Con Gaza y Beirut en el corazón.
La inhibición, en cierto modo, puede definirse como una parálisis ante la toma de decisiones, una incapacidad que impide avanzar. En muchos casos, esto se debe a una cascada de pensamientos circulares que suelen ser de naturaleza catastrófica. Este ruido mental interfiere de manera significativa en la capacidad de resolver problemas y de continuar con la cotidianidad de la vida.
Sin embargo, no siempre esta parálisis está relacionada con una enfermedad. Puede ser una respuesta defensiva, un exceso de perfeccionismo o un intento de encontrar una decisión “perfecta” que, en realidad, no existe. Y no solo afecta a las decisiones trascendentales, sino también a las más insignificantes: elegir entre una manzana o una pera, vestirse de manera formal o casual…
Existen tantas condiciones que favorecen estos pequeños bucles de pensamiento que podríamos extendernos infinitamente en su descripción. Los pensamientos recurrentes pueden aparecer en diversas condiciones patológicas, especialmente en trastornos afectivos como la manía o la depresión. En estos casos, se convierten en reflexiones internas que parecen interminables. Sin embargo, esta sucesión de pensamientos no debe confundirse con la ruptura de la lógica que ocurre en las psicosis, en las que hay una pérdida del juicio y del autocontrol.
El asunto que aquí nos ocupa es la parálisis ante la toma de decisiones causada por el exceso de análisis. En el diálogo interno solitario, el constante cuestionamiento y la tendencia a centrarse en los aspectos negativos retrasan la acción y la resolución. Este patrón suele estar influido por factores como la autoexigencia, el miedo al fracaso, las inseguridades personales y las dinámicas sociales actuales.
En estos casos, la inhibición actúa como un mecanismo de defensa, pero puede llevar al aislamiento y a perder el ritmo de la vida. La toma de decisiones se vuelve terriblemente complicada debido al sobreanálisis catastrófico y al autodiálogo exagerado, lo que genera un gran malestar y sufrimiento personal.
La mayoría de las veces, esta situación pasa desapercibida para los demás; solo quien la padece conoce su magnitud, ya que es una experiencia profundamente personal e individual. Sin embargo, es importante saber que este patrón de pensamiento no es irreversible, puesto que con ayuda de la psicoterapia es posible trabajar en estas dinámicas y encontrar formas de mejorar.
En este nuevo 2025, a pesar de los desafíos que plantea la geopolítica actual, debemos apostar por un análisis menos paralizante y, sobre todo, por la acción. Sin acción, no hay cambio.