Las redadas de indocumentados en los Estados Unidos siguen ocupando los principales titulares de los medios de comunicación tradicionales, interactivos y redes sociales, como si fuera el show mediático número uno de preferencia a nivel global.
Con esta distracción, el presidente Donald Trump logra su objetivo de desviar la atención de sus conciudadanos sobre los verdaderos problemas que les afectan a nivel de los 50 estados de la Unión.
Temas de interés nacional, como son la discusión del déficit fiscal, la deuda externa, cercana a los 36 billones de dólares, la energía renovable o de materiales fósiles, clave de la geopolítica regional y mundial, así como las implicaciones que generarán los aumentos arancelarios a países aliados y enemigos están fuera de discusión.
También, el alto costo de los productos básicos, de las medicinas, vivienda y el desempleo, están opacados por la política migratoria puesta en ejecución por Trump al llegar a la Casa Blanca.
Respecto al tópico migratorio, que puede ser tema secundario, hagamos algunas puntualizaciones.
Durante todo el período de campaña electoral, Trump, como candidato presidencial del Partido Republicano, fue muy sincero al prometer, entre otras cosas, que de ganar las elecciones iniciaría una masiva deportación de indocumentados.
Y lo está haciendo desde que se instaló en la Casa Blanca, el pasado 20 de enero, firmando la orden de deportación masiva contra los que han violado las leyes migratorias de EE.UU.
Es cierto que entre los apresados y deportados por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) hay mansos y cimarrones, es decir, están los que siempre han respetado las leyes de este país y los que cometieron acciones delictivas.
Es injusto, abusivo y denigrante que a los indocumentados detenidos se les coloquen cadenas, esposas y/o grilletes, como vulgares y peligrosos criminales, para trasladarlos en aviones militares a sus respectivos países.
Las persecuciones de ICE se llevan a cabo en medio de un show mediático, tratando de desalentar a los que quieren entrar de forma indocumentada a los EE.UU., y lograr que muchos se vayan antes de ser apresados.
Pareciera que las redadas del ICE son discriminatorias, ya que no hemos visto un solo avión cargado de indocumentados de nacionalidad europea, asiática o africana, solo de procedencia de América Latina y la región del Caribe.
Trump ha dicho que quiere deportar a dos millones de indocumentados. Pero su deseo queda corto ante los casi tres millones de repatriados en los 8 años de gobierno demócrata de Barack Obama (2009-2017).
Habría que ver si Trump pretende superar los 11 millones que fueron deportados en los cuatro años de gobierno demócrata que encabezó Joe Biden (2020-2024).
Recientemente, el actual mandatario firmó la Ley Laken Riley, que busca enviar a un centro de detención en Guantánamo, Cuba, a miles de reos considerados por su administración como los “peores criminales extranjeros”. Se calcula que en EE.UU. hay unos 820 mil inmigrantes con record de criminales.
Los hispanos fueron el grupo étnico que más ayudó con su voto a Trump para que ganara las elecciones de noviembre. Hoy son deportados por su osadía.
Trump superó a Kamala Harris en todos los condados, con el 70% o más de la población de origen hispano.
Como muestra, en los condados de mayoría hispana como Texas, logró el 56,4%, y Florida con 56,1%. Kamala logró 42,5% en Texas y 43.0% en Florida.
¿Por qué se quejan de las nuevas políticas migratorias que Trump está aplicando si todas fueron anunciadas durante su campaña electoral, y aun así votaron por él de forma mayoritaria?
Retomando el tema central que nos compete, los nuevos aranceles que hoy aplica la administración Trump son por motivos políticos y migratorios. Esto ha dado lugar a que los presidentes de Colombia, México, Brasil y Canadá rechacen con energía esas medidas, por considerarlas abusivas y dañinas a sus economías.
Todo esto está generando en Latinoamérica una especie de unidad regional para enfrentar las imposiciones arancelarias de EE.UU., y la forma denigrante en que está deportando indocumentados.
Sin embargo, Trump no ha sido tan drástico con su política económica frente a países de la Unión Europea. Pero es casi seguro que lo hará en cualquier momento.
Su nueva amenaza es de que va a aumentar en un 100% los aranceles a los países miembros del BRICS liderado por Rusia, China, Brasil, India y Sudáfrica, si estos deciden reemplazar el dólar en sus operaciones comerciales.
Lo que vemos es una guerra político-comercial sin precedentes iniciada por el presidente Trump en busca de recuperar, a las buenas o a las malas, la hegemonía de los EE.UU. en el mundo.
Y esa agresividad comercial la ha iniciado con los países de América Latina y el Caribe, tratando de reducir la influencia de China, que ha logrado penetrar en las economías de esta región con sus intercambios comerciales, sin injerencias políticas.
Chile, Costa Rica, Ecuador y Perú formalizaron acuerdos de libre comercio con el gigante asiático, algo que Washington considera una intromisión en los países que supuestamente están bajo su dominio geopolítico.
Las redadas continuarán, y con mayor drasticidad para mantener ese drama social en primer plano, y no lo que verdaderamente está afectando a los EE.UU., el descalabro económico y la pérdida de la influencia política a nivel global.