“Las preguntas son éstas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? (…) Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera”. Sándor Márai
Una enorme convulsión sacude de nuevo la política de un país, el mío, ya acostumbrado desde antaño como muchos otros a frecuentes desatinos y sobresaltos. Que la presente legislatura y su delicado juego de equilibrios iba a ser complicada nadie lo dudaba, que su latido entrara en situación de arritmia en tan corto espacio de tiempo muchos, al menos los más despistados, no fuimos capaces de imaginarlo.
El miércoles por la tarde, y de modo inesperado, España entera quedó paralizada ante el anuncio del Presidente de la nación de abrir, hasta el próximo lunes, un paréntesis que le permitiera dar respuesta a ciertos interrogantes de indudable interés político e índole particular “Llegados a este punto, la pregunta que legítimamente me hago es ¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa».
Estás palabras forman parte de una larga misiva, de carácter personal, en la que Pedro Sánchez lleva a cabo un breve recorrido por los últimos años de la realidad política de España, período en el que ésta se ha ido tornando cada vez más irrespirable. El acoso y derribo al que fue sometido el gobierno de coalición progresista y sus miembros más visibles desde la primera legislatura en común, por parte de diversos sectores de la derecha y la ultraderecha española, fue feroz. Los ataques de descrédito hacia ellos y sus allegados han sido desde entonces constantes, sin tregua y sustentados, como se ha comprobado la mayoría de las veces únicamente en el viejo método de esparce lo peor, siembra la mentira e inventa patrañas que algo queda. Como bien dice en su carta «el Sr. Feijóo y el Sr. Abascal, y los intereses que a ellos les mueven, han puesto en marcha lo que el gran escritor italiano Umberto Eco, llamó “la máquina del fango” . Esto es, tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas».
Todos conocemos desde hace tiempo estos métodos. Todos los hemos sufrido cada vez que un gobierno de progreso se ha hecho con el poder que otorgan las urnas en este lugar. Hablar de la derecha en este país es argumentar lo posible y lo imposible con idéntica falta de rigor y desparpajo, negar lo evidente, sacar pecho y retorcer toda prueba hasta hacerla coincidir de forma vergonzante y traída al caso por los pelos con la teoría expuesta por sus señorías del Partido Popular y Vox en el hemiciclo y por sus secuaces desde cualquier institución o escenario apto para generar cizaña y dar pábulo a la mentira. Los ejemplos son tantos y de tan variado cariz que este artículo se haría interminable de intentar un leve esbozo a modo de ejemplo. Y no lo digo yo desde luego; lo dicen las hemerotecas, la historia y la memoria de este pueblo que es de largo recorrido.
Pero todo viaje, tarde o temprano, alcanza un cruce de caminos, un punto de inflexión que nos permite afrontar, con la sabiduría y el sosiego necesarios el siguiente tramo. Y eso supongo que debió sentir Pedro Sánchez al ser informado de que un juzgado de Madrid había abierto diligencias previas contra su esposa, Begoña Gómez, «a petición de una organización ultraderechista llamada Manos Limpias, para investigar unos supuestos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios», según afirma en su carta a la ciudadanía.
Manos Limpias, un falso sindicato que de limpio no tiene más que el nombre, es un instrumento más de Vox al servicio de la creación de falacias de la peor catadura que no posee la menor credibilidad pero si la indudable vocación de generar discordia y abrir procesos judiciales que solo lastran nuestro sistema y generan confusión en cualquier idiota dispuesto a comprar argumentos inverosímiles y pruebas falsas. Esa es la auténtica cara de un pseudo sindicato que jamás ha aportado un dato capaz de ser verificado y admitido finalmente como verdad. Pese a ello y a su dudoso historial, siempre encuentra el resquicio necesario a sus espurias intenciones entre determinados jueces. Mucho ruido y pocas nueces, a menudo suficiente a sus propósitos.
Y sin embargo, como casi siempre ocurre en estos casos, quienes suscitan debate alimentando el conflicto, acaban por opacar la pregunta de Sánchez que en este caso considero es la auténtica cuestión: «¿Merece la pena todo esto?». Y yo me preguntó, ¿Se debería consentir -en este o en cualquier otro país democrático- que personas en el desempeño de un cargo político vean vulnerado constante e impunemente su honor? ¿Deberíamos aceptarlo como parte del juego político o por el contrario se ha de plantar cara y detener éste de forma definitiva y categórica? ¿Debe un cargo político, sobre el que pesa la enorme responsabilidad de gobernar un país, consentir que se ponga en tela de juicio la honestidad de los que le son más cercanos con acusaciones falsas, mirar hacia otro lado y seguir adelante como si nada ocurriera? Algo me dice que no. Algo me dice que es inconcebible, en el ejercicio de todo buen Gobierno, el hecho de admitir la mentira y el chantaje y que ambos queden exentos de culpa validando al hacerlo su legitimidad. Considero inaceptables sin excepción posible tales prácticas sea cual sea el propósito y el objetivo de las mismas. Solo la mediocridad avala y justifica el juego sucio y por desgracia nos estamos acostumbrando a él.
Hay mucho de despreciable en esa falta de ética, mucho de bochorno y vergüenza ajena y mucho de cobardía en el que vilipendia y trata de ensuciar honor ajeno. Y eso, por desgracia, es muy de la derecha y la ultraderecha española bufonesca y siempre presta al insulto grueso y al chascarrillo grotesco y vulgar. La derechona de este país es pesada de palabra y falta de gracia. Rencorosa y gritona es orquestada por ciertos personajes siempre al servicio del ultraje gratuito . Es nuestra derecha más rancia. Esa derecha de boca ancha, deslengua y sin filtro, capaz del mayor insulto sin rubor posible ¡Y así nos va! Y me preguntó hasta dónde es preciso aguantar tales desmanes sin esgrimir una respuesta contundente, sin tomarnos el tiempo necesario para observar la peligrosa deriva de tales prácticas, sin hacer nada al respecto.
Muchas han sido las reacciones desde el momento en el que Sánchez se concedió tiempo para pensar y muchas las interpretaciones a su gesto. Todos o casi todos ignoramos el motivo último ni la deriva del mismo, pero los calificativos al respecto han variado notablemente entre unos y otros, dentro del enorme tsunami que desató con su inesperada actitud. Por lo pronto y en el transcurso de tan sólo unas horas, Manos Limpias ha reconocido en palabras de su presidente “la posibilidad de que su denuncia se base en informaciones falsas publicadas por algunos diarios digitales” y por su lado el ministerio público considera que no hay indicios de delito y recurre la admisión a trámite de la misma. Así las cosas Partido Popular y Vox, lejos de sumarse a la reflexión, agitan a sus huestes con sus tradicionales mensajes llenos de bilis. Nunca nada nuevo bajo el sol cuando de la derecha española hablamos, tan solo la misma parálisis política de siempre y la evidencia de su profunda incapacidad para sorprendernos con propuestas que impulsen nuestro país hacia adelante. Como con su mente siempre “lúcida y preclara” afirmara hace unos años Mariano Rajoy en una de sus muchas y celebres sentencias a lo largo de su etapa como Presidente de España ”Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político”. Toda una declaración de intenciones de los conservadores de este país, sea lo que sea que quisiera decir con sus palabras. Solo el tiempo decide el valor de nuestros gestos. Ojalá el de Pedro Sánchez fuera capaz de marcar el inicio de una forma distinta de hacer política. Estamos necesitados de ello.