La disposición gubernamental de repatriar semanalmente diez mil ciudadanos haitianos residentes ilegales parece ser el reflejo de un estudio migratorio oficial, nos confirma lo que palpamos a diario, un enorme ingreso de ciudadanos de ese país que huyen de la vorágine. Esto es entendible, pero también  está a la vista la actitud irresponsable de las autoridades haitianas muy entusiasmadas en imputar racismo a los dominicanos, al mismo tiempo que no solo son incapaces de poner coto al ingreso ilegal de sus ciudadanos a Dominicana, sino que alientan esta inmigración indebida con fines pérfidos. A esto se agrega el activismo suspicaz de ciertas ONG que tratan de capitalizar ese aflictivo asunto, no para subsanar esa  presencia irregular con los correctivos que disponen las leyes nacionales, sino exigiendo sean dominicanizados.

¿Cuál es el real peligro?  Sin dudas la consigna histórica promovida por la clase dominante del vecino país, en el supuesto que este territorio de la isla también les pertenece. Designio atentatorio contra la integridad nacional, que demanda  mantenernos en alerta dada nuestra relativa baja densidad poblacional para enfrentar la reclamada “dominicanización”, que en un futuro no muy lejano le costaría mucho a los dominicanos, no solo desde el ámbito electoral sino hasta en el insurreccional, aunque este concepto  disguste a distinguidas personalidades.

Toussaint Louverture, su historial siempre me ha merecido no solo respeto, sino admiración, estimo su consigna estratégica de una dirección insular  indivisible pudo ser viable en 1801. En esos tiempos la población de la isla era de negros, mulatos y blancos, aunque ya con profundas diferencias aún no había nacido el espíritu de idiosincrasia binacional de haitianos y dominicanos, las circunstancias políticas, sociales y económicas lo impidieron. Hoy a 223 años de estos acontecimientos, la fusión bajo cualquier argumento  es inviable. Se han desarrollado dos países distintos en materia de hábitos y costumbres, aunque se pretenda eludir estas largas etapas de estructura social.

El soslayado dislate del rey español Felipe III al ordenar las devastaciones ejecutadas finalmente por Osorio en 1606, marcó la génesis de la división de la isla en dos culturas desiguales cuando Francia irrumpió de manera ilícita en el territorio abandonado, logrando doblarle el pulso a la monarquía española y obligándola a reconocer su dominio ilegítimo de la parte occidental con la interpretación capciosa del Tratado de Ryswick en 1697 y su ratificación en Aranjuez para 1777. Quedando legalizada la  formación de una sociedad desemejante en la parte Occidental de la isla, con una cultura diametralmente opuesta a los ocupantes tradicionales de la parte Oriental y sellando la aciaga división que todavía es motivo de gran preocupación para la sana convivencia  insular.

En Aranjuez se legitimaba la existencia en la isla de dos pueblos totalmente diferentes, por lo tanto el futuro esfuerzo de Toussaint a manu militari de antemano estaba condenado al fracaso. Todas las evidencias confirman ya eran conglomerados con espíritus sociales muy distintos.

Uno de los grandes testigos históricos, que hoy está fuera del debate por razones de cronología, nos dejó una imagen diagnóstica de las diferencias de ambas sociedades, se trata del comisionado francés en Santo Domingo (luego gobernador militar de la parte española) general François  Kerverseau, quien en 1880 acotó las notables diferencias entre la colonia desarrollada en la jurisdicción española con la cimentada por Francia:

“Es cierto que si esta posesión hubiera sido hace tiempo nuestra, debería haberse distinguido de las otras por su legislación, porque sin que haya contradicción la parte española de Santo Domingo, por su extensión, población relativa, por sus costumbres nacionales por su modo de cultivar la tierra y por otras varias circunstancias locales, no puede tener nada común con la antigua parte francesa, es verdad que se hallan bajo la misma latitud y bajo las mismas circunstancias de terreno; pero están distantes por sus opiniones, por sus estilos, por el temperamento y  por el carácter de sus habitantes, como lo está el polo del ecuador, y querer sujetar estas dos partes a un mismo régimen, sería pretender unir en una sola dos naturalezas opuestas, […]

Kerverseau recomendaba a sus superiores en París la necesidad de manejar ambos asentamientos conservando: […] su fisonomía natural y los rasgos que las caracterizan, que continúen en formar dos colonias esencialmente distintas por su cultura, por sus costumbres, y por su método de administración”. (Emilio Rodríguez Demorizi. La era de Francis en Santo Domingo. contribución a su estudio.  Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo (C. T.) 1955. pp. 233-234). Este oficial francés que por sus condiciones intelectuales le solicitaron un informe sobre la isla, machacaba se trataba de dos comunidades muy diferentes, por lo tanto su manejo debía estar influido en atención al carácter divergente de ambos pueblos que previamente habían forjado españoles y franceses.

