Luego del brote de una enfermedad por un nuevo coronavirus (COVID-19) que se produjo en Wuhan, una ciudad de la provincia de Hubei, en China, se registró una rápida propagación a escala comunitaria, regional e internacional, con un aumento exponencial del número de casos y muertes.

 

El 30 de enero del 2020, el Director General de OMS declaró que el brote de COVID-19 era una emergencia de salud pública de importancia internacional de conformidad con el Reglamento Sanitario Internacional.

 

El primer caso en las Américas se confirmó en Estados Unidos, 20 de enero 2020. Brasil notificó su primer paciente en América Latina y el Caribe, el 26 de febrero 2020. Desde entonces, la COVID 19 se propagó a los 54 países y territorios de la Región de las Américas.

 

Se reconoce que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) activó los equipos regionales y nacionales de gestión de incidentes para dar una respuesta de emergencia directa a los ministerios de salud de América y otras autoridades nacionales. Promovió la vigilancia, capacidad de laboratorios, servicios de apoyo a la atención sanitaria, prevención y control de infecciones, manejo clínico y comunicación de riesgos, todo en consonancia con las líneas de acción prioritarias.

 

En este contexto, se acepta que Daniel Rivera como ministro de salud mostró capacidad ejecutiva. A la vez que transitó con suerte. Pero con eficiencia y transparencia, supo acumular respaldo presidencial para enfrentar una temible coyuntura donde se salvaron muchas vidas.

 

Rivera Reyes tuvo la fuerza y voluntad para implantar con apoyo presidencial, la tercera dosis de la Vacuna contra el Covid-19.  Aprovechó de manera vanguardista, desde mitad del año 2021 la coyuntura surgida en las estrategias mundiales contra Covid-19, para una tercera dosis. Fue una solución valiente de prevención primaria, añadir una tercera o mezclar varias vacunas contra esta enfermedad. Se crearon respuestas inmunitarias robustas, especialmente contra sus diversas variantes.

 

Daniel Rivera y todo el gabinete de salud, tuvieron muy claro, conceptual y operativamente, las diferencias y correlaciones, entre inmunidad humoral (defensa circulante en la sangre) y la inmunidad celular (defensa constante en los tejidos). Una, la primera es táctica, inmediata y transitoria; la otra, es estratégica, mediata y largo plazo. En estos momentos, el mundo necesita de ambas.

 

Cuando se aplican vacunas contra cualquier tipo de patología infecciosa, desde la tuberculosis hasta el Covid-19, se esperan dos tipos de protecciones. Primero, se generan anticuerpos específicos que circulan en sangre periférica o “soldados de primera línea”, contra el microbio causante. Segundo, más allá de la sangre, en los tejidos propiamente dichos, de la economía humana, los Linfocitos T, son los soldados de la próxima línea de defensa. Guardan en su memoria, los mecanismos de protección contra la enfermedad concreta, y permiten una protección de largo alcance.

 

Entonces, cuando una persona es vacunada correctamente, y se pone en contacto con los agentes causales o microorganismos infecciosos de las enfermedades, por la memoria inmunológica que guardan los Linfocitos T, ese ser humano, posee la capacidad reaccionar y combatir nueva vez, la enfermedad. Estos linfocitos son células que crean defensa o inmunidad permanente.

 

En este orden, puso en operación una tercera dosis, y las 42 direcciones provinciales y de área del Ministerio de Salud, se concentraron en levantar el inventario de vacunación de su territorio. La tercera dosis privilegió los grupos de riesgos por labor, edad, riesgo o condición patológica.

 

El ministro fue por más, y logró junto al gabinete, hacer varios impactos frente a la pandemia, con la iniciativa de formular el Plan Estratégico de Salud 2030, que pronto se presentará al país.

 

En República Dominicana, Pandemia y Planificación son dos “P” que no habían convergido. No concurrieron cuando la influenza de 1918. Tampoco, en las epidemias de viruela y enfermedades prevenibles del siglo XX y menos aún, después del cólera 2010 cuando el ministerio publicó sus “lecciones aprendidas”.

 

El foro Covid 19, convocado por Listín Diario y PUCMM, a realizarse hoy, podría subrayar que la convergencia de pandemia y planificación, fue impulsada por la visión anticipada de Luis Abinader y Raquel Peña. Enfoque e inversión oportuna para un sector salud que estaba disperso, siendo nucleado por un gabinete de salud ejecutivo.

 

Los éxitos contra la pandemia son puntos a replicar. Para enfocarnos en un auténtico plan estratégico con visión y proyectos que potencien lo mejor de lo realizado ante el Covid 19.

 

La Nación acumula inventarios de buenos propósitos acordados desde que Monseñor Núñez Collado medió frente a Balaguer, la huelga de la Asociación Médica 1991. Intenciones asertivas, pero muy pocas convertidas en proyectos precipitantes para gestar salud como escenario, medio y fin del desarrollo.

 

En una nación de 10.6 millones de habitantes, que recibe 8.5 millones de turistas y hace frontera con 11.4 millones de haitianos; brotes, epidemias y pandemias son amenaza constante.

 

Procesos que encontrarán una población en transición demográfica. Es decir, muchas personas adultas en sobrepeso, obesas, hipertensas, diabéticas y con alimentación no saludable. Mal atendidas por hospitales y clínicas de tercer nivel. Costosos servicios que suplantan una atención primaria en salud olvidada por más de 20 años; que espera una inversión pública inteligente que inicie por el primer nivel.

 

Sabemos que La pandemia, como indicó el informe de OXFAM (Berkhout y otros del 2021), puso al descubierto y agravó las desigualdades existentes.

 

Si bien el COVID-19 ha destacado la asociación entre la salud, los efectos en la economía, los mercados, las empresas y los empleos, no es menos cierto que asimismo expuso la quebradiza naturaleza de los sistemas de salud para responder tanto a las amenazas de la pandemia en paralelo, y a aquellas que surgen de las enfermedades no transmisibles, cuya prevalencia incrementa los riesgos de enfermedad grave y muerte por el virus entre las poblaciones que viven con este tipo de enfermedades.

 

Richard Horton (editor de la revista Lancet) señaló, en septiembre de 2020, que centrarse exclusivamente en el virus SARS-CoV-2 era un error porque el impacto mortal de la pandemia no se debe a que el virus impacte solo, sino que interactúa con las enfermedades crónica y con sistemas de salud débiles o fragmentados.

 

La Estrategia Salud 2030 como prioridad, asimismo deberá presentar proyectos económicos y financieros para acumular recursos frescos que impulsen las esperadas transformaciones.

 

Realmente, la pandemia precipitó una inversión anual 40 mil millones de pesos en atención primaria. Vacunas, insumos, materiales, medicamentos, equipos de protección y recursos humanos de promoción. Un estimado real de la plataforma financiera necesaria para implantar proyectos estructurantes del plan estratégico salud 2030.

 

Iniciativas que al menos debieran presentar 50 proyectos de mayor impacto de aquí al año 2030. Período meta para la Estrategia Nacional 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).