Existe una tendencia de la humanidad hacia el pesimismo. Incluso grandes pensadores se muestran orgullosos de desarrollar discursos en los que intentan demostrar lo lamentable que es la existencia humana.

Algunos consideran que para ser optimista es preciso ser ingenuo o ignorante. Esta tendencia pesimista podemos verla tanto en el arte, la ciencia, como en la filosofía. Prácticamente casi todas las personas se muestran inconformes con la realidad, pero solo algunas de ellas están dispuestas a cambiarla. A menudo vemos la tendencia a hablar con optimismo de forma pública y con pesimismo en círculos íntimos.

Todos los políticos en campaña te ofrecen la idea de que con ellos se puede llegar a un futuro mejor. Los buenos políticos verdaderamente creen lo que dicen, a los demás solo les interesa que tú lo creas.

Podemos ver cómo los filósofos existencialistas se dedicaban a analizar lo que es la vida humana, considerando que sus conocimientos proveen justificaciones para el pesimismo (la “crisis existencial”) y donde nuestros conocimientos nos ayudarían simplemente a explicar nuestra terrible existencia. Así vemos autores como Schopenhauer, Sartre, Kierkegaard, Miguel de Unamuno y Nietzsche, que presentan una imagen deplorable de la realidad humana. Según estos, más que vivir, sufrimos en el mundo.

Si vas a estudiar la realidad para dejarla igual, más vale que no estudies. El verdadero valor de la inteligencia humana es su potencialidad transformadora.

Es curioso señalar, que ese pesimismo que hemos mencionado se mantiene después de la revolución industrial, del gran desarrollo de la ciencia, de haberse logrado impresionantes avances en la medicina y en el momento en que comenzamos a hablar de la conquista del espacio. Pero en la misma medida en que vamos logrando un mayor control del medio ambiente, lo vamos destruyendo, por lo que se evidencia que el verdadero problema está en nosotros mismos. Hemos llegado a desarrollar una ambición desmedida y egoísta, siendo la culpable de que no nos importe destruir nuestro hogar, la Tierra.

Lo que distingue a los sapiens como especie es la inteligencia y la capacidad de organizarse hasta en agrupaciones de millones de individuos para lograr objetivos comunes. Pero si no estamos teniendo una relación adecuada con los demás, no necesitamos más confirmaciones de que precisamos revisar nuestros procesos mentales. No busques en el árbol la espina que tienes clavada en tu pie.

Afortunadamente muchas personas creen que el orden y el bien, siempre predominarán sobre el caos y el mal, lo que les impide conformarse con la opción del desastre total y las mantiene abiertas a encontrar soluciones para cualquier problema.

Tener mucho conocimiento, pero de forma parcializada, puede determinar que surja la desesperanza, porque solamente el conocimiento trascendente que permite captar realidades superiores puede conferir una visión esperanzadora en este plano existencial. Nuestra realidad presenta algunas verdades innegables. Por mucho que nos guste este mundo, nada nos asegura en un 100% que estaremos vivos mañana. Obviamente las fuerzas del mal o negativas son parte de la existencia (algunos las señalan como argumento de que Dios no existe). Pero, así como el fuego es necesario para transformaciones de la materia, en otros niveles de existencia también encontramos equivalentes de este elemento. Entre los filósofos existencialistas hay creyentes, como podríamos señalar a Kierkegaard, quien cree en una realidad espiritual trascendente, de esta forma, aunque nos presenta la angustia existencial, admite que la felicidad está al alcance de las actitudes correctas del hombre, así la felicidad sería una decisión personal.

Puedes ser o tener lo que sea, pero solamente podrás ser feliz cuando decidas serlo. Pocas cosas son tan gratificantes como respirar, pero usualmente solo lo descubrimos si nos estamos asfixiando. No importa cuál sea tu existencia, siempre habrá motivos para sentirte bien y situaciones que te fuerzan a moverte (ojalá nunca te falten esos motivos ni esas situaciones).

Saber vivir supone poder analizar todo aquello que nos falte para saber cómo mejorar, pero sin perder la capacidad de disfrutar lo que ya tenemos.

Con la ilusión de lograr la meta esperada, tu cuerpo está en mejor condición para dar la milla extra que pudieras necesitar, nuestro positivismo es extensible a cada una de nuestras células. Tu mente se potencializa con un estado anímico positivo y agradable, a diferencia de cuando está sacudida por emociones negativas que la agotan. Si estuviéramos convencidos de que no podemos caminar, sería imposible hacerlo porque ni siquiera lo intentaríamos, por lo que la visión pesimista limita mucho nuestras facultades.

Lo que estamos expresando es a nivel individual, pero: ¿puedes imaginar un pueblo en el que nadie crea que se puede avanzar? Su desarrollo como nación sería muy difícil.

Si no somos capaces de visualizar opciones de superación social, si solo logramos ver las deficiencias, nuestro silencio podría ser más conveniente que las palabras. Hay momentos para callar y aprender. Si tus conocimientos son un apoyo para una vida mejor, has tenido el aprendizaje adecuado.