Pensarse, atribuciones del homo sapiens, que en el fondo son sus propios intereses en contantes fases, que resultan ser la manera más cómoda y reiterativa del crecimiento interior.

Donde nos avocamos a pensarnos andamos despacio porque las corrientes de agua eraclitianas y memoriosas, exterior e interior, son extremadamente complejas. No cauce eraclitiano sino agua retenida, porque en ella ritualizamos el Narciso interior. Toda creación artística se nutre de esa fuente inagotable hasta la muerte física, material. El pensarse, nubes corriendo en el firmamento cuando hay mucho viento en el cielo.

Cuando me pienso, apelo a dejar todas las puertas abiertas de mi percepción; se cierran cuando cambio de lo personal a lo colectivo, que se vuelven falsas; solo encuentro las salidas cuando soy yo mismo el objeto y causa de lo pensado y el objeto pensante.

Al disfrazar el pensarse novelamos; al dejarlo con una sola máscara poetizamos. La poética del sueño nos proporciona los signos a interpretar en otro sueño al intentar desvelarlos, entenderlos, profundizar en su simbología.

Aprender a pensarse deviene en lucidez de relámpago lento, su esencia y su efecto se queda gravitando gran parte de la vida, aunque no se recuerde conscientemente; tarde o temprano vuelven como olas del mar interior que moja por dentro y cuando lo hace por fuera, lo recordado es un maremoto interior que solo cubre, da luz por un instante.

De ahí que la verdadera poética espiritual deviene del pensarse en lucidez, la que deja el rastro que brilla en la oscuridad del interior, deviniendo en la metáfora del cuerpo que es su objetivo principal.

Ejercitarse en pensarse carga de razones valederas para expropiarse de exaltaciones exteriores, todas con un sentido de la vida en común que es la autorrealización del yo igual a realidad; no el Yo exterior sino el interior, que se transforma y cuando nos damos cuenta somos el otro-para-nuestro-bien.

Pensarse, noche y día, recogidos en el aliento para sí; envuelto en un solo fin: la autorrealización como metáfora del río. Inmensidad inaprensible. Pensarse, puntos cardinales y estaciones del año como extraer agua de un pozo cercano a un rio al que le cruce internamente otro río subterráneo, raíces del árbol genealógico de la vida y como corteza interior la creación literaria y la vida vivida que la sustenta para asombro y sustentos inimaginables.