Entre muchos otros factores Gustavo Petro tiene en su contra el hecho de que, al juzgarlo precipitadamente, muchos toman como única referencia a los gobiernos de los vértices del triángulo Managua, La Habana y Caracas. En cambio, muy pocos adoptan un enfoque optimista para plantear la expectativa de que Petro repita el modelo del Frente Amplio de Uruguay.
Uno de esos tres gobiernos de izquierda fue encabezado por José Mujica, antiguo guerrillero urbano de los Tupamaros, pero, a contrapelo de los escépticos, todos reforzaron la institucionalidad democrática, propiciaron la alternabilidad en el poder a través de elecciones incuestionablemente limpias y ni por asomo intentaron modificar la constitución para imponer reelecciones consecutivas para eternizarse en el poder, como Ortega y el chavismo. La honestidad de esos gobernantes uruguayos y el respeto a la ley crearon un ambiente de paz social y seguridad jurídica que tuvo como secuela crecimiento económico sostenido, reducción de la pobreza, aumento del salario real y niveles ínfimos de desempleo. En el 2013, bajo el mandato de Mujica, “The Economist” declaró a Uruguay como “El país del año”.
La dictadura de Daniel Ortega y su mujer tuvo un origen redentor que fue envilecido con el paso del tiempo pues surgió de la derrota de la dictadura de Anastasio “Tacho” Somoza quien siendo jefe de la Guardia Nacional en 1934 ordenó la muerte del guerrillero Augusto César Sandino, fundador del Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional que se enfrentó a la ocupación americana concluida en 1933. Somoza manejó el país de 1937 a 1956 cuando fue ajusticiado. Sus hijos, Luis y “Tachito” lograron allá lo que Ramfis no pudo hacer aquí: dieron continuidad a la dictadura y crearon una dinastía represiva aplicando el método de “Las 3P” de su padre: “Plata para los amigos, palo para los indiferentes y plomo para los enemigos”.
Luis gobernó de 1956 al 1963 y fue sustituido por René Schick, monigote de los Somoza, quien falleció de muere natural en el cargo. “Tachito” asumió el poder en 1967 y como presidente o jefe de la Guardia Nacional gobernó hasta 1979.A diferencia de Luis , “Tachito” fue de armas tomar. Se graduó en 1946 como ingeniero hidráulico en West Point, la academia militar americana más prestigiosa. Su codicia no tuvo límites al extremo de que, en medio del desastre del terremoto del 1972, que destruyó a Managua, se apropió de los recursos que llegaron a Nicaragua como parte de la solidaridad internacional.
Somoza fue derrocado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que dirigió la insurrección popular luego del asesinato en enero 10, 1978 de Pedro Joaquín Chamorro, propietario y director del diario opositor “La Prensa” , líder de la Unión Democrática de Liberación. En las elecciones del 1990, Daniel Ortega fue derrotado por Violeta Chamarro y así concluyó la primera etapa del dominio del FSLN. Los sandinistas, que triunfaron con la aureola de apóstoles redentores, repitieron desde el poder la codicia de los Somoza y al perder las elecciones aplicaron el método de “la piñata” apropiándose de los bienes de propiedad estatal.
Daniel Ortega repitió como presidente en el 2006 con un 37.99% de los votos. Desde el ejecutivo dominó los otros tres poderes: el Judicial, el Legislativo y el Electoral para reelegirse en 2011, 2016 y 2021. Se juramentó por quinta vez en enero 2022 habiendo apresado a todos otros potenciales candidatos presidenciales y ahora acosa a la iglesia Católica.
El FSLN triunfó en medio de circunstancias difícilmente replicables pues derrocaron una dictadura sangrienta de larga duración que acumuló una fortuna para los Somoza, estimada en cientos de millones de dólares. Capitalizaron a su favor una imagen de luchadores libertarios ungiéndose con la aureola de mártires míticos como Sandino y Chamorro. Para rematar, contaron con la bendición doctrinaria del sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, nominado cuatro veces al Premio Nobel de Literatura, quien luego acusó a Ortega de dictador. En el combate se aprovecharon de la osadía de Edén Pastora, el “Comandante Cero”. Daniel Ortega no gobierna con ideales, sino apoyado por militares que sustituyeron a los guardias somocistas.
Petro ganó las elecciones con votos que sepultaron a los partidos tradicionales, no por la imposición de botas militares. Además, como no es inocente, sabe que triunfó no para derrocar una dictadura sangrienta y corrupta, sino para dar continuidad y mejorar una democracia institucional, no perfecta, pero sí la más longeva de la región.
Petro abandonó las armas subversivas y ha participado por décadas dentro del juego democrático. En su investidura señaló que en Latinoamérica “es hora de dejar atrás los bloques, los grupos y las diferencias ideológicas para trabajar juntos” por lo cual constituye un traspié haber firmado un comunicado junto a los presidentes de Argentina, México y Colombia defendiendo a la plutócrata vicepresidenta Cristina de Kirchner, para quien los fiscales reclaman 12 años de prisión y la exclusión a perpetuidad del desempeño de funciones públicas.
Si Petro logra su objetivo de paz verdadera y permanente superará a Mujica y Colombia será declarada por todos los medios de comunicación a nivel mundial “El país de la década”.