Luego llega la fundación de la República de Haití bajo la dirección de Dessalines, sin dudas un gran combatiente por la libertad de su raza, que finalmente entendió debía aliarse a los mulatos de su área. Mientras, la parte Oriental continuaba bajo la égida de Francia, sus habitantes denominados dominicanos-españoles se sentían desconsolados con la dominación francesa y los expulsaron de su territorio en 1809.

Haití  fragmentado en dos estados luego del magnicidio contra Dessalines en  octubre de 1806, tras superar esta división surge en 1818 la dirección autoritaria de Boyer.  Este logra unificar la isla en 1822, si bien es cierto liberó a los esclavos de la parte española, luego tiranizó a todos sus habitantes tratándolos como un pueblo conquistado. Empezando por dividir la isla en seis departamentos o provincias, solo asignando dos a la parte criolla, los departamentos Ozama y Cibao, el resto era de los haitianos, para mantener una mayoría mecánica en el Congreso, donde los criollos nunca lograron se aprobara un proyecto de ley en beneficio de esta parte Este de la isla.

Los gobernadores fueron generales haitianos represivos como Borgella y Carrie en el Departamento Ozama y Morisset en el Departamento Cibao. Thomas Madiou, posiblemente el más importantes historiador haitiano, quien además vivió durante ese periodo,  describió que las tropas haitianas desde los inicios de la ocupación se dedicaron a atropellar a la población dominicana. Refirió dos divisiones del ejército haitiano que llegaron a La Vega: “Los soldados se  dispersaban por las chozas o cabañas y conseguían los alimentos casi a la fuerza. Ya se oía decir a los dominicanos que se arrepentían de haberse unido a los haitianos”.

También anotó que en Puerto Plata, Boyer debió enviar a su asistente Balthazr Inginac ante los atropellos de su soldadesca: “En Puerto Plata había grandes desordenes cometidos por la guarnición haitiana que Inginac logró reprimir allí como en muchos otros lugares, los habitantes parecían arrepentidos de haberse unido a la Republica”.  (Thomas Madiou. Historia de Haití.   Archivo General de la Nación. Sociedad Dominicana de Bibliófilos. Santo Domingo, 2024. T. VI, T. VIII pp. 110-111). Advertía Thomas Madiou los excesos desde principios de la ocupación haitiana, en muchos lugares del territorio dominicano.

El general haitiano Guy-Joseph Bonnet, en unas Memorias  explicó como los jefes militares haitianos fueron incapaces de neutralizar con una buena dosis de prudencia, las diferencias de idiosincrasia de ambos pueblos:

“La brutalidad de nuestro sistema militar descontentó pronto a los españoles. De todos los oficiales que tuvieron el mando del Este, solo Jacques Simón supo ganarse el afecto de los habitantes, conformándose a sus costumbres. Por todas partes nosotros no supimos sino destruir, ninguna institución útil fue perdonada. La Universidad de Santo Domingo ofrecía a la juventud una instrucción conveniente; nosotros la disolvimos. […] (Emilio Rodríguez Demorizi. Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822.   Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo (C. T.) 1955. p. 281).

Pedro Francisco Bonó, nuestro gran sociólogo empírico que conoció ese lapso, llegó a escribir unas notas estableciendo bien claro Boyer desperdició la última oportunidad de crear un solo país en la isla, cuando sostenía:

“Sea dicho sin ofender a la presente generación, pero me parece que Boyer conoció mejor que todos el verdadero camino de la felicidad de los haitianos, y no se equivocó sino en un punto: no haber fundado la unión de los dos pueblos sobre una base más  equitativa y provechosa, por ejemplo la confederación. Si hubiese sido así, nosotros estaríamos más tranquilos, más felices, más civilizados”. (Emilio Rodríguez Demorizi. Papeles de Pedro F. Bonó. Para la historia de las ideas políticas en Santo Domingo.     Academia Dominicana de la Historia.  Santo Domingo, 1964. p. 610).

Aunque el documento no tiene fecha, Bonó dejaba entender fue escrito durante la ocupación haitiana porque se refería a la condición común de haitianos para los habitantes de la isla. Bonó no inventaba nada cuando resaltaba el error de Boyer al negarse disponer la fusión de ambos pueblos en un estado federado. Se trataba de una fórmula de Gobierno vigente en la época para sociedades que no eran homogéneas, como los diferentes estados que conformaban los Estados Unidos y la Colombia, que agrupaba a cinco países de América del Sur.

