En momentos cruciales de la lucha por la Independencia de América, el 24 de mayo de 1822, luego de tres horas de arduos combates, la independencia de América percibía una de sus victorias básicas en el área del volcán Pichincha en Ecuador, al vencer los patriotas americanos a las combativas huestes hispanas que pretendían retener la ocupación de Quito, y mantener un bastión estratégico en la mitad de América del Sur pensando en un gran contrataque. La inmensa jornada, encabezada por Antonio José de Sucre, limitaba al poder español a importantes zonas de Perú, de donde serían desalojados dos años después en un esfuerzo patriótico encabezado por el propio mariscal Sucre.

El objetivo militar de los insurgentes era la ciudad de Quito. Guayaquil ya no estaba en manos de los hispanos, pero tenía un interés estratégico para ellos por su importancia marítima. Quito se mantenía en lucha desde 1810. Cruentas jornadas habían costado la vida a muchos patriotas, principalmente hombres claves como el general Carlos Montufar, fusilado por los godos colonialistas. (Jorge Salvador Lara. Breve historia contemporánea del Ecuador.  Fondo de Cultura Económica. México, 1995. pp. 295-296). El general hispano Toribio Montes, de intensa participación en estos acontecimientos, venció en 1812 a los insurgentes de Quito. Este oficial luego sería gobernador de Puerto Rico.

Tras las victorias de Boyacá y Carabobo, Bolívar prosigue indetenible su campaña guerrera hacia el Sur en febrero de 1822, rumbo al Ecuador que junto a Perú representaban un grave peligro en poder del colonialismo. En Popayán-Colombia el 9 de febrero recibe la información que un grupo de supuestos patriotas de Santo Domingo solicitaban unirse a la Gran Colombia (en realidad eran oligarcas temerosos de perder sus esclavos, por la acción de un movimiento antiesclavista que había estallado en el interior en noviembre de 1821 y que luego fue capitalizado de modo malicioso por el presidente haitiano de la época), no conocía detalles de este asunto, ni mucho menos tenía compromisos previos con estos oligarcas. Era pertinente continuar la marcha en la arriesgada campaña del Sur. Pasto, el poblado más importante entre Popayán y Quito sería su próximo objetivo, estaba dominado por los realistas con apoyo de la población, el Libertador encontró una tenaz oposición armada.

Pierre Vayssiére, biógrafo francés de Bolívar, nos dice que su avance por esta zona adversa de Pasto fue difícil, además se trataba de un área aislada, accidentada y era el periodo de lluvias, añadiendo: “La población era hostil a los patriotas. Popayán fue ocupada en enero de 1822, pero Pasto, ultrarrealista y fanática, casi inexpugnable, opuso una férrea resistencia”. (Pierre Vayssiere. Simón Bolívar el sueño americano.  Editorial El Ateneo. Buenos Aires, 2008. p. 96).

Sucre desde el año anterior (1821) por órdenes de Bolívar estaba reforzando las posiciones patrióticas en Guayaquil, donde había llegado por la vía marítima a través del Pacífico. Esperaban desarrollar un operativo envolvente, Sucre desde Guayaquil a Quito y Bolívar a partir de Pasto hacia la misma ciudad.  El operativo en proyección sufrió otro grave trastorno, Sucre se vio conminado a enfrentar fuertes columnas españolas, en una zona boscosa denominada Guachi sufrió un importante revés que le obligó a retornar a Guayaquil para reponerse. Logra un breve armisticio con el enemigo, que también quedó en malas condiciones. (Ramón González Paredes. Sucre y América.    Universidad José María Vargas. Caracas, 1998. pp. 274-275). Con la tardanza de lugar la prensa madrileña se hizo eco del encuentro de Guachi:

“La acción duró como una hora, y en ella pereció igual número de ambas partes; pero vencidos los insurgentes, excedió el de muertos en su derrota, porque los soldados de la columna siguieron el sistema de exterminio, de modo que desde que salieron de esta capital comenzaron a ejecutarlos  […]. (El Imparcial.   Madrid, 24 de abril 1823).

El ejército colonial desarrollaba una desesperada guerra a muerte que no respetaba ni heridos, ni prisioneros, como lo evidenció la prensa independiente de Madrid.. La situación de Sucre quedó muy comprometida por las bajas de su ejército en Guachi. Tras superar las dificultades, en 1822 reemprende su camino hacia Quito. Miguel Angel Mudarra, biógrafo venezolano del héroe, nos dice sobre el avance hacia Quito:

“Los accesos a esta capital son difíciles, pues rodeada por un cerco de montañas y situada a casi 3,000 metros de altura, aparecía inexpugnable. Solo dos pasos eran accesibles: Jalupana y Viudita, en cuyas cimas Aymerich coloco su ejército. Este, entre Cuenca y Quito tenía 3,400 soldados”. (Miguel Angel Mudarra. Así era Sucre. Biografía del Gran Mariscal de Ayacucho.  Comisión Nacional del Bicentenario del Mariscal Sucre. Caracas, 1995. p. 79).

