Se conmemora en este año el centenario de la extraordinaria producción poética Veinte poemas de amor y una canción desesperada,  del aeda universal Neftalí Reyes (Pablo Neruda). Es pertinente la ocasión para evocar su actitud solidaria en momentos muy difíciles para los dominicanos, como el lapso del eclipse de libertades del trujillato y la segunda intervención militar norteamericana de 1965. Su adhesión militante y desinteresada estuvo presente de manera considerable,  nunca vaciló  cuando se trataba de embestir la satrapía trujillista como la estigmatizaba.

Desde los tiempos de la Guerra Civil de España a partir de 1936, Neruda alcanzaba fama internacional, como lo expuso bien claro su íntimo compañero y brillante poeta  Rafael Alberti, cuando señalaba:

“A partir de la guerra de España, la imagen poética de Pablo se va agrandando hasta alcanzar ese inmenso ámbito universal, que será coronado, en diversos momentos, con dos premios: el Lenin y el Nobel, […]  (Rafael Alberti. Pablo Neruda. Antología poética.  Editorial Espasa Calpe, S. A. Madrid, 1981. p. 26).

Neruda desde temprano abrió fuego contra la tiranía trujillista. Por eso, este régimen aberrante no desperdiciaba la más mínima oportunidad para tratar de zaherirlo. En 1945 visitó la entonces Ciudad Trujillo el poeta somocista José Coronel Urtrecho, obviamente auspiciado por el “Jefe” para que imputara a Neruda el capirote de “plagiador” del gran Walt Whitman, como refiere una crónica del periódico oficialista  La Nación:

“Al hablar de Whitman, Coronel Urtrecho aludió a Pablo Neruda para mejor situar al genio norteamericano diciendo que “Neruda no hace más que repetir dormido lo que Whitman dijo despierto”.  (La Nación.  Santo Domingo (C. T.),  30 de mayo 1945).

Lo que “olvido” Urtrecho era que Neruda estaba muy despierto y en combate sin tregua contra los tiranos como Trujillo y Somoza.

Pericles Franco, líder de la Juventud Democrática que desarrolló manifestaciones públicas contra el trujillato, sufriendo la represión en las cárceles y el exilio, publicó en Chile su obra La tragedia dominicana (Análisis de la tiranía de Trujillo),  el prologuista fue el ya famoso poeta Neruda, quien le enrostraba a la América infeliz:

[…] en el mapa, mostrando su lámpara apagada en el continente. Las comitivas presidenciales pasan por entre los dominicanos ultrajados, son recibidas y festejadas por el tirano Trujillo, se condecoran mutuamente representantes de regímenes incompatibles, y luego el gran silencio que ya conoce toda la América Central, cae sobre la pequeña república sojuzgada, cubriendo de sombra el calvario aterrador”.

Continuando con su crítica a la indiferencia de los gobiernos de América ante los múltiples atropellos del trujillato, el poeta combatiente los impugnaba, al sentenciar:

“Mientras tanto los muertos, los martirizados, los encarcelados, los desterrados  de la República Dominicana hacen preguntas mortales a toda nuestra América, y estas preguntas deben, alguna vez, ser contestadas” (Pablo Neruda. Prólogo a la obra: La tragedia dominicana (Análisis de la tiranía de Trujillo).  de Pericles Franco. Publicaciones de la Federación de Estudiantes de Chile. Santiago de Chile, 1946. pp. II, VII).

En 1948 siendo senador de la República de Chile, enfrentado al tirano Gabriel González Videla quien ordenó destituirlo y perseguirlo, pronunció un histórico discurso evocando las libertades que Franklin Delano Roosevelt había reclamado para el mundo, como la libertad de palabra, de cultos, de vivir libres de miseria y libres de temor,  advirtiendo:

“Ese fue el mundo prometido por Roosevelt. Es otro el mundo que desean el Presidente Truman y los Trujillo, Morínigo, González Videla y Somoza”. (Pablo Neruda. Para  nacer he nacido.  Seix Barral. Sexta edición. Barcelona, 1996. pp. 312-313).

La orden del tirano González Videla de expulsar del Senado y perseguir a Neruda como era obvio fue ejecutada y celebrada en la entonces Ciudad Trujillo, por la prensa ministerial. La Nación, al festejar el acoso contra el insigne poeta, resaltaba:

“El procedimiento judicial seguido en el caso del senador Neruda está ajustado estrictamente a lo que dispone la Constitución Política de Chile y las leyes pertinentes, y deja de manifestó claramente los buenos fundamentos legales de la querella entablada ante los Tribunales de Justicia por el Excelentísimo señor González Videla en contra del senador comunista basada en graves injurias inferidas por el señor Neruda al Primer Mandatario, y por haber hecho publicaciones en el exterior encaminadas a desprestigiar la política interna e internacional de Chile acusando a su Gobierno con falsas y calumniosas imputaciones”.  (La Nación.  5 de febrero 1948).

La ofensiva de la prensa trujillista contra el poeta, evidencian que sus importantes críticas hacían diana en el seno del feudo de Trujillo.

