Esa palabra, “paradigma”, fue usada en los años 60 por un físico-historiador-filósofo estadounidense para explicar cómo avanzaba la ciencia. Una genial metáfora -“cambio de paradigma”- para dar a creer (pues su creador no lo definió claramente) que la ciencia cambiaba de un día para otro. De la Física de Newton a la de Einstein, de Einstein al mundo cuántico (dicen sus seguidores) y de una era, un período cualquiera a otro y así con todo y para todas las cosas.
Nada cambia de un día para otro, ¡ni la extinción de los dinosaurios fue de un día para otro!
Pero la metáfora fue y sigue siendo exitosa, la leemos en cada artículo que habla de cambio, la suponemos cada vez que escuchamos la palabra modificación, variación…y por extensión todo de repente se ha vuelto inmediato o no sirve. ¿Por qué? Por la forma de funcionar, de trabajar de nuestros cerebros, de nuestra mente.
Cuando los humanos adquirieron consciencia de sí y supieron que la gente moría, no importa qué, sus cerebros ya estaban preparados, ya habían evolucionado a preocuparse por lo inmediato, lo cercano, lo contiguo. Lo que ocurre ahora, ya, en un instante de su vida, y que eso era y es lo importante.
Tenemos también otros mecanismos neurales, muy desarrollados en los humanos, que también se ocupan por el futuro, pero son lentos, no son tan importantes. El futuro era (y es) demasiado imprevisible.
Así, la idea de un “cambio de paradigma”, rápido, en poco tiempo, es fácil a nuestros cerebros. El futuro sin embargo hay que estudiarlo, hay que desarrollar distintos modelos de futuros y evaluar sus posibilidades reales y sus consecuencias y todavía lo hacemos entre mal y regular, a pesar de todos nuestros avances tecnológicos.
Por eso esa metáfora – el cambio de paradigma- prendió entre sabios y muchísimos no tan sabios, todos olvidaron que llevó años convencer a los cirujanos de lo bueno de la anestesia y que a Lister, ese genio inglés de la cirugía, le tomó 40 años convencer a sus colegas de que eliminando los gérmenes las operaciones eran mas exitosas, implantando la asepsia en lo quirúrgico que hoy vemos tan normal ( y que la marca Listerine de enjuague bucal le hace reverencia usando su nombre), para citar dos ejemplos al alcance del gran público.
Solo pensamos para los instantes del presente y tomamos decisiones- buenas, regulares y malas- para ese presente.
Por eso lo catastrófico tanto nos atrae, nos habla de casos actuales y la propaganda pronto descubrió eso y también la política; la planeación, la visión de progreso y de futuro no nos es tan atractiva y hasta se considera una casualidad que acertemos con ella. No es que las nuevas generaciones tengan otros valores, simplemente exponen el funcionamiento crudo de nuestros cerebros: ¡me interesa lo de ahora, lo ya! Obviamente, no ha habido- y parece que en nuestro país de manera particular- la educación e instrucciones necesarias para aprender a pensar en futuros.
El problema de las metáforas es que con ellas vemos muchas cosas más claras y simples, pero al mismo tiempo nos atrapan en sus límites y no nos invitan a buscar más allá de ellos. Es como cuando un médico americano, en 1967, definió a una nueva atención clínica como biopsicosocial, refiriéndose a los servicios médicos que se deberían tener con los enfermos en hospitales al comprender el entorno de dónde venía dicho paciente y que se convirtió con el tiempo en una definición de lo que es ser humanos, es una gran idea simple para muchos que usaron y aún emplean esta metáfora.
La verdad sea dicha, cada vez que veo empleada esa frase (claro, como definición de humanos) yo pienso en las cebras, que son tan biopsicosociales como nosotros y tantos otros animales.
Quizás el límite de las metáforas es inherente a la constitución de nuestros cerebros, hechos para pasar nuestros genes hoy a otra generación, y muy pocos piensan cómo esa nueva generación pasará a su vez los suyos.
Las metáforas son simplicidades y no pasos hacia parte alguna. Nos contentan y nos hacen creer que pensamos y que algo hacemos. Los “cambios de paradigma” son una metáfora más ¡y nada más!