Los resultados de la primera vuelta de las elecciones francesas en República Dominicana son distintos a los obtenidos dentro y fuera de Francia, debido, en gran parte, a que la abstención de los votantes por estas tierras (75%) fue mucho mayor que la media (25%).

¿Querría esto decir que los franceses de Santo Domingo y Las Terrenas, los dos lugares donde hay mayor concentración de votantes galos, están tan bien integrados a su país de acogida que la política de su país de ciudadanía no les incumbe ni les afecta?

Lejos de eso. En ambos polos hay escuelas asociadas al sistema educativo francés, negocios y servicios cuyos presupuestos son parcialmente financiados por los impuestos de los residentes en Francia, sean estos ciudadanos o no, de origen extranjero o no.

Así que, aunque lleven más de sesenta años fuera de su país natal, como Nicole Domino en Santo Domingo, o tan solo unos meses, como algunos profesionales de reciente movilidad, todos los franceses del extranjero tienen un cordón umbilical hábil. Cordón que es más o menos eficiente dependiendo de las circunstancias, es cierto, pero que es, cuando menos, accionable.  E, independientemente de su funcionalidad real, tal y como lo recuerda un verso del hermoso poema de Constantino Cavafis sobre la ciudad natal, ninguno de ellos “hallará otra ni tierra ni otro mar. La ciudad irá en [ellos] siempre”.

Esa misma permanencia de la ciudad en el viajante a la que alude Cavafis se manifiesta en la nostalgia de algunas de las escasas personas que se presentaron al escrutinio el domingo pasado, quienes acudieron a las urnas con un sentimiento de pertenencia teñido de nostalgia. Esto explicaría un voto como el de Las Terrenas, mayoritariamente a favor de Éric Zemmour, un hombre cuyas ideas representan el rechazo a la condición en la que están los franceses en República Dominicana, quienes son extranjeros donde viven y están rodeados de los que serían extranjeros en Francia. Si hubo un tema que Zemmour martilló hasta la saciedad fue su deseo de que él y sus correligionarios se separasen de extranjeros y de lo que en Francia se llama “personas racizadas”, justo el entorno de los que votaron por él aquí. Quizás quienes emitieron esa preferencia se refieren a que una cosa es su deseo para ellos como personas y otro el que tienen para el país donde ya no viven.  Después de todo, les gustaría guardar el recuerdo y la esperanza de que Francia siga siendo Francia, allá, a lo lejos, mientras que sus vidas en el extranjero transcurren de otro modo.

El asunto es que recordar el pasado no es lo mismo que trabajar en y por el presente. Se estima que el famoso escritor Marcel Proust empezó a escribir “En búsqueda del tiempo perdido” en  1907 ó 1908.  Esa larguísima novela al final estuvo compuesta de siete tomos, pero él solo llegó a ver publicados los primeros tres.  Es cierto, su autor obtuvo reconocimiento nacional e internacional por los tres primeros, pero se necesitó la perseverancia de sus albaceas y de varias casas editoriales para llevar a buen término los cuatro tomos subsiguientes. Proust falleció relativamente joven por desatender los muy reales problemas de salud que tenía. La última recopilación y reordenamiento de algunas de sus notas en un libro coherente es de hace justo un año, abril de 2021. Esa obra se intitula “Los setenta y cinco folletos y otros textos inéditos”. Reescribir el pasado cuesta esfuerzo.  Escribir el presente aún más. Ahora habrá que evaluar quién entre los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta está más capacitado para hacerlo.