Mafalda

Desde pequeña soy fanática de Mafalda, una niña de seis años con cinta en el pelo, curiosa, inquieta y terriblemente irónica, cuyo sueño de adulta es tener mucha cultura en lugar de riquezas. Sus temas de reflexión son el medio ambiente, la paz mundial, las injusticias sociales, la política, la economía y el modo en como estos afectan a la humanidad. No le gusta la sopa y, desde su visión infantil, critica constantemente el mundo de los adultos.

El creador de esta genial caricatura fue el ilustrador argentino Joaquín Salvador Lavado conocido como Quino (O el Papá de Mafalda) quien usaba el globo terráqueo para despertar nuestra curiosidad intelectual y hacer evidente nuestra vulnerabilidad. Con ese globo, uno de los elementos iconográficos más usado en toda la tira de Mafalda, nos salvaba a nosotros y al planeta.

A través de Mafalda, Quino nos enseña a ser mejores personas, a reflexionar y pensar en un mundo mejor. Nos muestra que necesitamos preocuparnos de las cosas realmente importantes, además de ocuparnos de causas que apoyen el beneficio de los demás, empezando con las personas a nuestro alrededor.

Papá ¿podrías explicarme por qué funciona tan mal la humanidad?

Siempre idealista, pero también irreverente, la curiosidad de Mafalda dejó plasmadas para siempre un montón de lecciones de vida que no importa en que momento te encuentres, podrás relacionarte con ellas y aplicarlas para ser más feliz y más humana.

Con el transcurrir de los años he llegado a entender que la persona más importante en mi vida soy yo misma, y si voy a vivir toda la vida conmigo misma lo mejor es que sea mi amiga. Entre las grandes enseñanzas que me ha dejado Mafalda: Qué sería la vida sin mi.

Es súper común estar pensando en que no queremos cumplir más años, que queremos ser por siempre jóvenes. Algunas personas realmente comienzan a amargarse al llegar a los cincuenta o a la tercera edad, por ese tema de ya no ser tan jóvenes. Pero, como bien dice nuestra niñita filósofa, los años no importan, lo que sí importa es estar vivo y disfrutar de la vida. ¿Que importan los años? Lo que realmente importa es comprobar que al fin de cuentas la mejor edad de la vida es estar vivo.

La juventud es para regarla y hacer cosas que después ya no nos animaremos a hacer. Así que, ¡simplemente haz las cosas! Porque cuando seas mayor te encantará recordar contar tus historias con una enorme sonrisa. Si no haces cosas estúpidas cuando eres joven, no tienes nada de qué sonreír cuando estás viejo.

Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante, decía nuestra amiguita y   es cierto. Lo peor es que es un mal que nos aqueja a muchos. ¿Cuántas veces no te ha pasado que por hacer algo del trabajo urgente te pierdes una fiesta con amigos o algún momento importante con tus hijos o con la familia. Debemos priorizar y balancear el tiempo que le dedicamos a lo realmente importante con familia, amistades, con nosotros mismos y a lo urgente de nuestro trabajo.

De la mano de la lección de vida anterior, concluimos que no todo debe ser trabajo, debemos darnos el tiempo de disfrutar día a día. Trabajar para ganarse la vida, pero ¿por qué esa vida que uno se gana tiene que desperdiciarla en trabajar para ganarse la vida? Lo ideal sería tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho. Así pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría.

Esto nos ahorraría muchos problemas, ¿verdad? Piénsalo bien, muchos de los problemas que hay en el mundo son por nuestro pensamiento egoísta, individualista, frío, sin amor a los demás. Pocas veces reflexionamos que lo que para nosotros es un “problema” en realidad se queda súper corto a comparación de las crisis que viven otras comunidades y países enteros. Nos falta solidaridad.

Con esta frase, Mafalda expone las superficialidades que nos hacen sentir como si el mundo se estuviera acabando solo para nosotros, nos hace ver lo pequeño de nuestros pensamientos: ¿Te engordaste dos kilos desde el verano pasado? Bueno, millones de personas no pudieron engordar porque no tuvieron nada que comer. Pero supongo que vos necesitás consuelo y no sentirte tan estúpida.

¡Sonríe! Es gratis y alivia el dolor de cabeza. La solución para muchas cosas a veces está en verlas de manera positiva. Sonreír a las situaciones y a las personas que tienen mala vibra. Para la tristeza, la apatía y la desilusión la mejor herramienta y arma es la sonrisa. Busca cosas que te hagan reír, la alegría es motor de vida.

Andamos necesitados de la aprobación de los demás, y vivimos pensando en cómo caerle bien a las otras personas, pero esto no debe de ser así, ya que no tenemos por qué caerle bien a todos. Debemos entender que somos como somos, a algunos les gustará a otros no, pero ese es su problema. Algunos me aman por ser como soy, otros me odian por la misma razón, pero yo vine a esta vida a tratar de ser feliz… ¡no a complacer a nadie!

Aprendamos que la felicidad  consiste en buscar una manera de estar en el mundo, pero sobre todo con nosotros mismos y de ahí la necesidad de convertirnos en nuestros mejores amigos: porque te necesitas para afrontar la vida.

Necesitamos aprender a perdonarnos, la culpa nos mantiene enfermos. Si cambiamos nosotros cambia nuestro mundo, la revolución personal es más prometedora que las revoluciones sociales y para ello debemos rescatar el encuentro personal, necesitamos mirarnos en el otro. Al juntarnos con otras personas logramos el contraste que nos va a dar salud y amor.

En estos días de Semana Santa quiero invitarte a que pienses en Mafalda y reflexiones sobre su pensamiento humanista, en como necesitamos aprender a re-conocernos a nosotros mismos para entender a los demás y al mundo.

Estos son días para reflexionar sobre ser tu mismo dentro del mundo que vives, ya que la felicidad solo la encontrarás dentro de ti. Por último, cada vez que vayas a cambiarte de ropa, y te sientas indeciso o que no encuentras algo que te quede bien, recuerda esta frase de Mafalda: Cuando no sepas que ponerte ponte feliz.