Cuando se plantea el objetivo de lograr el bienestar general de un colectivo, la solución del alcantarillado pluvial y sanitario para la recolección, tratamiento y disposición de aguas residuales de las ciudades debe ser asunto de primer orden, impostergable. Su carencia es un signo de atraso y enfermedades evitables que se contrapone al desarrollo real.
Pero la provincia Pedernales, agitada en estos días con las altas expectativas sobre aportes del crucerismo incipiente y la promesa de convertirla en singular destino de turismo sostenible, carece de este sistema vital.
El Gobierno no lo ha prometido, ni las organizaciones locales lo reclaman, pese a que la coyuntura actual es la más oportuna para construirlo.
El 26 de mayo de 2022, el presidente Luis Abinader dejó iniciadas las obras hidrosanitarias del Proyecto de Desarrollo Turístico, a un costo de RD$1,185 millones, en Cabo Rojo, Pedernales, 23 kilómetros al sureste del municipio cabecera.
La empresa ASCH ha avanzado a buen ritmo en la construcción de la planta de tratamiento, 9.2 kilómetros de alcantarillado y el drenaje pluvial, además de 8.3 kilómetros de líneas de alimentación de agua potable. El proyecto consta de 12 mil habitaciones hoteleras, terminal de cruceros y, en Tres Charcos de Oviedo, paralelo a la recta de Sansón, el aeropuerto internacional.
Entretanto, los dos municipios de la provincia de la parte más austral del territorio dominicano, Pedernales y Oviedo, y sus distritos municipales José Francisco Peña Gómez y Juancho, dueños reales de los atributos turísticos, están sembrados de sanitarios y letrinas que envían los excrementos y las aguas sanitarias al mismo subsuelo de donde muchas viviendas extraen agua vía pozos tubulares. Y carecen de un sistema de canalización y aprovechamiento de las aguas de lluvia.
Estas tierras son pobres en ríos, pero con buenos caudales subterráneos, a tiro de 30 pies de profundidad. El proyecto Cabo Rojo se abastecerá en parte de un campo de pozos.
Quizá los expertos han analizado el potencial de contaminación a causa del alocado crecimiento urbano y la infiltración de la capa freática, pero la prevención es el camino idóneo, y eso comienza por construir también las obras hidrosanitarias en las comunidades dueñas de los recursos naturales, con el acueducto de Oviedo incluido.
Sería una inversión social redituable y factible en el corto plazo. Y el Gobierno, en tanto actor fundamental del proyecto turístico, tiene que consignarla como uno de sus deberes imperiosos. Sobre todo, porque –conforme sus propias cifras- a la fecha ha invertido RD$26,000 millones en Cabo Rojo.
La provincia Pedernales es la séptima más grande del territorio nacional (2,080 kilómetros de superficie), pero casi el 68% ha sido dispuesto para los parques nacionales Jaragua y Baoruco. La población es de poco más de 34 mil 375 habitantes, según el X Censo Nacional (2022). Y sus municipios son pequeños.
Pedernales, como capital, fue fundado el 16 de septiembre de 1942, mide 1917.86 kilómetros cuadrados y su población ronda los 15 mil habitantes.
Y Oviedo, creado mediante la misma ley 4815 del 17 de diciembre de 1957 que fundó la provincia, registra una superficie de 959.6 kilómetros cuadrados.
La contaminación de las aguas subterráneas con miles de sépticos y retretes desparramados por doquier es una agresión a la naturaleza y una permanente fuente de patologías hídricas, como las gastroenteritis y las de la piel, que merman la salud de las personas.
Esa es una contradicción con el turismo sostenible, que es inclusivo y promueve la participación de la gente en el proceso. Sin la salud como estado biopsicosocial, es imposible.