Por iniciativa de jóvenes apasionados con la profesionalización de la palabra hablada se ha escogido el 8 de septiembre para celebrar el Día Nacional de la Oratoria en la República Dominicana.
¿Qué es la oratoria? ¿Cómo incide en la sociedad? ¿Para qué sirve que se le dedique un día nacional?
La oratoria es el arte de hablar de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir. Su práctica ha desempeñado un papel crucial en la historia de la humanidad. Desde la antigua Grecia hasta la era digital, la oratoria ha evolucionado para adaptarse a los cambios sociales, políticos y tecnológicos, manteniendo su relevancia como una herramienta esencial para la comunicación efectiva, la construcción de liderazgo y la incidencia en la sociedad.
Precisamente con el propósito de “redefinir la comunicación en la era digital y rendir homenaje a Yaqui Núñez del Risco”, considerado como uno de los más grandes maestros de la palabra de República Dominicana, el Consejo Nacional de Comunicadores Sociales (CNCS) promueve una idea que ha bautizado DNO: Día Nacional de la Oratoria.
Según estudiosos, la oratoria tiene sus raíces en la antigua Grecia. Dicen que allí fue elevada a la categoría de arte por filósofos como Aristóteles, quien la definió como el "arte de la persuasión". En ese contexto, la oratoria no solo era una habilidad práctica, sino también un componente fundamental de la educación cívica.
Cuentan que los ciudadanos griegos, especialmente en Atenas, debían ser capaces de hablar en público con elocuencia y persuasión para participar en la vida política. Los discursos pronunciados en el ágora (plaza pública) o en los tribunales eran cruciales para la toma de decisiones y la resolución de conflictos (Kennedy, 2007).
Pero es durante el Imperio Romano cuando la oratoria se convirtió en un medio para ejercer influencia política y social, y fue esencial para el funcionamiento de la república romana (May, 2002). Con el surgimiento del cristianismo, la oratoria experimentó un cambio significativo: los sermones se convirtieron en el principal medio de comunicación pública, y la habilidad de un predicador para persuadir y conmover a su audiencia era crucial para la propagación de la fe (Vickers, 1988).
Luego se redescubre la importancia de la elocuencia en la educación y la política. Con ello, la oratoria se convirtió en una herramienta clave para diplomáticos y líderes políticos, quienes la utilizaron para negociar tratados, inspirar a sus seguidores y consolidar su poder (Skinner, 2018).
Y ya muy cerca a nuestros días, la oratoria ha seguido evolucionando, adaptándose a los cambios en los medios de comunicación y en la estructura social. La invención de la imprenta, la radio, la televisión y, más recientemente, internet, han transformado la manera en que se entrega y recibe el discurso público.
En la sociedad contemporánea, la oratoria sigue siendo una herramienta esencial para el liderazgo. Los discursos públicos pronunciados por figuras políticas, activistas y líderes empresariales pueden movilizar a las masas, inspirar cambios sociales e influir en la opinión pública. En un mundo cada vez más globalizado e interconectado, la capacidad de comunicar ideas de manera clara y persuasiva es cada vez más importante.
Hoy tenemos retos como la adaptación tecnológica, tomando en cuenta que la tecnología ha de ser medio y no fin. Y tomando en cuenta, además, el riesgo “discapacitante” que inicia con la dependencia. En tiempos de Inteligencia Artificial, un reto clave es mantener altos estándares éticos. Nuestro uso de la oratoria debe caracterizarse por valores como honestidad, integridad y respeto por la audiencia.
Necesitamos que la oratoria esté al servicio de la diversidad y la inclusión. Eso implica tomar en cuenta las diferencias culturales y la necesidad de adaptar nuestros mensajes para las audiencias. Y con ello ha de conectar una necesidad cada vez más urgente: el fomento del pensamiento crítico. Sólo en la medida en que asumamos tareas orientadas a cuestionar, reflexionar y tomar decisiones informadas, la oratoria aportará sostenibilidad a la sociedad.
Quizás ayude la conclusión a la que llegaron personas sencillas, en el Cauca, en Colombia: “La palabra sin la acción es vacía, la acción sin la palabra es ciega, la palabra y la acción sin el espíritu de la comunidad están muertas”.