Los plumíferos al servicio del tirano insistían en aprovechar la más mínima oportunidad para tratar de satanizar al poeta contestario. Los esposos venezolanos Graciela Rincón y José Vicente Pepper, mercenarios al servicio de Trujillo, adversarios del primer Gobierno de Rómulo Betancourt, reconocido líder antitrujillista, imputaban al presidente venezolano: “ordenar a sus camaradas” un manifiesto de desagravio a Neruda, ofendiendo al autoritario Videla que consideraban ilustre mandatario chileno (La Nación.  5 de febrero 1948).

El Canto General  del poeta Neruda, fue publicado en aquellos momentos de clandestinidad por persecución política. En la obra se  refrendan las hazañas por la libertad del inmenso Abrahán Lincoln. El literato chileno Carlos Depassier Hamilton, al comentar El Canto General   subrayaba el carácter aguerrido de Neruda crítico de los déspotas:

“Pero después de recordar a los muchachos heroicos de las Guerras Mundiales, el poeta recuerda también luchas menos nobles, a los miembros del KKK luchando contra los soldados negros que acaban de regresar al hogar; la alianza de los asesinos de Lincoln con dictadores latinoamericanas, como Somoza, Trujillo, Dutra y demás. […]  (Carlos D. Hamilton. Pablo Neruda. Poeta chileno universal. Premio Nobel de Literatura.  Santiago de Chile, 1972. p. 169).

En esa portentosa obra Canto General,  Trujillo recibe merecidos fuetazos, como en el verso dedicado a cuestionar los ultrajes de las compañías bananeras contra los pueblos de Centroamérica, cuando denunciaba la complicidad de:

La dictadura de las moscas,

moscas Trujillo, moscas Tachos,

moscas Carías, moscas Martínez

moscas Ubico, moscas húmedas,

de sangre humilde y mermelada,

moscas borrachas que zumban

sobre las tumbas populares,

moscas de circo, sabias moscas

entendidas en tiranías.  (Pablo Neruda.

Canto General.  Editorial Losada, S. A.

Quinta edición  Buenos Aires, 1971.

  1. 171-174).

El poeta se concentró en conocer todos los aspectos de la satrapía trujillista, obviamente ubicó su sobrenombre de Chapita, por su obsesión por las condecoraciones, en su Canto General  no dejó escapar este importante aspecto que tanto difundió el exilio antitrujillista:

Tome una voz ahuecada

tono de vaca protectiva,

condecórese mutuamente

con el enviado de Trujillo

mantenga discretamente

una “garçonniere” (“Usted sabe,

las conveniencias de esas cosas

para los Tratados de Limites”)

remita en algo disfrazado

el editorial del periódico

doctoral, que desayunado

leyó anteayer: es un “informe”.

(Canto General.  pp. 175-176).

La Mosca Trujillo la emprendió contra el poeta como lo hizo con furia contra sus más ardientes adversarios.  El muy distinguido escritor Andrés L. Mateo, nos explica como la maquinaria intelectual trujillista pretendía denigrar a Neruda:

“Después de 1955 Trujillo asumió la “guerra fría” con verdadero fervor, y el vocabulario anticomunista cundió en la radio y prensa del país. Manuel Rueda dice: “el hombre rojo”, Franklin Mieses Burgos, “oso de la estepa”, Juan Bautista Lamarche, “rojo anticristo”…” (Andrés L. Mateo. Mito y cultura en la Era de Trujillo.  Editora de Colores, S. A. Santo Domingo, 1993. p. 190).

Pese a los dicterios prefabricados, Neruda tenía su legión de seguidores entre los intelectuales dominicanos de la época, que obviamente se cuidaban de no mencionar a ese poeta “maldito” para la tiranía. Lupo Hernández Rueda, apuntó para la historia que el aguerrido poeta y maestro Abelardo Vicioso (fue de los pocos maestros que después del ametrallamiento policial del 4 de abril de 1972 en la UASD, lo obligaron a amanecer preso junto a los dirigentes estudiantiles en la odiosa celda de “Vietnam”, en el Palacio de la Policía) en 1956 introdujo desde México clandestinamente el Canto General, copiado a mano y circuló en secreto entre los más allegados y de confianza. (Lupo Hernández Rueda.  La generación del 48.  Comisión Permanente de la Feria del Libro. Santo Domingo, 1998. T. I p. 50).

Osorio Lizarazo, judas colombiano al servicio de Trujillo, editorialista del entonces oficialista El Caribe,  insistía en tratar de deshonrar al ilustre intelectual antitrujillista, en uno de sus editoriales que pretendía explicar la “neutralidad” de Trujillo ante el memorable derrocamiento de la tiranía de Pérez Jiménez (a quien Trujillo le envió tropas para tratar de defenderlo), no dejaba de criticar a Neruda: […] leemos las novelas de Rómulo Gallegos y los versos de Pablo Neruda, aunque repudiemos su mezquino pensamiento político procomunista”. (El Caribe.  Santo Domingo (C. T.), 7 de febrero de 1958.