Cuenca era la otra ciudad de importancia además de Quito y Guayaquil. En esta guerra de posición, el objetivo colonial era impedir el acceso de los revolucionarios a Quito. Bolívar debía avanzar desde Pasto para evitar que llegaran refuerzos españoles a Quito. En esos esfuerzos, el 7 de abril se produce la batalla de Bombona, muy sangrienta para ambos bandos. Los insurgentes fueron severamente embestidos, los españoles y aliados estaban parapetados en una especie de cañón de la naturaleza, no obstante los colonialistas huyeron y vieron frustrada la posibilidad de llegar a Quito.

Croquis de la época que destaca a Pasto, Quito, Cuenca y Guayaquil. Fuente: La guerra y su preparación.  Ministerio de la Guerra. Madrid, enero 1827.

El ejército de Sucre fue reforzado por combatientes de diversas nacionalidades. El general José de San Martín envió el último refuerzo, el batallón de Numancia. El historiador ecuatoriano Oscar Efrén Reyes, nos dice que: “Si las tropas de Sucre eran ya continentales y hasta cosmopolitas -pues en ellas había guayaquileños, patriotas del interior que acudían de los pueblos del tránsito a engrosar voluntariamente las filas; venezolanos, granadinos, ingleses y españoles-, las que enviaba San Martín reunían elementos argentinos, chilenos, bolivianos y peruanos: América independiente estaba, pues, reunida para los combates decisivos, […] (Oscar Efrén Reyes. Breve historia general del Ecuador.  Editorial Fray Jodoco Ricke. Quito, 1960. T. II, III p. 445-446).

Sucre no conocía la zona, utilizó guías nativos, decidió atravesar la avenida de los volcanes ecuatorianos, pretendiendo sorprender a los soldados españoles dirigidos por el general Melchor Aymerich, a quien ya había enfrentado próximo a Guayaquil en Guachi. Con sus tropas el general venezolano se amparaba en las laderas del volcán Cotopaxi (el segundo más grande de Ecuador después del Chimborazo) para tratar de asaltar al enemigo, pero este movimiento fue advertido y los españoles se replegaron a las entradas de Quito. Sucre marchaba  por las faldas del volcán Pichincha, con las claras intenciones de despistar al enemigo. Nicolas Estévanez, célebre militar republicano e historiador español, al describir la astucia guerrera de Sucre durante este delicado avance, apuntó que los españoles esperaban a los criollos por la entrada tradicional a Quito:

“Al saberlo el general español, hizo ocupar las gargantas de la sierra por donde esperaba que los insurgentes desembocarían. Sucre evitó aquellos pasos fáciles de defender y casi inaccesible, escalando con su tropa las ásperas laderas del Cotopaxi, y las heladas cimas, y los cráteres abiertos de aquel volcán rugidor, para caer  sobre los valles de Quito por un camino de águilas; empresa que ha sido muy celebrada, pues hace grande honor al joven general venezolano”. (Nicolas Estévanez. Historia de Amèrica.  Casa Editora Garnier Hermanos. París, 1928. p. 333).

Se trataba de una guerra volcánica. Los hispanos al amanecer del 24 de mayo pensaron se habían retirado los insurgentes y avanzaron hacia la loma del Chilibulo, en el área de influencia de Pichincha:

“A las 9 y media de la mañana, el repentino contacto entre ambos frentes siguió la sorpresa realista, cuyo avance quedó detenido por su propia decisión, para organizarse y reemprender su marcha con toda la energía posible. La lucha generalizase, pero todos los cuerpos no podía participar simultáneamente dadas las difíciles condiciones del terreno”. (Miguel Angel Mudarra. Así era Sucre. Biografía del Gran Mariscal de Ayacucho.  Comisión Nacional del Bicentenario del Mariscal Sucre. Caracas, 1995. pp. 80-81).

Las tropas españolas para la defensa de Quito se calculaban en 1,894 soldados. Sucre alcanzaba bajo su mando 2,971 hombres, avanzaron por la zona volcánica bajo una pertinaz llovizna, que impedía avanzar entre el lodazal, pero llegó la hora del contacto fue una lucha a quemarropa y muy sangrienta. Los patriotas esperaban el Batallón Albión, integrado por ingleses, que traían municiones de refuerzos, que ya escaseaban en el frente de batalla. El oportuno arribo de este batallón fue decisivo, los criollos se envalentonaron. Cerca de las doce del día el general español Aymerich ordenó tocar retirada y sus tropas se refugiaron en el cuartel Panecillo, dentro de Quito. Estaban atrapados, sin la oportunidad de recibir refuerzos ante el inminente asalto al fortín.

Para evitar la continuidad del derramamiento de sangre, Sucre cabildeó la rendición de los españoles que fue aceptada por Aymerich, el acta se suscribió al día siguiente. El mariscal Sucre el 28 de mayo informaba al ministro de la guerra, los pormenores de la histórica expedición de Pichincha:

“Los resultados de la jornada de Pichincha, han sido la ocupación de esta ciudad, y sus fuertes el 25 por la tarde, la posesión y tranquilidad de todo el departamento y la toma de 1,100 prisioneros de tropa, 160 oficiales, 14 piezas de artillería, 1,700 fusiles, fornituras, cornetas, banderías, cajas de guerra, y cuantos elementos de guerra poseía el ejército español”.

