En la AEIH nos seguíamos reuniendo para discutir la posibilidad de elaborar los lineamientos generales del Plan Nacional de Desarrollo y cuando teníamos listo el documento básico surgió otra pregunta:
—Con el tipo de gobierno antidemocrático que nos gastamos, ¿cómo podemos establecer un cambio de esa naturaleza?
De ahí salí a conversar con unos amigos, entre ellos Juan Bolívar Díaz, Miguel Ceara Hatton, Isidoro Santana, Carlos Pimentel y Rafael Toribio. Con ellos empezamos a reunir gente y a elaborar los que serían los estatutos y la declaración de principios que darían origen a la fundación de Participación Ciudadana, que ocurrió después de haber formalizado todos los trámites y de realizar la asamblea con la integración de una masa crítica con grandes convicciones democráticas, con deseos de trabajar, capaz de convertirse en un interlocutor válido entre la sociedad civil y los poderes públicos.
En esa asamblea se erigió el Consejo Nacional y el Comité Coordinador y fui elegido como primer coordinador de esa institución, que ha dado cátedra de compromiso y seriedad.
Los principales candidatos para las elecciones de 1994 eran José Francisco Peña Gómez y Joaquín Balaguer, quien -como de costumbre- hizo fraude. Pero ya la sociedad contaba con la disposición y medios para denunciarlo, entre ellos el propio Movimiento Cívico Participación Ciudadana, que empezó a evidenciar las irregularidades, ya que tenía observadores en algunos de los centros de votación.
Cuando la Junta Central Electoral, cómplice del fallo, proclamó a Balaguer como Presidente se produjeron levantamientos y manifestaciones populares que lo obligaron a negociar una reforma constitucional que prohibiera la reelección y acortara su período a dos años, así como otra serie de acuerdos, entre ellos separar las elecciones congresuales y municipales de las presidenciales, establecer el 40% más 1 de los votos como tope para ganar los comicios y la segunda vuelta si ningún candidato obtenía ese porcentaje.
El centro de la negociación estaba dirigido por monseñor Agripino Núñez Collado en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Ese documento debía ser firmado por los principales actores, los dirigentes políticos y una serie de testigos de la sociedad civil. A la hora de suscribir el Pacto a mí me tocaba hacerlo en representación de Participación Ciudadana. Al revisarlo el día antes nos dimos cuenta de que se habían cambiado cláusulas que no eran las originalmente planteadas, que habían variado por presión de los poderes fácticos.
Lo que no entendíamos era por qué el PRD aceptó el documento con la redacción que finalmente habían impuesto, con una cláusula que planteaba que para ser elegido presidente en las elecciones que se harían dos años después tenía que ganar la mayoría de 50% más uno, pues originalmente lo que decía era el 40% más uno. Esa cláusula se coló evidentemente para afectar la candidatura de Peña Gómez.
No obstante, el PRD lo firmó, todos lo firmaron. Participación Ciudadana y mi persona nos negamos a refrendarlo como demostración de la consistencia de nuestros principios.
Ante esa situación empezamos a trabajar en procura de crear un instrumento de observación electoral que permitiera evidenciar con mucha más propiedad las artimañas y fraudes que se pudieran producir en las próximas elecciones, dando los pasos para crear la primera red de observadores electorales.
Esta red contó con el apoyo del National Democratic Institute (NDI), una institución muy activa en esa época, dependiente del Partido Demócrata de los Estados Unidos y cuyo objetivo era fortalecer los procesos democráticos en todo el mundo. Con ese apoyo y la experiencia de algunas instituciones de América Latina elaboramos una propuesta que presentamos al proyecto Iniciativa Democrática, que ejecutaba la PUCMM, con el apoyo de la Agencia para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID).
En sus inicios yo había sido uno de los miembros del Comité Rector de Iniciativa Democrática. La propuesta de PC fue aprobada tanto por Iniciativa Democrática como por la USAID y empezamos de inmediato a formar la primera Red de Observadores Electorales Dominicanos, con el apoyo valioso de algunos asesores internacionales, entre los que se encontraba el peruano Rafael Roncagliolo, quien nos asesoró en varios procesos. En ese entonces ya yo había terminado mis dos períodos como coordinador de Participación Ciudadana y me integré directamente a trabajar en la Red. Observábamos con mucha certeza y ganamos credibilidad, incluso en el conteo rápido que hizo la organización y que entregó a la Junta Central Electoral antes de hacerlo público. Al momento en que la Junta declaró los ganadores y abrió el sobre del conteo rápido de Participación Ciudadana, prácticamente no había diferencias en los resultados.
En el proceso de fundación de Participación Ciudadana y cuando se creó la Red de Observadores Electorales tuvimos muchos contratiempos, sobre todo con organizaciones políticas y partidos de ultraderecha. Recuerdo los enfrentamientos tanto con el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez como con Marino Vinicio –Vincho– Castillo. Hubo incomprensiones incluso de una parte del PLD, aunque otros de sus dirigentes, más racionales, nos apoyaron. Esos dirigentes del PLD conocían bien a los mellizos Porfirio y Doroteo Rodríguez, que eran gente muy ligada al PLD y a mí mismo.
Entre los dirigentes peledeístas que no veían, en ese entonces, a PC como una afrenta, estaban Temístocles Montás y el candidato en esas elecciones, Leonel Fernández, quien apaciguó los ánimos. Eso debo reconocerlo. Yo me mantenía cercano a algunos de esos dirigentes, pero aun así decían que el peso perredista en PC podría definir un rumbo negativo para el Partido de la Liberación Dominicana. Los acontecimientos siguientes probaron que eso no era así y la profesionalidad con que se manejó la observación fortaleció la credibilidad de PC.
Peña Gómez perdió en la primera vuelta, no logró el 50% más uno, que era el objetivo de Balaguer y la ultraderecha. El contendiente principal fue Leonel Fernández.
Yo tenía mis relaciones afectivas con Leonel, con quien solía encontrarme a la salida de las tertulias a las que frecuentemente asistía. Leonel era un joven brillante. Nuestros contactos más directos comenzaron cuando él fue candidato a la vicepresidencia. Incluso, fuimos expositores en un seminario sobre política económica y competitividad en la Universidad Iberoamericana (UNIBE).
Aunque me mantenía formalmente neutral, voté por él en la primera vuelta. En la segunda vuelta no lo hice, indignado, porque si bien podía entender la conveniencia para el PLD de una negociación con el Partido Reformista, no podía justificar que llevaran a don Juan Bosch al Estadio Olímpico y levantaran su mano junto al malvado de Balaguer, sobre todo porque ya había perdido facultades. Yo lo quería y admiraba. Por eso, y en protesta, sencillamente no voté en la segunda vuelta.
Extractos editados de mi libro “Relatos de la vida de un desmemoriado”.