El 15 y el 19 de diciembre de 2024 las autoridades dominicanas han incautado 1,599 paquetes de cocaína y marihuana frente a la costa de Cabo Rojo, centro del proyecto de desarrollo turístico, 23 kilómetros al sureste del municipio Pedernales, capital de la provincia.

En la primera operación han capturado 732 paquetes de cocaína y 226 de marihuana. En la segunda, 641 de cocaína, conforme la información de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD).

A mediados de diciembre, otro montón de cocaína ha sido capturado en ruta hacia la provincia vecina Barahona (comunidad Los Patos).

Muy mala noticia. No solo porque el subregistro de las confiscaciones debe de superar al menos el 50 por ciento; o sea que el equivalente a un mínimo de la mitad de cada cantidad incautada burlaría los controles establecidos y seguiría a sus destinos dejando el “boroneo” correspondiente en el patio. No solo por la criminalidad que resulta de las pugnas entre cárteles por el dominio del mercado y violación de su constitución no escrita.

Es también por la sociedad de zombis que construye a través del consumo, con brutal impacto, sobre todo, en la juventud; la violencia callejera que provoca el consumo por parte de adictos empobrecidos imposibilitados de acceder a dinero para saciar los ataques del vicio.

Mala, por el entierro de los valores tradicionales hecho a la carrera. Y por el espejo de vida lujosa presentado como único marco de referencia de prestigio social resultado de los fundamentos de su pedagogía enseñados con el mejor nivel por el mismísimo sistema económico y político a través de sus los canales de persuasión de la estructura de poder.

Solo ver cómo se socializa a través de medios de comunicación las más variadas metodologías para torturar y matar, dar “tumbes”, exaltar al “chapeo”, o sea, la pornografía femenina y masculina y el tigueraje como medios para conseguir bienes materiales (carros, apartamentos, viajes, cirugías, indumentarias y prendas caras); exaltación al otro por el “mérito” del boato exhibido y desprecio por quienes optan por la mesura.

Ver, además, cómo personas, sospechosas de lavado de activos de la droga, mafias y corrupción, convictas y exconvictas, reciben tratamiento de líderes en tribunas mediáticas del “nuevo periodismo, mientras se relega las necesidades comunitarias y los talentos que optan por la formación académica y apego a los valores tradicionales.

A la par, las autoridades se regodean en cada incautación repitiendo una práctica comunicacional cuestionada desde los primeros días de la Ley 50 de 1988 sobre tráfico y consumo de drogas prohibidas, en debates realizados en talleres internacionales sobre políticas, estrategias y planificación de la comunicación sobre la problemática. Resaltan la “gran cantidad” incautada y los exorbitantes precios en los mercados.

Ningún motivador más efectivo que ese para que muchos desafíen los altos riesgos en busca de participación en cualquiera de los eslabones del muy rentable negocio que no repara en economía formal e informal y circula con diferentes caras por los vericuetos del sistema.

La ONU estima en 320 mil millones de dólares (0,9% del PIB mundial) el tamaño del mercado de las drogas ilícitas. Y en los países de América Latina los ingresos anuales ascienden a US$150 mil millones.

En cuanto a Estados Unidos, las ventas al por menor representan US$34 mil millones de un mercado mundial de alrededor de US$85 mil millones (El problema de las drogas en las Américas: capítulo 4. La economía del narcotráfico. P.47; cm. OEA, documentos oficiales).

Es decir, se trata de un poder global, y, se ve clarito, que ese poder global ha identificado las costas caribeñas de Pedernales y demás provincias del litoral sudoeste dominicano como vías atractivas para el trasiego de sus productos.

A la par el Gobierno ejecuta un proyecto de desarrollo turístico con Cabo Rojo como destino, zona apetecible para narcos, a donde ya llegan cruceros bajo quejas comunitarias de exclusión del negocio por parte del Gobierno y la dupla privada ITM Group/Taíno Bay.

Ante un panorama tan complejo, lleno de incertidumbre y de sombrías perspectivas, la respuesta de la provincia, principalmente de su liderazgo político, económico, religioso, cultural, académico, comunitario, social, deportivo y comunicacional, no debería ser retórica de Relaciones Públicas al proyecto turístico ni de endiosamiento al Gobierno y al presidente Luis Abinader porque, al final, el tiempo comoquiera les daría los lauros merecidos.

Las alabanzas y posiciones acríticas, igual que el silencio inoportuno, son los mejores aliados del caos que se cocina. No asumir los roles sociales correspondientes por resolver nuestras necesidades particulares, nos convierte automáticamente en cómplices de una desgracia que no solo arruinará la pretensión de un turismo diferente, sino la vida misma del pueblo.     

Siendo realistas, no podemos enfrentar con éxito el poder global del narco que anima el capitalismo. Pero, en tanto comunidad, sí podemos priorizar en la agenda cotidiana varios ejes: organización social, prevención sobre uso indebido de drogas (prohibidas o no), turismo sostenible, corrupción, uso de suelo y seguridad jurídica.

Aterra el nivel de vulnerabilidad en esos aspectos pese a que por ahí caeremos pronto al despeñadero, salvo que nos sacudamos ahora para que nazca la conciencia crítica como escudo contra males sociales en crecimiento continuo.

No queda mucho tiempo para oír lamentos tétricos a causa de una provincia invivible, parida de violencia, sin juventud sana, ni valores que la orienten.