"El ser humano es parte de la naturaleza y su guerra contra ella es, inevitablemente, una guerra contra sí mismo”- Rachel Carson.
En esta entrega traemos a colación la inusitada actualidad que retoma en estos días el tema ambiental. En el centro de las discusiones -que no llegan a ser debate de altura- están el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el conocido economista Miguel Ceara Hatton, de larga y reconocida trayectoria en el estudio y análisis de los problemas económicos del país, y Alfredo Pacheco, hombre con un extendido servicio en el Congreso Nacional, conocido más por sus intervenciones en los asuntos de actualidad política que por sus contribuciones legislativas.
El señor Pacheco tilda de ineficiente la gestión de Ceara, de no tener una hoja de servicio que “merezca respeto” y de ignorar los compromisos partidarios referidos al empleo del mayor número posible de perremeístas en la Administración.
En perjuicio de los planteamientos de Pacheco debemos señalar que las ineficiencias en la gestión administrativa del Estado radican precisamente en favorecer indiscriminadamente a las huestes partidarias del partido en el gobierno, excluyendo cada cuatro años como corolario obligado a renombrados técnicos bajo la sospecha de que pertenecen a organizaciones políticas de la oposición; peor aún, decenas son desvinculados “porque tienen mucho tiempo en el Estado” o por la obligación moral expresa de premiar a los compañeros del partido.
La cultura del patronazgo, es decir, aquel contexto en el que las funciones y tareas públicas son ocupadas de manera discrecional, sin ningún tipo de filtro competitivo por méritos o competencias, gracias a redes informales, a compra de los puestos e incluso por razones de “méritos heredados” o de trabajo reconocido en las campañas electorales, sigue prevaleciendo en el mundo político dominicano y causa un daño colosal a la continuidad del Estado y a la eficiencia y eficacia de sus más relevantes ejecutorias.
Ningún político profesional, como creemos que lo es Pacheco, debería defender públicamente la cultura clientelar dominante, independientemente de la validez de las razones que el ministro Ceara expusiera para desvincular a 600 supuestos servidores, entre ellas que los afectados no sabían quiénes eran sus superiores inmediatos. Somos de la opinión de que en los mandos técnicos y dirección del Estado debemos tener personal competente, con probada experiencia en el ámbito que se trate y sin trayectoria documentada que pueda influir negativamente en el desempeño de sus obligaciones.
En cuanto a la ineficiencia de la gestión de Ceara a nosotros nos parece que la protección y seguridad ambiental del país es un tema que tiene décadas colgando entre la agenda de los pendientes gubernamentales fundamentales.
El Ministerio de Medio Ambiente ha sido por años una formidable plataforma de negocios, un espacio donde los acuerdos no son precisamente para proteger y preservar nuestras cuencas hidrográficas y recursos hídricos, contener la deforestación y reducir las crecientes fuentes de contaminación y destrucción del ambiente y sus recursos.
Las regulaciones se cuentan por decenas y los programas y proyectos ambientales resultan hoy innumerables. No obstante, el avance destructivo del comportamiento empresarial y ciudadano contra nuestros últimos bosques (cubierta forestal entre 8 y 10%) y parques nacionales, recursos hídricos y biodiversidad en general, además de la ausente gestión de los desechos sólidos y aguas negras, son algunos de los ítems de una gran y complicada agenda diferida de manera recurrente bajo la sombrilla protectora ostensiblemente perforada de pretextos, publicidad pagada y aspavientos cómplices.
Los desencuentros entre Miguel Ceara y Alfredo Pacheco nos parecen un enfrentamiento entre el pasado clientelar y la resistencia a él sin avances sustanciales en materia ambiental que mostrar.