Cuentan que el asunto viene desde la vieja Roma.
Dicho de otro modo, eso de entretener -y no precisamente para generar diversión, sino con el propósito de que alguien desvíe su atención de lo esencial- es una técnica que podríamos considerar bastante vieja.
Según cuentan, la han aprovechado muchísimos mal llamados líderes desde la antigüedad. En aquellos tiempos, grandes celebraciones y hasta el decreto de días festivos servían para “tirar la puerta por la ventana”, con tal de tener entretenidos a quienes menos pensaban y, en especial, a quienes podrían representar algún escollo.
Dicen que en Egipto se repartía grano y cerveza, así como pan y vino, en Grecia y Roma. Como se puede notar, con “jartura y borrachera”, aunque todo anduviera “manga por hombro”, las masas eran entretenidas y se olvidaban de cualquier problema o necesidad real.
De esa etapa se ha heredado el tristemente famoso “pan y circo”, recurso de uso muy común cuando se trata de encubrir problemas y dirigir el favor de las masas hacia determinados propósitos. En suma, mientras menos se dedique alguien a pensar, más fácilmente resulta víctima de manipulación por parte de quien tenga “la sartén por el mango”.
La expresión "pan y circo" tiene sus raíces en la antigua Roma, específicamente en el período del Imperio Romano. La frase en latín original es panem et circenses, acuñada por el poeta romano Juvenal, en sus Sátiras en el siglo II d.C.
Juvenal utilizó esta expresión de manera crítica para describir la táctica política de los emperadores romanos de su tiempo, quienes buscaban mantener el control y apaciguar a la población mediante la distribución de alimentos (pan) y la organización de entretenimientos masivos, como los juegos de circo en el Coliseo de Roma.
La expresión "pan y circo" se ha mantenido a lo largo de los siglos y se utiliza para referirse a la estrategia de distraer o satisfacer a la población con entretenimiento y beneficios materiales superficiales, mientras se descuidan o ignoran cuestiones políticas, sociales o económicas más importantes.
Solo que ya ni siquiera se incluye el “pan”. Ahora con “circo” resulta más que suficiente para evitar que mucha gente “caiga en la cuenta”. Incluso, en el denominado “primer mundo”, ya es muy común encontrarse con situaciones que se consideraban reservadas para esas zonas marginales con las que parecía muy lógico que hasta se consideraran apropiadas para determinados ensayos. Y si no, solo es asunto de echar una brevísima ojeada al precedente de que, en Estados Unidos, por primera vez, un exmandatario que aspira a volver a serlo afronte una acusación federal.
Por eso ahora, la apetecida “viralidad” se fundamenta de manera casi exclusiva en la ridiculez. Por eso, de manera creciente, lo estrafalario es “vendido” como si se tratara de notabilidad. Por eso es “noticia” que dos congresistas protagonicen una discusión con expresiones que desdicen de la investidura de sus posiciones.
Por eso en la península itálica, primero con Tito y después con Berlusconi, con casi veinte siglos entre ambos, entretener ha servido para acciones que van desde hacer olvidar hasta embaucar, en ambos casos, con el objetivo de lograr los propósitos particulares y a costa del perjuicio para los demás.
Por eso, mientras “bailemos la música” que nos pongan le será muy fácil a mucha gente con muy escasos talentos –y mucho menos valores- seguir obteniendo gran provecho con todo aquello que logren disfrazar para perjudicar a la colectividad.
Y no es que no haya remedio. Ahora, será muy difícil conseguirlo y mucho más, todavía, aplicarlo, si no atinamos a detenernos y preguntarnos. Con una sola pregunta, de entrada, sería suficiente para encontrar orientación.
Con comenzar a preguntarnos “para qué”, el camino estará a nuestros pies. Pero no cualquier camino. Estaremos en la senda que conduce a descubrir propósitos en tantas acciones orientadas a distraer, entretener y manipular. Y lo que es más importante aún: lograríamos el foco que ilumina la senda para el real avance.