Esta provincia suroestana, con unos 52 mil habitantes, 60 de cada 100  bajo la línea de pobreza, ha sido víctima de un mito que la mantiene resignada ante su carencia de bienestar.

A su gente le han anunciado, una y mil veces, la “buena nueva” sobre la venida de la  panacea que compensará con creces la deuda social acumulada. Durante décadas,  le han reiterado, hasta el mareo, que el dios turismo llegará pronto para sanarle todos sus males, comenzando por el saldo de su pobreza larga. Y ella, con el pensamiento petrificado, enajenada, se ha sentado a esperar con espantoso conformismo.

Luego de dos décadas de batalla legal, el gobierno ha recuperado 362 millones de metros cuadrados de tierras con vocación turística (incluida Bahía de las Águilas), sustraídas desde inicios de los 90, por particulares apañados por funcionarios. Y ya, en medio de aplausos, ha repetido que “llegó la hora del Sur. https://elnacional.com.do/terreno-de-bahia-de-las-aguilas-retorna-a-ser-propiedad-del-estado-gobierno-considera-dia-historico-y-de-gran-alegria/.

Un Plan Maestro que servirá de matriz a los potenciales inversores ha sido elaborado por una empresa extranjera, sin la participación de actores de la población receptora. La Presidencia lo ha presentado en enero de este año. https://minpre.gob.do/comunicacion/notas-de-prensa/ministro-montalvo-presenta-plan-para-el-desarrollo-turistico-de-pedernales-a-embajadores-y-directores-de-medios/.

No está mal que el Poder Ejecutivo trabaje en la dirección de desarrollar las potencialidades de esa zona del cuarto polo turístico, siempre que ponga en el centro a las comunidades y garantice respeto absoluto a las leyes nacionales y el mínimo impacto al medio ambiente y a la convivencia de las comunidades. Se generarán empleos de poca monta que paliarán el desaliento de las personas que allí sobreviven.

La tardanza en el inicio es entendible en vista del largo proceso judicial con las tierras robadas. Según reseñas de medios locales, Banreservas ha presentado el Plan Maestro a inversionistas asistentes a la Feria Internacional de Turismo (FITUR), celebrada en enero de 2020 en Madrid, España. 

Pero eso no justifica de ninguna manera la falta de inversión gubernamental en infraestructuras y empresas productivas en pos del desarrollo integral de los valientes seres humanos que, como los de las otras cuatro provincias de la frontera dominico-haitiana, han resistido el abandono y las inclemencias del empobrecimiento, y, así, con su cultura y su identidad, sin violencia, han servido como defensas reales de la soberanía. Es su deber.

Durante más de medio siglo (1959-1982), Pedernales aportó al Estado gran riqueza mediante la explotación de la bauxita (materia prima del aluminio) y otros minerales por parte de la compañía estadounidense ALCOA. El Estado, sin embargo, no ha correspondido aún con la reinversión de parte de los beneficios obtenidos de la riqueza natural vendida.

Inaceptable que, en pleno siglo XXI, la única carretera que lleva a Barahona-Santo Domingo, hacia el este, sea una especie trillo de chivos, vacas y burros silvestres; estrecha, zigzagueante, peligrosa de cabo a rabo.

Imperdonable que las vías troncales hacia las áreas agrícolas, en la Sierra Baoruco, semejen despeñaderos intransitables que dificultan el traslado de los productos.

Injustificable que Pedernales, con todo su valor estratégico para el país, pese a su pequeñez poblacional, carezca de un buen acueducto, sistema de alcantarillado, planta para aguas residuales, un sitio para tratamiento de la basura, excelente alumbrado público, un continuo programa de construcción de calles, viviendas dignas, centro cultural, anfiteatro, parques infantiles, carreteras pavimentadas hacia los sitios turísticos (la comunica con Bahía de las Águilas es un infierno), buena seguridad pública y, sobre todo, pleno empleo.

La tardanza en la llegada del gran turismo de ninguna manera es excusa válida para negarse a la inversión en áreas fundamentales para la vida digna en aquel pedacito de la República Dominicana. ¿O acaso desde el poder piensan que la existencia de sus habitantes está supeditada a un fenómeno social contemporáneo capaz de esfumarse ante el menor descuido? ¿No hay otras opciones de desarrollo? ¿No es responsabilidad del Estado crear las condiciones para alcanzar el bienestar general, llegue o no el dios turismo?

Ensimismado por las promesas de un paraíso terrenal, Pedernales quizá desconozca, o no quiera aceptar, la magnitud de la gravedad de su drama. Pero es grande. Irresistible. Bien que apueste al aprovechamiento lo más sano posible de sus recursos naturales, pero el liderazgo local debería también poner otras opciones más estables en su agenda.

Se sabe hace mucho que no es aconsejable r “poner todos los huevos en una misma canasta”. Por seguridad, un presidente de la República nunca viaja en un solo avión con todos los funcionarios que le sustituirían ante una eventualidad. 

Debe de servir para algo la experiencia con la Alcoa Exploration Company, que, cuando menos lo esperaban los pedernalenses, un día gris de los años ochenta del siglo pasado, sin ruborizarse, se marchó hacia otros mercados, porque ya la explotación de la bauxita y las calizas no eran rentables. Así, Pedernales quedaba desamparado, sin horizonte, sin empresas y sin progreso, sin nada de qué vivir. Hasta hoy.