Carl Schmitt consideraba que la oposición frontal era la "esencia" de lo político y fue un crítico acérrimo de la democracia liberal y parlamentaria. En concreto de la República de Weimar.
Recordemos: "la obra de Schmitt no puede disociarse del advenimiento de la democracia de masas ni interpretarse al margen de su crítica a la democracia liberal y parlamentaria. En esta línea, la originalidad schmittiana radica en la propuesta del criterio amigo-enemigo como la distinción última que da sentido a la política como fenómeno autónomo y singular".

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
En nuestro caso, alentado por la ola de la "derecha radical", el Partido Popular de España, ha hinchado sus velas con el viento de la intolerancia y el no reconocimiento que, en democracia parlamentaria, la mayoría política y legítima se obtiene en  el Parlamento.
Todo lo que se critica y se vende como caos,  es normalidad democrática, cuando el principal partido en la oposición, se niega a cooperar para sustraer al PSOE de las  alianzas con contraparte de exigencias desmedidas.
Si el PP fuese un partido de real raigambre democrática, votaría en el Parlamento para evitar esa opción y se resignaría a esperar la próxima convocatoria electoral para intentar gobernar. Es lo que hacen los partidos con vocación de gobernar democráticamente.
La estrategia política del PP, es muy otra. Fomentar el derribo del gobierno pensando que, mientras peor, mejor… Para sus líderes, cortos de miras e influenciados por la corriente de la derecha radical, no se plantean otra opción.
Pero la realidad es que España va bien, en los principales indicadores macroeconómicos, pese a todos los obstáculos que le ponen al Presidente Pedro Sánchez, en el Parlamento, en los medios de comunicación  y hasta en un poder judicial en el que, algunos jueces, se han dispuesto a "hacer  lo posible e imposible"  para hacer una guerra contra el gobierno.
En este escenario Pedro Sánchez demuestra que es, para mí, el mejor político de la escuela florentina y de la "realpolitik", que ha habido en España desde 1977.
Si gobernar no es fácil nunca, teniendo que forjar mayoría para cada ley, es una tarea ciclópea de negociación y compromisos hacerlo con partidos tan vario pintos. Nada que ver con gobernar con mayoría absoluta o con una minoría muy amplia que apenas requiere pocos votos parlamentarios.
Para gobernar a través de geometría política tan variable y con gente obstinada en su mirada regional, y que les importa poco la totalidad política,  hay que gobernar a la italiana, como lo hace Sánchez.
Un político sorprendente y eficaz. Que en el futuro será objeto de "estudio de caso" por politólogos, sociólogos e historiadores. Pienso yo.