La tarea propia del intelectual es la crítica y la negación, el juicio; la del asesor presidencial o ministerial, orientar al poder de turno. Lo que hay que hacerle ver de una vez por todas al primer mandatario de la nación es que la cultura no es un decorado estético, sino un eje transversal de toda estrategia de desarrollo nacional. Que sin inversión en arte y en cultura no hay identidad, ni hay pueblo, ni hay país, ni hay Estado, ni hay nada. Ni hay presente, ni habrá futuro, ni desarrollo. Nada. Absolutamente nada. Tan sencillo como eso.
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Históricamente, nuestra clase política gobernante no ha tenido un concepto moderno y propio de cultura. La ha reducido a mero decorado y entretenimiento: adorno y espectáculo.
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Un país que quiere ser algún día de primera no puede tener a la cultura de quinta. Ella no ocupa lugar alguno en la agenda gubernamental. Se la ignora y se la desprecia, se ignora su valor y su papel en la cohesión social y la afirmación identitaria. Para el Poder, la cultura no sólo no es una prioridad (jamás lo ha sido en la historia del país), sino que carece de importancia e interés.
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El mayor mal del gobierno del PRM en materia cultural no ha sido ni siquiera la ausencia total de visión y de gestión eficaz sobre el tema. El mayor error político ha sido el número de personas valiosas y serias que ha desechado y maltratado después de haberle servido, apoyado y ayudado a llegar al poder.
El maltrato y la desconsideración a muchos de los que le apoyaron en su momento de necesidad política. Hablo de intelectuales, escritores y artistas, de gestores y productores culturales de inmensa valía para esta sociedad, de gente a la que se le pidió apoyar un proyecto político, que fue incluida en el gobierno y luego excluida por infames motivos. Ese gesto arbitrario y abusivo del Ministerio de Cultura hacia muchos de sus antiguos partidarios y colaboradores forma parte de una historia local del bochorno.
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Los cancelados del MINC bien podrían unirse y formar un club: el club de “Los desvinculados”. Casi un centenar de personas con una trayectoria en el campo del arte y la cultura, con formación, conocimientos y experiencia de gestión, algunos de ellos autores de textos importantes de la literatura dominicana. Solo a modo de ejemplo: diez o doce de ellos, autores reconocidos, suman en su haber más de un centenar de libros publicados. Más que eso: suman un aporte valioso e indiscutible a la bibliografía nacional. Un privilegio, un lujo para cualquier ministerio de un gobierno, pero también un desperdicio de talento que un gobierno que se precie de ser democrático no se puede permitir.
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En Cultura lo que ha reinado es una práctica vejatoria de maltrato y exclusión de propios y ajenos (intelectuales, escritores, artistas) empleada por el ministerio y permitida por el superior gobierno. Una práctica política no solo excluyente, sino autodestructiva, que empieza aplastando a su propia gente y termina aplastando a su propio ejecutor.
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Error del gobierno de turno y su ministerio de Cultura: reducir la gestión del Estado en materia cultural a la necesaria remodelación y reapertura de los espacios artísticos y culturales de enseñanza y recreación, y al llamado "turismo cultural".
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Habrá que repetirlo una y otra vez hasta la fatiga o hasta el hartazgo: la cultura no es decorado estético, ni simple entretenimiento, ni mero espectáculo. Es mucho más que eso.
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He aquí una fuente de estudio para los teóricos locales del análisis del discurso: 97 páginas, casi 3 horas de alocución, muchas omisiones y solo 8 menciones sobre la cultura. Ninguna esencial.
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Las ocho menciones del discurso presidencial alusivas a la cultura: "Materia cultural" (1), "actividades culturales" (1), "centros culturales" (1), "espacios culturales" (2), "Plaza de la Cultura" (3). Ocho menciones insignificantes (cinco de ellas adjetivadas) y ningún concepto esencial de cultura.
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En la República Dominicana de hoy vivimos en medio de una podredumbre espiritual y moral. El hoy gobernante PRM es un partido autofágico (se devora a sí mismo) y su ministerio de Cultura una ciénaga intelectual. Un campo minado, un pasto arrasado, un solar yermo y baldío en donde no crece ni florece nada. Cultura es un ministerio de quinta en un país que quiere ser de primera pero pone a la cultura de tercera o cuarta. Un ministerio sin luces ni proyectos que se ha llenado de islas de poder enfrentadas, de burócratas ineptos y funcionarios inútiles, de viceministros engreídos y perniciosos, de oficinistas grises y malos gestores culturales. Nueva vez, y patéticamente, hemos pasado de la esperanza al desencanto y del entusiasmo a la decepción.
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Pero la cultura, ay, esa palabra…