Retortijón Segundo: “Hambre. 1536” de Manuel Mujica Lainez
“Hambre. 1536” tiene como hipotexto las crónicas Derrotero y viaje a España y las Indias (1534-1554) del mercenario alemán Ulrico Schmidl. En ésta, el cronista narra la hambruna de las tropas españolas durante la primera fundación de Buenos Aires, al mando del Adelantado don Pedro de Mendoza. Tanto en las crónicas como en el cuento, se narra la ejecución en la horca de tres hombres acusados de haber robado un caballo. Ante la escasez de alimentos, los hambrientos soldados recurren a desmembrar los cuerpos para comérselo: “Les imagina, despedazados, pues sabe que otros compañeros les devoraron los muslos” (3). El hambre de la soldadesca española los lleva a buscar cualquier cosa comestible. Los soldados, sitiados por los indígenas, no hayan qué comer: “Hoy no queda mendrugo que llevarse a la boca. Todo ha sido arrebatado, arrancado, triturado: las flacas raciones primero, luego la harina podrida, las ratas, las sabandijas inmundas, las botas hervidas cuyo cuero chuparon desesperadamente” (Mujica Lainez 2). Como en el caso de Macario, su hambre es una panfagia, pero esta le produce odio y rabia contra los oficiales: “las entrañas arañadas por el hambre”. Pero paradójicamente, es una rabia que lo alimenta: “Esa rabia le mantiene, le alimenta, le impide echarse a morir”. La rabia del hambre se encuentra vinculada al miedo, al odio y a la locura.

Los síntomas del hambre se manifiestan, sobre todo, en Baitos, el ballestero: “El hambre le nubla el cerebro y le hace desvariar. Ahora culpa a los jefes de la situación. ¡El hambre!, ¡el hambre!, ¡ay!; ¡clavar los dientes en un trozo de carne!”. Nótese, en esta cita, el énfasis en la carne, que tendrá su corolario en el canibalismo ulterior. El hambre le produce retortijones desesperantes: “No hay más que ceñirse el vientre que punzan los dolores y doblarse en dos y tiritar en un rincón de la tienda”. La de Baitos no es un hambre abstracta, sino la de un cuerpo de carne que necesita ingerir la carne de otro animal.

A lo largo del cuento, el canibalismo se encuentra suspendido (puntos suspensivos): “¿Por qué no arrastrarse hasta él? Entre los dos (Baitos y su hermano) podrán descender uno de los cuerpos (ahoracados) y entonces…”. El canibalismo se presenta diferido e inverso en este cuento. El narrador se imagina a su hermano y a sí mismo comiéndose la carne de otro cuerpo cuando finalmente, es él quien termina comiéndose a su hermano, y en vez del canibalismo de los indígenas con respecto a los soldados españoles, en el texto de Mujica Lainez, es un español quien devora a otro español. El horror no es sólo que se come a su coterráneo, sino también a su propio hermano. Si en “Macario”, el hambre se encuentra relacionada con el incesto pedófilo, en el cuento de Mujica Lainez, el hambre lleva a Baitos al canibalismo incestuoso.
Algunos antropólogos han visto el canibalismo ritual de ciertas comunidades indígenas como un acto de barbarie. Mujica Laínez presenta, entonces, la fundación de Buenos Aires como la barbarie misma por parte de los conquistadores españoles, sobre todo, si recordamos con Walter Benjamin que “No hay documento de cultura que no lo sea al mismo tiempo de barbarie”. Mujica Lainez parece sugerir que la fundación la nación argentina tiene como base la violencia y la barbarie: el hambre y el canibalismo son dos de sus expresiones.
Continuará…..