Paz total o guerra, esas son las únicas opciones, lo demás sólo son formas de engañarse a sí mismo. Cuando creemos que podemos afectar a los demás y aun así mantener la paz, simplemente somos irracionales.
Cuando nuestros socios, amigos, familiares, pareja, hijos, país, religión, la humanidad, no están cómodos en la relación con nosotros, no contribuimos a un clima de paz. El maltrato genera resentimientos y los resentimientos tarde o temprano provocan enfrentamientos a veces desproporcionados.
No podemos vivir sin compartir y mientras mayor es el número de personas con las que nos relacionemos, mayores posibilidades de éxito tendremos, lo que se ha facilitado por la tecnología actual en las comunicaciones. Podemos tener contactos por todo el mundo, para: vender, comprar, hacer negocios, obtener informaciones, conocer mayor variedad de lugares, aprender idiomas, etc. Pero también sabemos, que es posible tener decenas de miles de contactos o seguidores y sentirnos muy solos. Hay un nivel de intercambio humano que podemos imitar, pero nunca nos proporcionará los beneficios de una relación real.
Los cuerpos diplomáticos, son las instituciones e individuos que se ocupan de fomentar, regular e incrementar las relaciones entre naciones. Sin embargo, a menudo se especializan en la hipocresía y falsedad, manteniendo una comunicación en la que se dirá lo que convenga sin importar que sea verdad o no. Cuando un diplomático logra engañar a otra nación en una negociación, consiguiendo un beneficio desproporcionado para la suya, usualmente es considerado un héroe en su tierra, sin embargo, esa “habilidad” perjudica a esa otra nación, a menudo más pobre, como consecuencia en muchas familias se dificultará el comer, muchos jóvenes perderán la opción a estudiar y muchos enfermos morirán por falta de medicamentos. Ese diplomático, aunque genere un clima de conflictos en esa nación amiga, posiblemente se dirá a sí mismo que no tiene la culpa de ser tan “habilidoso”.
Hemos creído que las guerras se ganan cuando uno de los contrarios es asesinado, destruido, debilitado o desmoralizado, pero en la actualidad tenemos que aprender que ganamos cuando evitamos la guerra, procurando que todo termine con acuerdos, no con masacres. Mandas a tus hombres a matar para mantener tus ventajas comerciales, pero cuando regresan pretendes que olviden que mataron y retomen con facilidad el modo pacífico.
Quien disfrute abusando de los débiles, su agresividad en algún momento le llevará a enfrentarse con un rival también fuerte. Además, las asociaciones de violentos y abusadores, terminan invariablemente con enfrentamientos entre ellos.
La única forma de que haya la suficiente paz para que nuestra especie no desaparezca es: no despreciar, humillar, ofender, herir o matar. Solamente teniendo buen trato, dando a otros lo que queremos que nos den a nosotros, haciendo negocios justos, valorando el trabajo ajeno, siendo tolerantes, aprendiendo a escuchar, no ambicionando lo que no necesitamos, trabajando y mejorando nuestra calidad humana, podríamos tener una vida armónica donde la guerra no tendría ningún sentido.
Así como hacemos famosos a los asesinos que sin justificación salen a matar multitudes y virales a quienes realizan actos inmorales, debemos aprender a promocionar valores y superación. Porque los valores humanos, nos hacen mejores y cuando somos mejores humanos, simplemente mejora nuestra casa grande: el Mundo. El antisocial, aunque fuera famoso y rico, tiende a debilitar su pueblo y es responsable de las mismas circunstancias que le impedirán disfrutar lo que tiene.
Hay formas determinadas de comportamientos, actitudes, arte, pasatiempo, que favorecen la calidad de vida de una población, porque incentivan a cada cual a dar lo mejor de sí, mientras otras son una invitación a degenerarse.
Si rehúsas dar a los demás lo que se merecen estás a favor de la guerra, si procuras agradar a los que se relacionan contigo, fomentas la paz.
La bomba atómica que destruyó totalmente la ciudad de Hiroshima, matando cerca de 200,000 personas, es hoy considerada pequeña. La bomba rusa del Zar es considerada 3,300 veces más potente que la de Hiroshima, según un artículo de la BBC de agosto del 2020. Es un dato importante para tener en cuenta cuando se proclama que la OTAN debería atacar de frente a los rusos para vencerlos y que acabe la guerra. No terminamos de entender que ya en las guerras nadie puede vencer, la única posibilidad razonable es que todos ganemos por una negociación justa.
Normalmente creemos que solo quien tiene acceso a misiles nucleares es un genocida en potencia, sin embargo, quien odia a su vecino no es menos genocida, aunque no tenga tanto poder para matar. Muchos no matan por miedo a las represalias, pero lo ideal es que no mates porque te duela hacer daño a los demás.
No dejes que la guerra te aterrorice, ciertamente el cuerpo que ahora tienes es muy frágil, pero tu ser real es eterno, aunque tal vez no ha despertado. Debemos luchar con todas nuestras fuerzas por este planeta, pero sabiendo que no es lo único que tenemos.