Boyer en vez de concederle a los departamentos criollos relativa autonomía, insistió en una política autoritaria centralizada, nombrando como gobernadores a crueles generalotes. Con esta actitud contribuyó de modo indirecto a forjar el sentimiento de unidad nacional entre los dominicanos. Aspecto que finalmente fue catalizado por Duarte, cuando se planteó separarse de los haitianos para formar un nuevo país en atención a las características de todos los habitantes de la parte Este, sin discriminar a ningún sector y manifestando su respeto por el pueblo haitiano, aun ante la probada incompatibilidad social, cuando manifestaba:

Entre los dominicanos y los haitianos no es posible una fusión. Yo admiro al pueblo haitiano desde el momento en que, recorriendo las páginas de su historia, lo encuentro luchando desesperadamente contra poderes excesivamente superiores, y veo como los vence y como sale de la triste condición de esclavo para constituirse en nación libre e independiente. Le reconozco poseedor de dos virtudes eminentes, el amor a la libertad y el valor; pero los dominicanos que en tantas ocasiones han vertido gloriosamente su sangre. ¿lo habrán hecho para sellar la afrenta de que en premio de sus sacrificios le otorguen sus dominadores la gracia de besarles la mano?  No más humillación! No más  vergüenza! Si los españoles tienen su monarquía española, y Francia la suya francesa, si hasta los haitianos han constituido la Republica Haitiana, ¿porqué han de estar los dominicanos sometidos, ya a la Francis, ya a España, ya a los mismos haitianos, sin pensar en constituirse como los demás? Nó, mil veces! No más dominación! Viva la Republica Dominicana!!   (José María Serra. Apuntes para la  historia de los Trinitarios. Fundadores de la Republica Dominicana.   Reimpreso por la Academia Colombina. Imp. J. R. Vda. García. Santo Domingo, 1915. p. 12).

Duarte expresaba su admiración por las luchas de los haitianos, pero admitía la fusión había fracasado. Este fiasco geopolítico no solo lo habían advertido Duarte, Bonó, Bonnet y oficiales franceses del Ejército de ocupación como Kerverseau, sino los propios mandatarios Haití, como lo dejo entrever el general Charles Hérard, que reemplazó en la presidencia a Boyer y en julio de 1843, se trasladó con tropas al territorio dominicano para aplastar la conspiración patriótica, Hérard anotó para la historia: “En Dajabón, primer pueblo del nordeste, he encontrado un pueblo distinto, de otras costumbres, de otras inclinaciones; con un idioma diferente del nuestro, y me he visto obligado, la primera vez , a buscar interprete para mis comunicaciones con el pueblo”. […] (Emilio Rodríguez Demorizi. Invasiones haitianas de 1801, 1805 y 1822.   p. 283).

Este presidente que ocupaba esas funciones desde seis meses antes, desconocía que se trataba de un pueblo totalmente diferente, sin embargo no actuó con  cordura ante las denuncias de conspiraciones, lo hizo de modo prepotente, realizando redadas en el Cibao y Santo Domingo y trasladando presos a Puerto Príncipe. Le echó más leña al fuego.

La fusión fracasó por la obtusa actitud de los gobernantes haitianos al considerar que la parte dominicana era un trofeo de guerra, tratando a los criollos como pueblo conquistado. Esta decepción estrepitosa del último intento de fusión hace 203 años, nos explica porque en esta pequeña isla desde las llamadas devastaciones de Osorio hace más de cuatro siglos, se han forjado dos sociedades totalmente diferentes.

Es  harto lamentable que Haití se degradara hasta convertirse en un Estado fallido, que urge solucionar. No obstante, el desenlace solo hay que buscarlo en Haití, no pretendiendo que su población pase a residir en esta parte dominicana, con el agravante que se está exigiendo hasta con movilizaciones bajo el sambenito de persecución étnica que sean dotados de identificación dominicana. Esto sería otorgarles derechos políticos, una especie de patente de corso que por su condición masiva en un futuro no lejano pondría en peligro la existencia de la Republica Dominicana, cuando reclamen cuotas político-sociales.

Los dominicanos debemos mantenernos expectantes frente a los que quieren pescar en mar revuelto, intentando resolver el problema haitiano creando con fines de distracción la supuesta persecución étnica de los dominicanos, mientras trabajan sin disimulos para otros propósitos estratégicos deletéreos, tenemos que procurar les salga el tiro por donde les debe salir, por la culata.