Hace unos días la prensa local publicó la noticia de que incrementaba a 336 personas fallecidas por ayunar para ver a Jesucristo. Esta noticia se dio conocer en el mes de abril del año en curso, cuando las autoridades en Kenia detuvieron al líder de la “Iglesia Internacional de las Buenas Nuevas”, Paul Mackenzie, luego del hallazgo de decenas de personas que habían fallecido tras la incitación, por parte de su líder, de ayunar hasta conocer a Jesucristo.
Por más insólito que puedan resultar estos hechos, la verdad es que es una cuestión más compleja de lo que se puede en un primer momento suponer, por producirse una verdadera alteración y desestructuración de la personalidad de un adepto, por los medios que se utilizan para su captación, conversión y adoctrinamiento.
Algunos casos paradigmáticos que podemos citar son el de la secta “La Verdad Suprema” cuyo líder Shoko Asahara, junto con los miembros de la secta, planearon y atentaron con gas sarín, en el metro de Tokio, ocasionando la muerte de 13 personas. También el caso de Jim Jones, líder de la secta Templo del Pueblo, Jonestown, quien indujo el suicidio colectivo de los miembros, en el que murieron más de 900 personas, entre ellos, alrededor de 200 menores de edad, por envenenamiento.
Thaler Singer y Lalich (1995), hacen la siguiente pregunta: “¿Cuántos más Jonestown y Waco deberán presentarse antes de que comprendamos lo vulnerables que son todos los humanos a la influencia?”
En un congreso de investigadores clínicos, realizado en Wisconsin en 1985, se definió la secta destructiva como “un movimiento totalitario presentado bajo la forma de asociación, con dedicación de sus miembros a alguna persona o ideas, empleando técnicas de manipulación, persuasión y control destinados a conseguir los objetivos del líder del grupo, provocando en sus adeptos una total dependencia del grupo en detrimento de su entorno.” (Moreno Lara)
A pesar de que dicha definición concede una idea bastante amplia de la dinámica de la secta destructiva o coercitiva, el elemento distintivo es el uso de técnicas de persuasión coercitiva. Según Rodríguez Carballeira (2004) dichas técnicas son “todos aquellos métodos de presión, control o engaño que contribuyen a inducir la persuasión del sujeto imponiéndose sobre su libertad o limitándola.”
Dentro de todo este proceso de captación de adeptos, conversión, adoctrinamiento, se realizan una serie de prácticas que se implementan con el firme propósito de modificar la conducta y pensamiento del individuo, inclusive, crear una dependencia hacia la figura del líder y de la secta. El autor anteriormente referido, divide esas técnicas de persuasión coercitiva en 4 tipos: el entorno cotidiano, el emocional, el perceptivo-cognitivo, y el de los estados de conciencia. En esa clasificación, observamos que se va desde lo que se denomina el bombardeo de amor o love bombing, mecanismo utilizado para seducir a nuevos miembros, control de la información, aislamiento, anulación del pensamiento crítico, humillaciones, castigos, actividades que pueden llegar a contribuir a un estado disociativo; entre otros, que afectan directamente la identidad del individuo y provocan, como anteriormente he mencionado, una alteración de la personalidad. La consecuencia es que cuando intenta salir o rescatarlo (desconversión), requiere de la intervención de especialistas o tratamiento psicológico.
González Alvárez, Ibáñez Peynado y Muñoz Rodríguez (2000), refieren una serie de factores de riesgos que pueden facilitar el ingreso en una secta, tales como:
- Que los contenidos y formas del mensaje de la secta estén en sintonía con los esquemas mentales, necesidades, intereses y valores existenciales del sujeto.
- Proximidad del reclutador.
- Juventud
- Que el sujeto atraviese una situación de crisis (fallecimiento de alguien cercano, separación).
- Sistema familiar disfuncional o desestructurado.
- Ignorar las maniobras utilizadas por las sectas.
- Condición física y psicológica del sujeto.
También podríamos agregar otros factores de riesgos mencionados por Rodríguez Carballeira (2004):
- Algunos rasgos de personalidad, tales como: tendencias a la soledad y la depresión; dificultades de comunicación y habilidades sociales; inmadurez afectiva; angustia, confusión e inseguridad; dependencia y baja autoestima; idealismo ingenuo; credulidad y baja tolerancia a la ambigüedad.
- Dificultades de adaptación social, elevado sentido de insatisfacción y falta de apoyo social.
- Deseo insatisfecho de profundización espiritual.
En conclusión, a partir de los peligros que corre el adepto a una secta destructiva, trayendo como consecuencia la alteración de la personalidad, y la posibilidad de padecer sintomatología asociada a las lesiones psíquicas, y hasta físicas, de que es víctima por la permanencia en este tipo de organizaciones, y la posibilidad de participar en actividades delictivas como las comentadas en el presente artículo, es evidente que es vital que se implementen medidas preventivas dirigidas a la familia, escuela, comunidad, con el propósito de desterrar la ignorancia que impera sobre este tema, y que permita conocer cuáles son los mecanismos que estas sectas utilizan para captar a sus miembros, sus implicaciones psicológicas, sociales y penales, y estimular los factores protectores.