Con el objetivo de atacar la delincuencia, el pasado 2 de junio de 2022 el presidente Luis Abinader anunció, entre otras medidas, la incorporación de las Fuerzas Armadas a las labores de patrullaje realizadas por la Policía Nacional. Por instinto, el patrullaje es una medida que, incluso psicológicamente, refuerza nuestro sentido de seguridad. El 7 de junio (una semana después de haberse iniciado el patrullaje preventivo conjunto Policía Nacional/Fuerzas Armadas) las autoridades indicaron que -en comparación con el periodo similar previo a las medidas puestas en vigencia- la incidencia de hechos delictivos se redujo en un 25%. Cabe preguntarse, ¿es el patrullaje una medida que contribuye con el combate efectivo de la comisión de actos delictivos?
En la década de 1970 la ciudad de Kansas City optó por poner en experimento una corazonada de O. W. Wilson, un referente policial estadounidense. Wilson intuía que el patrullaje preventivo (carros policía en constante movimiento impredecible) reducía la criminalidad. Contrataron a un criminólogo llamado George Kelling, quién dividió el experimento en tres grupos. En el primer grupo la policía continuó trabajando como siempre había trabajado. En el segundo no implementó patrullaje preventivo. En el tercero se duplicó -y hasta se triplicó-el número de patrullas en las calles. Se trabajó durante un año recogiendo estadísticas en los tres grupos. No se observó ninguna diferencia (ninguna, insisto) en materia de criminalidad, pero tampoco en relación con satisfacción del ciudadano. Nada. En la policía hubo incredulidad respecto de los resultados y reticencia para aceptarlos.
A principios de la década de 1990 Kansas City decidió experimentar nuevamente. Esta vez contrataron a Lawrence Sherman. Sherman inició este otro experimento policial en el Distrito 144 de la ciudad de Kansas City, el más violento de la ciudad. Sherman era del criterio de que la ola de violencia era causada por la proliferación de las armas, por lo que se trazó un objetivo claro: encontrar armas de fuego. Partió de tres ideas primordiales. La primera era un acercamiento ciudadano en procura de denuncias anónimas reportando la presencia de armas en la comunidad. En tres meses la policía hizo 850 visitas cara cara. Se produjeron solo dos llamadas de denuncia. La segunda idea consistía en entrenar a los policías en el arte de descubrir armas escondidas, implementado -sobre todo- por Robert Gallagher, un oficial de policía de la ciudad de Nueva York. Ghallager viajó a Kansas City para entrenar a los policías. Sin resultados. La tercera idea se relacionó con un aspecto jurídico de la constitución norteamericana y las lagunas interpretativas relativas a la prohibición de las requisas y decomisos irrazonables (unreasonable searches and seizures), de forma que se detuviese y requisase, en busca de armas, a la mayor cantidad de personas posible. Durante el patrullaje de 200 días, los cuatro oficiales de policía del experimento pusieron 1,090 multas, detuvieron a 948 vehículos, arrestaron a 616 personas, requisaron a 523 peatones y retuvieron 29 armas. Agotada la fase de experimentación de esta modalidad se observó una reducción de un 50% en la tasa de crímenes armados en el Distrito 144. Éxito significativo.
El primer experimento de Kansas City estableció que el patrullaje preventivo era inútil. El segundo demostró que el patrullaje hace una diferencia (positiva) siempre que la policía detuviese el mayor número posible de sospechosos y buscase armas. Así, según el segundo experimento de Kansas City el patrullaje funciona siempre que la patrulla esté ocupada, empleada a fondo en su función de fiscalización. No obstante, este enfoque de patrullaje invasivo debería limitarse a zonas de alta criminalidad (barrios inseguros) y/o a zonas de alta vulnerabilidad (como espacios turísticos o familiares, en nuestro caso).
Los experimentos de Kansas City pueden arrojar modelos interesantes de patrullaje, pero transmitir a otros países este esquema de seguridad y patrullaje no es cosa simple. De hecho, en el propio Estados Unidos su implementación en otros estados ha traído un reconocido fenómeno de muertes por abuso policial que, en alguna medida, dio lugar al movimiento #BlackLivesMatter. Un patrullaje policial tan invasivo tiene potencial de confrontar derechos ciudadanos, por lo que se deberá procurar un balance entre estos y el patrullaje/requisa. Atacar problemas actuales, de la sociedad contemporánea, con una policía de 1970 es poco inteligente, por lo que cualquier enfoque de combate a la criminalidad supone replantear la formación policial y su abordaje al ciudadano. En una entrega futura trataré de vincular los experimentos de Kansas City a la realidad dominicana, sin con ello pretender ser experto en seguridad.