“Cuatrocientos cadáveres enemigos y doscientos nuestros han regado el campo de batalla: además tenemos 190 heridos de los españoles y 140 nuestros”. (Antonio José de Sucre. De mi propia mano.  Editor, J. L. Salcedo-Bastardo. Fondo de Cultura Económica. Segunda edición. México, 1995. p. 69).

La caballería española no estaba contemplada en la rendición, trataba de escapar. Sucre escribió sobre el particular: “La caballería española va dispersa y perseguida por el cuerpo del comandante Cestari, que antes había yo interpuesto entre Quito y Pasto”. (Antonio José de Sucre. Obra citada, p. 70).

A los prisioneros hispanos se les permitió retirarse a Cuba, aspecto contemplado en la capitulación. Precisamente el comandante Melchor Aymerich, fue asignado en Cuba a los servicios militares de esa isla todavía colonia hispana, en 1824 se desempeñaba como subinspector general de la isla. (Guía de forasteros en la siempre fiel isla de Cuba. La Habana, 1844).

Alegoría de la rendición del general Melchor Aymerich y sus tropas en  Quito.

La prensa ministerial española, todavía dos años después de la derrota de Pichincha, condenaba la participación de los ingleses en esa batalla. Veamos una nota publicada en varios diarios ministeriales:

[…] pásese una escrupulosa revista a las divisiones revolucionarias, y se verán muchos regimientos de aventureros; si no, dígalo Venezuela, donde con su vida han pagado su entrometimiento más de 89 soldados, que ninguno hablaba español; Pichincha, donde el día 24 de mayo de 1823 pelearon contra los realistas dos regimientos, compuestos de individuos que todos hablaban idioma extraño, desde el primer jefe hasta el último corneta; dígalo:::: pero corramos el velo de este cuadro para no ver espectros de otros monstruos más horrorosos”.  (Diario Balear.  Palma de Mallorca, 5 de marzo de 1824).

Esto no tenía nada de pecaminoso, se trataba de una brigada internacionalista integrada a la liberación de América. Ingleses muy vinculados a los argentinos de modo principal.

Gerhard Masur importante biógrafo de Bolívar, analizó la trascendencia de Pichincha en la rendición de la hasta entonces indomable zona realista de Pasto. Destacó que el comandante español Basilio García destacado en esa ciudad, recibió primero que Bolívar la victoria de los insurgentes en Pichincha (por los hispanos que huían) y decidió rendirse antes que éste se enterará del triunfo de sus compañeros y lanzara una embestida final. Masur anotó:

“Sin embargo las autoridades comprendieron que Pasto se encontraba entre dos fuegos, y por esta razón García resolvió el 28 de mayo la rendición de la ciudad a Bolívar.  Este ignoraba todavía la victoria de Pichincha, y García fue lo bastante inteligente para guardar silencio sobre el triunfo de Sucre hasta haber obtenido las mejores condiciones posibles de los republicanos. El 6 de junio quedó concluida la rendición, con la promesa de que se respetaría la vida de todos los monárquicos y hasta con el ofrecimiento de la amistad del Libertador a García”. (Gerhard Massur. Simón Bolívar. Biografías Gandesa. México, 1960. pp. 386-387).

La importante victoria de Pichincha fue celebrada en los países libres del dominio hispano. México que tenía un régimen monárquico, pero mexicano, en su periódico oficial se hacía eco de las victorias de Bombona y Pichincha:

“Acaba de recibir el gobierno partes oficiales del cuartel general Libertador en Pasto a 8 de junio en que se incluyen las capitulaciones concedidas por el ejército Libertador a los españoles que defendían a Pasto y Quito, en virtud de las cuales fueron ocupadas la primera ciudad por S. E. el Libertador Presidente el mismo 8 de junio, y la segunda por el general Sucre el 25 de mayo. Las brillantes jornadas de Bombona y Pichincha que precedieron a las capitulaciones obligaron al enemigo a rendirse, y los libertadores del Sur fueron tan generosos como valientes. La guardia colombiana ha aumentado su reputación, y los guerreros de Pichincha han manifestado el amor a la libertad todo lo supera. La guerra del Sur se ha terminado con gloria de las armas de Colombia, un millón de americanos viene a aumentar la familia de la república, y el vencedor de cien batallas el generoso enemigo de la España, el creador de Colombia, el inmortal Bolívar ha añadido nuevos timbres a su inmarcesible gloria. Viva Colombia. Vivan sus invencibles guerreros. Viva su Libertador”. (Gaceta Extraordinaria del Gobierno Imperial de México.  México, 18 de septiembre 1822).

Pichincha desbrozó el sendero para lograr la definitiva victoria republicana en la América del Sur, que tendría su augusto final dos años después en Ayacucho, a cargo precisamente del mariscal Sucre, a quien se rinde honor en estos momentos por el memorable bicentenario de Pichincha.