Lo digo en inglés porque de otra manera hasta a mí me resultaría repulsivo.

Presidente-intelectualesBUGS

Hay un día que explotas, que ya no puedes más, que tu alma se pone peor que las costas de Perú con un petrolero explotado o las playas de Australia con sus ballenas suicidas.

Vas acumulando tristezas, agobios, ideas que emparchas con algún consuelo, tardes que se alegran porque tus gatos hacen cosas curiosas. But the day is come, como diría algún profeta de pacotilla en Los Guandules. El día de los fuegos y los cráteres más grandes que el accidente de Carlos Gardel.

Todo comenzó con el primer párrafo de unas noticias presidenciales del 6 de octubre del año pasado: “Desde el Gobierno, en todo lo que podamos, vamos a apoyar el trabajo de ustedes, los intelectuales”, expresó el presidente Luis Abinader durante un encuentro realizado en el Palacio Nacional con un nutrido grupo de escritores dominicanos.

Como postre del artículo, aparece una foto del Presidente con lo más granado de nuestros intelectuales. It sucks!

El Presidente habla con tono grave sobre la lectura, los libros. Hace una pequeña pausa. Toma aire. Aconseja: “Hay que leer”. Todos aplauden.

Los intelectuales asienten, como lo haría la iguana Sandra en el Parque Enriquillo.

Los intelectuales le dan ochenta veces la vuelta al presidente, como sólo lo haría algún musulmán sudanés que por primera -y última vez- visita La Meca.

(Curioso que no se vea a la Ministra de Cultura Carmen Heredia. Curioso que todo haya sido organizado por un intelectual reconocido más por sus habilidades camaleónicas que por su consistencia escritural. Curioso que nadie se haya dado cuenta de que el mismísimo Presidente no se da cuenta de la desinstitucionalidad que promueve, porque, ¿para qué serviría un Ministerio de Cultura que no se dedique al fomento de la lectura? ¿Tiene que cumplir el Presidente el papel que está asignado a un Ministerio? ¿Tendrá el Presidente el “Síndrome del Conejo Bugs”*?)

[*: “Conejo Bugs, primera base; Conejo Bugs, segunda base; Conejo Bugs, tercera base….]

Pero perdonémoslos: “cosas del trópico”, diría mi siempre recordado Enriquillo Sánchez. “No te agobies tanto, Miguel, son cosas que pasan”, me aconsejaría alguno de mis amigos-escritores-hombres-de-triunfo-ahora-laborando-aquí-o-allá.

Todo esto había pasado como “agua de borrajas” -una de las frases favoritas de Manuel Núñez, que sale en la foto de marras como una especie en extinción que no quiere salir de la Isla de Borneo, aunque en la foto aparezca con su mejor sonrisa Colgate.

Pero resulta y viene a ser que el pasado domingo 30 de enero el periodista Javier Flores publicó un excelente reportaje titulado “Las pensiones especiales, discreción de millares de pesos . Un nombre me llegó como el flechazo a un moribundo: Niní Caffaro, su pensión de 160 mil pesos, apenas 10 días después de haber tomado posesión el Presidente, como si fuera una de las prioridades de su agenda presidencial en la primera semana de su gestión. ¡A lo lejos que ha llegado la canción “Por amor”!

Cuando mi querido y siempre recordado Luis O. Brea Franco se enteró de esa pensión, su vida se le iluminó. Desde hacía tres años la salud, las finanzas y la vida misma se le habían complicado a todos los niveles a nuestro gran filósofo nietzscheano. Un conjunto de desconsideraciones y abusos, iniciados en la gestión de Pedro Vergés en el Ministerio de Cultura y seguidas fielmente por Eduardo Selman, lo habían descalabrado. Su oficina de la UNESCO era una pequeña Numancia. A Luis O. comenzaron a quitarle empleados, computadoras. Entonces Luis O. buscaba empleados pagados por Indotel y computadoras de la misma institución. A Luis O. le quitaron la gasolina, el chofer. Entonces Luis O. hizo la edición de una antología de filósofos que la generosidad de José Pérez en Editora Búho hizo posible, garantizándole un par de miles de pesos. Luis O. tenía que darse terapias y tenía que ir a mendigarle a la caridad de la Universidad Católica de Santo Domingo, donde recibía terapia. Luis O. comenzó a reducir su círculo de amistades, a tener menos pero más consistentes y desengañarse de todos los viejos olores de patios y tertulias y viudas. Luis O. se fue quedando solo entre sus matas de mango, su fiel Mireya, el siempre fiel Yeison y su máquina Alexandra, a quien le preguntaba capitales de África para que uno se riera, mientras recordábamos sus andanzas por el Mezzogiorno italiano y sus años de gloria florentina.

Desde agosto hasta el día de su partida Luis O. vivió con las ilusiones de poderse retirar a un campo cibaeño, vender su casa, disfrutar de Río San Juan, seguirse dedicando a sus pasiones filosóficas y hablando cualquier pendejada con los fieles que los seguíamos: Fausto, Cosette, yo, entre otros.

Una pensión justa sería el punto de partida para culminar con dignidad el famoso camino de Dante, ese de la mitad -o un poco más de la mitad en su caso- y el fin.

Cuando se publicó el Decreto 611-20 el 6 de noviembre del 2020, en el que el Presidente decretaba una pensión de 125 mil pesos, para Luis O. fue el acabose. Cualquier ser normal dominicano aplaudiría semejante suma, pero en el caso de Luis O. las necesidades y las aspiraciones eran otras. Aparte de una cuestión de no encajar las cuentas -él pagaba como 50 mil mensualmente entre medicamentos y terapias-, estaba la cuestión de la consideración. Más de 30 años trabajando en altas posiciones bancarias y ministeriales, un chorro de años al servicio del conocimiento como docente universitario, lo deberían hacer acreedor de una vejez más digna, con menos precariedad. “Oh poderoso caballero que es Don Dinero”.

Luis O. Brea Franco tomó una determinación hacía ya un par de años anunciada. No nos sorprendió su partida, aunque sí la manera de no cumplir sus deseos, de los cuales al menos uno sí que ha sido realizado: el que sus libros pasaran a la biblioteca de Intec.

Con el Dr. Brea Franco vivimos las alturas iluminadas por el que sabía filosofar a martillazos. Fue consecuente, demoledor, implacable, pero demasiado tierno y dador de vida a todos sus acompañantes.

Ahora que el país del abuso y de la ignorancia sigue a todo vapor, vuelto a pensar que It sucks. Pienso en Luis O., en la estrechez del camino cuando te impones alguna dignidad marginal a politicastros y funcionaritos y fogosos jóvenes, como faetones.

No digo que Niní Caffaro no merezca sus 160 mil ni que Alejandrina ni que Vickiana ni que Fefita. Pero, ¿tiene que encargarse el Estado de las Estrellas jubiladas? ¿Dónde está la moral del ahorro, de la previsión? ¿Y dónde está el trabajo intelectual, aquellos que durante su vida útil se dedicaron a la buena cultura, a la investigación, a las ideas?

Pienso en Luis O. Brea Franco y cómo fue devorado por muchos de sus colegas, por un sistema donde hacer comedia es más relevante que el pensamiento. En lo particular me siento más a gusto con todo aquellos que ha podido largarse a New Jersey, al Barrio Gótico, al Distrito 14, a Neuköln, a Constitución, a Chivilcoy (saludos a Daniel Infante por esos lados).

¡Oh país cultural dominicano!: It sucks.