En estos días que celebramos el 179 aniversario de nuestra independencia, merece la pena reexaminar el pensamiento y acción de los trinitarios.
La verdad es que no hay lectura más apasionante que la historia de la independencia dominicana. El recuento de los acontecimientos que condujeron a esta extraordinaria epopeya de los patriotas criollos está repleta de imágenes refrescantes.
El heroísmo de los conjurados, la alianza de los dominicanos y haitianos reformistas, el romanticismo de los trinitarios, las contradicciones entre separatistas e independentistas, el indoblegable patriotismo del fundador de la República, Juan Pablo Duarte, todo esto se mezcla en un fresco histórico de incalculable valor para todo el que quiera beber en las fuentes que dieron lugar al nacimiento del Estado dominicano.
Hay que afirmarlo sin rodeos. Alcanzar la independencia no fue nada fácil. Simplemente se trató de una hazaña. Haití, en los años previos al 27 de febrero de 1844 era una potencia militar en el Caribe. Poseía todo el parque de guerra capturado a las tropas de Napoleón. Mientras que los futuros dominicanos carecían de ejército. Haití, además, contaba, por lo menos, con un millón de habitantes mal contados, mientras que la parte Este de la isla bajo su dominio político y militar, como mucho, alcanzaba los 200,000 pobladores. Los recursos humanos y materiales de Haití eran impresionantes. No hay que olvidar que este territorio, antes de alcanzar su independencia de Francia en 1804, era la colonia más rica que poseía la metrópolis. Los haitianos habían forjado líderes de la talla de Toussaint Louverture, Dessalines, Christophe, Petion, Boyer, todos formados en la lucha militar y política contra los franceses, en la cual habían acumulado una gran experiencia. Y el hecho de haber derrotado militarmente a los franceses en 1804, quienes enviaron una formidable expedición de más de 25,000 hombres al mando del cuñado de Napoleón, Leclerc, ofrece un cuadro objetivo del enemigo al que había que derrotar para lograr la independencia.
A principios de la década del 1840, de todos estos dirigentes, el único que quedaba vivo era Boyer, el gran unificador de Haití, y quien mantenía desde 1822 la ocupación de la parte Este, antigua colonia española, al amparo del Tratado de Basilea.
Fueron 22 largos años de dominación haitiana. O sea, toda una generación. Durante ese período, se crearon hábitos, costumbres nuevas, alianzas que habían anudado lazos muy fuertes entre el ocupante y los habitantes de parte Este.
Es pues, en este cuadro social y político sumamente complejo que se forjó el sentimiento nacional. La independencia se logró porque los habitantes de la parte Este de la isla habían constituido para la década del 1840 las bases de una nación. pero entiéndase bien, solamente las bases, lo que explica que en 1838, año de la fundación de la sociedad secreta La Trinitaria, únicamente una minoría muy reducida abrazaba el ideal independentista.
Y el mérito indiscutible de Juan Pablo Duarte fue convertir ese ideal en una tendencia y más luego en fuerza organizativa, y de ahí en fuerza de masas.