Hambre.-Osvaldo-Guayasamin

Hambre. Osvaldo Guayasamín

Retortijón Tercero: El artista del hambre de Franz Kafka

El hambre del protagonista de Kafka es muy diferente a la de los dos personajes en los cuentos anteriores: es un ayuno voluntario. A diferencia del ayuno del asceta místico, éste se podría considerar en el contexto de los “artistas del hambre”, como espectáculo en la Europa de los siglos XIX y XX: “¿Y si intentara explicarle a alguien el arte del ayuno? A quien no lo siente, no es posible hacérselo comprender”, expresa el protagonista.

El ayuno o inedia, que consiste en la privación total o parcial de alimentos, es una práctica que tiene como objetivo la renuncia a los placeres mundanos, el sacrificio, la penitencia y, en algunas ocasiones, el acercamiento a Dios. Pero este no es el caso, el hambre del desayunador de Kafka debe ser considerada como una de las Bellas Artes, ya que se exhibe como un espectáculo para el público, aunque termine en una soledad y tristeza terribles: “[É]l era, al mismo tiempo, un espectador de su hambre”. Es un cuerpo que se mira a sí mismo.

La anorexia artística del protagonista constituye un vaciarse de mundo o autodesmundanización: “el cuerpo estaba como vacío”. El ayunador se niega a suspender el ayuno a los 40 días, que era plazo fijado en la mayoría de los espectáculos. El sólo pensar en la comida le provoca náuseas”. Según Rosa Behar y Marcelo Arancibia, en el ayuno, “se distinguen cuatro dimensiones: agresión o motivación homicida, deseo de castigo o gratificación masoquista, motivación erótica o sexual e impulso autodestructivo o suicidio”. En dicha gratificación masoquista, antesala del gozo, se manifiesta una iconografía del sufrimiento, como se observa en la pintura barroca de santos y mártires. El narrador del cuento explica: “… bien podía ocurrir….que el ayunador le respondiera con una explosión de furia y, con espanto de todos, comenzara a sacudir como una fiera los hierros de la jaula… sólo la irritabilidad provocada por el hambre”. Es la rabia hambrienta de Baitos, sólo que en el artista es un hambre autoinfligida.

En la anorexia, el hambre es una forma de relacionarse con el otro y mostrarle una superioridad, al negarse a sus demandas (Mariana Pereira da Silva et al). Así como hay artistas incomprendidos, también el hambre del artista anoréxico es incomprendida. El ayuno es un acto solitario que pone en contacto al ayunante con otros seres que se construyen como humanos (saciados), movidos por la curiosidad, el morbo, la contemplación del humano bestializado (no saciado). El cuerpo del ayunante es, entonces, “el campo de batalla en el que se constituyen los sujetos, deseando y rechazando contradictoriamente las representaciones prescritas” (Mi énfasis. Yúdice). El cuerpo magro y emaciado del artista es el espacio en el que se muestra al mundo la desmundanización del otro.

Si “Somos lo que comemos, ¿Qué somos cuando no comemos? La no-comida implica la renuncia a la vida (no-vida) que inexorablemente lleva al no-lugar, al no-mundo; es, en definitiva, un “cuerpo sin mundo” (Claudia Gutiérrez). Los efectos del hambre (ausencia de alimentos) producen tensión, ansiedad, irritabilidad, depresión y trastornos de estrés postraumático (TEPT). Aun así, el hambre genera una sensación de euforia triste y, en algunos casos, delirios y visiones. El cuerpo del hambre lucha, en otras palabras, contra la saciada felicidad del mundo y la humanización que le es negada.

Cuando le preguntaron al artista del hambre por qué había renunciado a la comida, éste contestó: “porque no pude encontrar comida que me gustara. Si la hubiera encontrado, puedes creerlo, no habría hecho ningún cumplido y me habría hartado como tú y como todos”. Parece que Jacques Lacan dobla el discurso del artista, al decir: "la anorexia mental no es un no comer, sino un comer nada". Insisto: se trata de comer nada. La nada es precisamente algo que existe en el plano simbólico" (Lacan citado por Pereira Da Silva et Al.). En otras palabras, no es que el artista no encuentre “nada” para comer, sino que decide comer “nada”. Esa nada que es la ausencia de alimentos, para Lacan es “algo” en el plano simbólico, es decir, el artista es capaz de articular simbólicamente su hambre, en un texto que no existe sino como ausencia. A diferencia de lo que el público espectador cree, el artista de Kafka logra conquistar su humanidad al suprimir la necesidad de comer, ya que sólo el hambre y el sufrimiento tienen en común el animal humano y el animal no humano. En el lugar de la jaula que había ocupado el artista fue colocada una pantera, que como todo félido se caracteriza por el hambre de carne: “Y la alegría de vivir brotaba con tan fuerte ardor de sus fauces”. Aquí se contrasta la animalidad de la pantera, que como Baitos, quiere devorar carne, con la humanidad del artista que come nada simbólica.

Borborigmo

A modo de conclusión y por falta de comida y tiempo, tiempo que apenas poseo, como no soy ni antropólogo ni filósofo, mi propuesta es mucho más simple: los tres protagonistas de estos cuentos se encuentran, de alguna manera, desmundanizados, excluidos del mundo, pero tratando siempre de apropiarse del mismo: Macario a través de su hiperfagia, Baitos, a través del canibalismo fundacional, culpable, y el artista, a través del perfeccionamiento de su arte, que es el hambre misma. Propongo, entonces, una poética del hambre que estudie las distintas representaciones del hambre, los espacios, medios y circunstancias en que se produce, del cuerpo que construye el sujeto “deseando y rechazando” las representaciones (Yúdice) y del cuerpo y su articulación con el poder (Foucault). ¡Es cuanto!