Tema controversial que divide en dos grupos a la población, los que la consideran necesaria y los que consideran que nunca se justifica. Los que la aprueban la ven como necesaria para proteger a la sociedad de personas altamente peligrosas, eliminándolas y dando a la población una clara advertencia contra la violencia. Los que la consideran inaceptable entienden que la violencia engendra violencia y que matar nunca es la opción ideal.

Si revisamos la historia nos daremos cuenta de que la pena de muerte se ha venido utilizando cada vez menos. Hubo épocas en que se utilizaba el sacrificio humano como ofrenda para agradar a los dioses, evidentemente la vida humana no se valoraba en esos tiempos como lo hacemos ahora. La Biblia nos narra cuando Abraham pensaba sacrificar a su hijo Isaac y aunque conocimos la historia como niños, de conocerla como adultos habríamos pensado que Abraham habría perdido la razón. Cuando un gobernante actual ordena de forma pública la muerte de alguna persona es un verdadero escándalo, sin embargo, se consideraba bastante normal cuando un rey medieval lo hacía.

Independientemente de que nos guste o no, habría que reconocer que mientras más se desarrolla la civilización, se recurre menos a la pena de muerte. A menor desarrollo cultural, intelectual y espiritual, mayor tendencia a matar a los condenados.

Las religiones fueron proclives a matar a los que violaban los mandatos divinos, siendo tristemente célebre la “Santa Inquisición” que fue la depuración que implacablemente realizaban los cristianos, entendiendo que de esa forma ayudaban a Dios. Las únicas iglesias que pueden alegar no haber participado de inquisiciones son las que surgieron en épocas recientes y en lugares civilizados, pero las más antiguas usualmente muestran un rastro de sangre. Los actos de torturas y masacres realizados por religiosos, hoy nos parecen abominables.

La Biblia nos presenta que a Jesucristo le cuestionaron sobre una mujer que había cometido adulterio y según las Sagradas Escrituras debía morir apedreada (Juan 8, 1-7), esperaban que Jesús se opusiera para matarlo por herejía. Su respuesta fue: “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, lo que determinó que nadie se atreviera a apedrearla. Las personas que consideramos que debieran ser eliminadas son más parecidas a nosotros de lo que creemos.

Cuando la sociedad decide quiénes deben morir, la vida humana se torna relativa y va a depender de nuestros criterios. Podría ser que algunos consideren que los hombres verdes deben morir y otros que los hombres rojos. Sería cuestión de opinión. Los jueces con poder sobre la vida humana pueden equivocarse y también podrían ser sobornados. A menudo vemos casos de convictos que estuvieron encarcelados por muchos años hasta que se descubre que eran inocentes y se intenta indemnizarlos, pero al muerto no se le puede devolver la vida. Por otro lado, para aplicar la pena de muerte necesitamos verdugos o asesinos del Estado que se encarguen de ejecutarla, quienes deberán matar solamente cuando la sociedad lo considere necesario y no cuando a ellos les parezca. Analiza si en caso de existir penas de muerte te gustaría que tú o tus hijos fueran quienes las ejecutaran.

Recientemente se publicó el caso de una mujer que perteneció a la horrenda Familia Manson, quienes fueron asesinos despiadados. Se anunciaba que se estaba considerando darle libertad condicional. Casi todos los comentarios publicados manifestaban odio contra esta mujer por los asesinatos que había cometido y la frase más repetida fue: “que se pudra en la cárcel”. Alguien había comentado que esto aconteció cuando ella tenía unos 19 años, entendía que, si se evaluaba su posible rehabilitación en sus casi 50 años de cárcel, tal vez podía contemplarse una libertad controlada en la que pudiera incluso alertar a los jóvenes del riesgo de vivir “la vida loca”. Esta mujer con ya alrededor de 70 años podría ser muy diferente a la joven que cometió crímenes salvajes en su estado de inmadurez y de consumo descontrolado de alucinógenos. La posición de la mayoría parece estar más motivada por el odio y la venganza, que por la justicia o la protección de la sociedad. Se sigue pidiendo que la pecadora sea apedreada, ¿lanzarías tú la primera piedra?

Normalmente, si llegamos a conocer los detalles de la vida de las personas que consideramos monstruos resultaría muy difícil matarlos, a no ser que los monstruos fuéramos realmente nosotros.

Se supone que el creyente confía en la justicia divina, sabe que quien comete crímenes lo lamentará, considera que esta vida es un corto intervalo en nuestra existencia y que, aunque pareciera que alguien muere sin haber pagado su crimen, nunca será así. La fe permite saber que todas nuestras acciones conllevan consecuencias, que lo que siembres cosecharás y que, aunque pueda parecer que lograste engañar a todos, existen fuerzas superiores que son imposible de engañar y que se encargan de mantener el orden y el equilibrio.

Aunque matar a veces pueda parecer la opción más fácil es muy difícil lograr buena calidad de vida si promovemos la muerte.