPAL, 2014).
En tal sentido, cuando planificamos, buscamos “dar un salto cualitativo y cuantitativo que transforme la realidad actual”, haciendo uso responsable de los recursos económicos, logísticos, tecnológicos y humanos con los que cuenta un país o nación, una empresa u organización (BM, 2014).
Como se sabe, las inversiones realizadas por los gobiernos dominicanos en los últimos treinta y ocho (38) años han generado un crecimiento económico robusto, según las agencias de calificación que han evaluado las inversiones de los gobernantes latinoamericanos y caribeños, período 1981-2019 (BID, FMI, BM, 1989-1999- 2009 y 2019).
En el caso de nuestro país, dicho crecimiento económico no ha producido el desarrollo o derrame socioeconómico que esperaban los gobiernos locales y los organismos internacionales de cooperación bilateral y multilateral (ONU, 2004, BM, 2012 y CEPAL, 2017 y BCRD, 2019).
Desde nuestro punto de vista, las inversiones del Gobierno Dominicano durante el año 2023, deberían atacar las causas-raíz que generan pobreza e exclusión social, tal y como lo hace el halcón cuando identifica y golpea a su presa.
No obstante, los economistas, los planificadores estratégicos, los administradores de empresas, entre otros profesionales sabemos que, invertir los recursos públicos de un país o nación sin planificación estratégica, es verter o echar agua, aceite o gasolina en un barril sin fondo (BM y BID, 1998-2019).
En tiempo de incertidumbre y escasez económica se requiere planificar cuidadosa, responsable y estratégicamente el uso de los recursos con los que cuenta un país, una empresa u organización (HARVARD, 2008)
En tal sentido, “planificar resulta ser un ejercicio responsable, sencillo, dinámico, lógico, valioso, fácil y gratificante” para los profesionales y los funcionarios que tienen que rendir cuenta con evidencias y resultados concretos (HARVARD, 2019).