Tengo fresco en mi memoria el acto en el que el poeta y escritor Tony Raful puso en circulación, hace un buen tiempo, el libro “Johnny Abbe García: “Vivo, Suelto y Sin Expediente” (el título debió ser en plural) en el que reseña que ese inclemente asesino, quien fuera el temido jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIN), a sus 94 años, se pasea impunemente por las calles de Estados Unidos.

Confieso que mientras se desarrollaba el acto, sentía que mi interior se llenaba de indignación y de una inmensa frustración, aunque también sentí una gran satisfacción porque reafirmé la certeza y vigencia de mi tesis sobre la ruptura pendiente en la República Dominicana que vengo sosteniendo desde hace más de 20 años.

En medio de las intervenciones de los presentadores de la obra, me preguntaba cómo es posible que un despiadado criminal como Johnny Abbe García esté “Suelto, Vivo y Sin Expediente”, y lo más indignante aún es que en más de 60 años ninguna autoridad dispusiera su extradición para que ese asesino pague por los crímenes de lesa humanidad que lleva impunemente a cuesta.

Pero también llegó a mi mente, y me pregunté, cómo es posible que ningún gobierno se dispuso hacer justicia por el asesinato a sangre fría a los ajusticiadores del tirano que materializaron Ranfis Trujillo y su cofradía de criminales y derrochadores del bien público, luego que en noviembre de 1961 se despidieran de la tierra parió a esos engendros diabólicos.

Huelga recordar que los asesinos de las hermanas Mirabal escaparon de la cárcel en abril de 1965, cuando estalló la Revolución, donde guardaban presión en la Fortaleza Ozama, por solo mencionar unos pocos casos que el solo hecho de recordar ese horrendo crimen estremece el alma de la consciencia nacional.

“Vivo, Suelto, y Sin Expediente”, muy a pesar de los gobiernos de los ocho gobierno que se sucedieron del 30 de mayo de 1961 y el primero de julio de 1966 cuando se inauguró la nueva y nefasta era de Joaquín Balaguer, “el presidente civil títere del Jefe”, quien reivindicó a esos desalmados, y los puso a su servicio en el país y en el exterior, sobre todo en labores de espionaje.

Balaguer designó a esos personeros en importantes posiciones en el tren administrativo del Estado, en los altos mandos militares, en el cuerpo del orden público, en fin, le sirvieron en las más diversas misiones, sin importar el tipo de tarea encomendada, y que cumplían a cabalidad.

Entre los criminales que regresaron a sus anchas al país con la vuelta al poder de Balaguer en 1966, se cuentan los asesinos de las hermanas Mirabal, por solo citar algunos de los más horrendos crímenes cometidos por esos hijos de la mala madre.

Aquí vinieron y vivieron tranquilos el resto de sus vidas, asistían a misa todos los domingos, y murieron en la tierra que mancharon con la sangre de tantos patriotas.