Es mucho lo que se ha escrito, se escribe y seguirá escribiéndose acerca del papel que juega la educación en el desarrollo de los pueblos y muchas han sido las transformaciones y reestructuraciones que han venido sufriendo los sistemas educativos de los países con miras a adaptarlos a los tiempos y a las necesidades que puntualmente requiere cada uno y lógicamente ahora tomando en cuenta nuestro mundo globalizado. Es por ello por lo que mundialmente se han establecido niveles de inversión en educación con respecto al PIB de cada país, lo que se ha convertido en el patrón que sirve como factor comparativo de los esfuerzos que están realizando cada uno para mejorar los sistemas educativos y consecuentemente para alcanzar los objetivos y metas trazados.

En este sentido, parecería que podría aplicarse prácticamente de manera universal el hecho de que los países que mas han invertido e invierten en la educación, hoy son los que lideran los índices de desarrollo humano y económicos del mundo, sin que esto implique, que necesariamente a una mayor inversión en educación, mejores resultados habrán de esperarse. De hecho en el año 2003 se realizó una evaluación de los resultados que determinó que Australia, Bélgica, Canadá, la República Checa, Finlandia, Japón, Corea, Nueva Zelanda y los Países Bajos gastaron menos que los Estados Unidos, pero los resultados fueron mejores, mientras que los Estados Unidos gastaron mucho más, pero estuvieron por debajo del promedio de la OCDE. De hecho, la República Checa se colocó entre los diez primeros, pero solo gastó un tercio por estudiante de lo que gastaron los Estados Unidos y sin embargo EE. UU. quedó en el lugar 24 entre los 29 países comparados.

Es decir que la eficacia de la educación de un país solo depende en parte de los recursos económicos invertidos y podríamos decir que la base de una buena educación es la calidad del sistema y la calidad del gasto.

En cuanto a nuestro país, la educación mantuvo un lastre desde el año 1970 hasta el 2012, periodo en el que la inversión en educación estuvo por debajo de un 1% del PIB y nunca fue mayor del 2%, lo que, junto al descuido total de los gobiernos de turno, definitivamente nos llevó al fondo del pozo y a colocarnos dentro de los países con peores sistemas educativos de la región. Al iniciarse la aplicación de la ley 66-97, que establecía el 4% del PIB para la educación, lo cual ocurrió a partir del 2013, el trabajo a realizar para salir del pozo era prácticamente inalcanzable y se podría afirmar que en el caso de que se realizara un trabajo de integración de todos los sectores del país, lo cual no ha sucedido, quizás los resultados podrían verse a muy largo plazo.

El sistema educativo del país debería reiniciarse y quizás se podrían estudiar sistemas de otros países que han sido exitosos y adaptarlos a nuestra realidad, ahora que se tienen mas recursos económicos que utilizados eficientemente deberían ser suficientes para salir del fondo del pozo y entonces poder reclamar mayores asignaciones presupuestarias para el sector.

Reconociendo el enorme letargo que sufrió nuestra educación por mas de cuarenta años, lo cierto es que, habiéndose duplicado los recursos económicos asignados al sistema desde hace varios años, los avances ni siquiera pueden sentirse y mucho menos medirse positivamente. Esto podría apreciarse si se toman en cuenta los resultados de los últimos informes del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (por sus siglas en inglés, Programme for International Student Assessment) correspondientes a los años 2015 y 2018, en los que la Republica Dominicana, bajó su puntuación (del 2015 al 2018) en el rendimiento académico en matemáticas, lectura y una leve mejoría de cuatro puntos en ciencias, pero todas estas puntuaciones muy alejadas de la media de la mayoría de los países incluidos en estos informes.

Debemos indicar que cualquiera que sea el sistema educativo que finalmente sea adoptado por el país, si no se toman en cuenta el desarrollo de los valores morales de los niños en todo el proceso primario educativo, de tal manera que se inculquen desde temprana edad, el respeto a los derechos humanos, respetuosos de las leyes, amantes de la verdad, no importará los avances y logros que, en los conocimientos culturales, las matemáticas y las ciencias se obtengan. Esto, tomando en cuenta que uno de los objetivos principales de un sistema educativo es la formación de ciudadanos con alta auto estima, lo cual deberá tener su génesis desde muy temprana edad.