Cuando en el discurso poético, la brevedad es manifestación de múltiples universos simbólicos y semánticos, entonces, hay que prestar atención a ese decir, el cual amerita de sujetos lectores activos, alertas, vivos, reflexivos y dispuestos a conversar y saber comunicar y comunicarse, con el texto que lee y saber, además, escuchar y sentir su voz poética.
Esta obra es Premio Anual de Poesía "Salomé Ureña de Henríquez 2023″. Corrección a cargo de María del Carmen Vicente y Apolinar Liz Rodríguez. Con diagramación y diseño de cubierta, a cargo de Amado Santana. Edición de la Editora Nacional, a cargo de Margarita Marmolejos V., directora. Impresora Amigo del Hogar, República Dominicana, 2024.
Es un tono lírico, romántico y vinculado a los sentidos de luz y sombra del Ser. El sujeto, en su sentido más amplio del filosofar poético, es la proyección estética que aquí se instaura, como propuesta de amor y dolor del vivir.
"Pájaro que hace cantar al árbol", es la obra que nos sitúa sobre el compromiso de decodificar sus rituales de ternura y angustias, acogidos por el poeta, como parte de su decir metafórico, desde la lengua.
El sujeto-autor, tiene plena conciencia del valor de la palabra y su plenitud de sentidos. Leemos aquí y una constancia rítmica nos atrapa, en esta imposibilidad de abarcar los ecos que se desprenden de la construcción poemática que el sujeto-autor nos brinda aquí, desde un corazón lleno de pájaros que hacen cantar el alma de quien lee y/o escucha. Veamos:
"TU CORAZÓN ACOGE
todo tipo de pájaros,
como una palma hospitalaria.
En él habitan
los multicolores,
los cantores,
los de plumaje iridiscente,
los que graznan.
Traen ramitas de todos lados,
épocas y momentos
para construir sus nidos,
procrear,
y vuelven de sus viajes con pequeños insectos
para las gargantas hambrientas de sus crías.
Un revolotear de aves, tu corazón,
que echan a volar
cuando yo entro en él
con mi escopeta".
(Ver pág. 15, obra citada.)
El sujeto-autor sabe muy bien que el poetizar no simplemente decir o exponer su desahogo,sino el saber decir desde el signo y las simbologias de las palabras, desde su valor estético o metafórico.
Esa es la lección que nos deja, al final, la lectura consciente de esta obra, donde hay un canto que le sirve de pantalla fónica al sujeto-autor, para pretender diversificar sus emociones de simple mortal que desdibuja desde el verso, su sentir, a sus deseos y sus acciones oníricas.
Aquí hay un uso de lo simple y cotidiano, transcrito al borde de una semanticidad poética que trasciende lo común, para mostrarnos su valor rítmico y emotivo.
No hay aquí nada una verborrea de palabras y adjetivaciones, alterando la organización secuencial del verso, en su estructuración estrófica, sino, por el contrario, lo simple dicho con musicalidad y sentimiento, es suficiente, para que el sujeto-autor nos deje aflorar su potencial estético, dicho y situado en el espacio necesario, para mantener la armonía eufónica de su decir, con espontaneidad expresiva.
En este autor de la Generación de escritores del 70, hay una diversidad de saberes que se expanden desde la publicidad, le neurociencia, el ciberespacio, el teatro, la narración y la experiencia de un vivir, desde los extremos del coexistir, incorporado a la construcción de su discursividad estética, para trastocarlo en acción estética y en creatividad vital e innovadora, desde su particular práctica escritural, desde el uso de la lengua.
Hay aquí un canon de la brevedad poética expansiva y fluida. Una poética de lo simple y del existir minimalista del Ser. Una voz de lo normal, expresado con rigor estético y cadencia expresiva.
Es una apuesta cuestionadora a sí mismo al otro, a los otros. Es una proclama lírica al sujeto que odia y que ama. Es un hablar al sujeto que sabe de las mieles del amor y de las retamas del desamor. Esta es una voz común convertida en pausas, ritmo y ritualidades del habla, desde el signo de la escritura. Veamos:
"¿EN DÓNDE ESTOY PARADO,
si tengo un pie en el futuro
y el otro en el pasado?"
(Ver pág. 16, obra citada).
Hay, en estos poemas, el procurar de la utilidad de lo inútil, como apuesta de la vida y del ser. Es una mirada al otro extremo de la vida que creemos carece de valor ante los ojos de los otros, y que el poeta, desde la magia de su mirada mágica, convierte en imágenes y metáforas, desde las que fluye la musicalidad del decir poético. Veamos:
"QUE LAS PEQUEÑAS FLORES PERMANEZCAN":
minúsculas, silvestres,
inesperadas.
Que la sabana reverdezca y florezca
sin otro fin que no sea recordar que la vida
sobrevive a todas las derrotas,
a lo peor de nosotros.
Que un pequeño gajo de sol caliente el suelo.
Que la semilla inesperada eche raíces.
Que un pájaro que creíamos ya perdido
haga cantar al árbol.
Que todo lo que carece de importancia
haga importante este momento".
(Ver pág. 21, obra citada).
Hay en estos cantos una lección de vida, para el lector y para tí que huyes de la lectura. Es el hombre en su desvivir, el que fluye en estos cantos a la miniedad del existir.
Es el ser humano mirándose y hablándonos y recordándonos nuestras flaquezas y nuestras virtudes terrenales, desde la poesía, sin convertir la lengua en un laberinto de expresiones de abracadabras verbales, ininteligibles e inentendibles.
El poeta, sabiéndose ser parte de la multitud que no se percata de su ceguera, se mira y nos mira, y desde su mirar se delata y nos delata, porque:
"HAY
quienes llaman
a su ceguera
luz".
(Ver pág. 34, obra citada).
En fin, aquí está la concepción del hombre, asumida por el sujeto-autor, sin salirse del rebaño, por el contrario, sabiéndose ser humano, desde aquí hace fluir su decir del yo, para expandir sobre la vida, su voz y su canto plural del nosotros.
Más que un "Pájaro que hace cantar al árbol", apoyándome en Platón, me permito decir que aquí hay un demiurgo que hace cantar al hombre.