José Fernández Caminero, médico cardiólogo y reconocido opositor a Trujillo, nos refirió que mientras realizaba su posgrado de cardiología en México junto al héroe y mártir Manuel Tejada Florentino, este último tenía una tertulia literaria, y una tarde quedó sorprendido al encontrar entre los presentes en la tertulia al poeta Pablo Neruda, aliado a  los dominicanos que combatían al tirano.

En el brillante poemario nerudiano Canción de gesta  no podía estar ausente Trujillo, a quien le dedicó apropiados versos de repudio:

Y así si bien se mira la esmeralda,

la cintura central, la cosa india

de la pequeña América delgada,

hasta el diamante verde las islas,

surge una pobre patria ensangrentada:

es la mitad de una radiante isla:

los dientes de Trujillo se clavaron

por treinta años seguidos en herida

y uno no tiene paz ni tiene luna,

No tiene sombra, sol, sino desdicha, […]

(Pablo Neruda. Canción de gesta.

Las piedras de Chile. De Bolsillo.

Barcelona, 2003. p. 17).

Ante la América escandalizada frente al brutal secuestro y asesinato de Jesús de Galíndez, por órdenes de Trujillo, el poeta vuelve a la carga contra el  “Padre de la patria nueva”:

Galíndez se llamaba el profesor

y aquella noche se marchó al infierno.

Le pegaron un golpe en la cabeza

y lo llevaron sin conocimiento

a través de la noche, de las calles,

de los abandonados aeropuertos

hacia Santo Domingo, donde reina

un pálido rufián de rostro viejo,

un satánico mono sostenido

allí por el State Departamento.

Y hasta el trono trajeron maniatado

al pobre profesor con sus recuerdos,

no se sabe si fue quemado vivo

o desollado con trabajo lento,

o partido en pequeños pedacitos

o cocido en la sangre de otros muertos,

pero frente a la Corte reunida

el profesor fue llevado al tormento:

allí mismo pagaron al piloto

(un norteamericano por supuesto)

y siguió el sátrapa en Santo Domingo.

en Nueva York continúa el invierno.

(Pablo Neruda. Obra citada. pp. 53-54)

El comité de terrorismo intelectual, ejecutivo de la pérfida propaganda del tirano, ante la información que la obra de Galíndez circularía pese a su desaparición, fue instruido para que difundiera se trataba de un libro apócrifo, redactado por tres intelectuales antitrujillistas, Juan José Arévalo, expresidente de Guatemala, Pablo Neruda y Vittorio Codovilla, revolucionario argentino. Esto se recoge en un memorándum enviado a la Cancillería trujillista:

“Oficio No. 10811 de fecha 26 de junio de 1956, dirigido al Secretario de Relaciones Exteriores, recomendándosele instruir a nuestro Embajador en Caracas en el sentido de que refuerce el propósito que tienen las autoridades de Venezuela, de limitar lo más posible la circulación en Venezuela, del libro que se atribuye a Galíndez, ilustrándolas acerca del carácter apócrifo del libro que se atribuye a Galíndez y que no es más que un libelo prestado por los reconocidos comunistas Juan José Arévalo, Pablo Neruda y Vittorio Codovilla para difamar al gobierno dominicano”. (Cándido Gerón. Informe y documentos del caso de Jesús de Galíndez.  Editora del Centenario. Santo Domingo, 2008. p. 376).

El autoritario Marcos Pérez Jiménez, había otorgado su visto bueno para impedir la circulación del libro de Galíndez en Venezuela y difundir que se trataba de un libro inventado redactado por los tres intelectuales latinoamericanos.

Cuando se difundía el escándalo de Ramfis Trujillo derrochando dinero en Hollywood, mientras el Departamento de Estado entregaba armas al “Jefe”, obviando  que frente a este derroche centenares de dominicanos fallecían de hambre por tuberculosis. Neruda lanza en ristre denuncia este irrespeto al pueblo dominicano:

Para esta fortaleza de los crueles

En Washington hay balas y dinero

Y el hijo de Trujillo es un galán,

Para Hollywood, es todo un caballero.

(Pablo Neruda. Obra citada. pp. 54.55)

Tras el ajusticiamiento de Trujillo, cuando el Consejo de Estado en 1962 puso en práctica su malhadado plan de emergencia para deportar a reconocidos revolucionarios. Neruda reclamaba el derecho a regresar a su patria de todos los dominicanos antitrujillistas. (Pablo Neruda. Confieso que he vivido.  Seix Barral. Sexta edición. Barcelona, 1996. p. 454).

Al producirse la ocupación militar norteamericana de 1965, Neruda retomaba su solidaridad con los dominicanos. José del Castillo eminente historiador y sociólogo, mientras cursaba estudios en Santiago de Chile, tuvo la oportunidad de asistir al acto de solidaridad con motivo del primer aniversario de la Guerra de Abril y la intervención, celebrado en esa ciudad en el Teatro Baquedano, donde se presentó como aspecto central el inédito poema Versainograma  a Santo Domingo  de Pablo Neruda.  El poeta no olvidaba a su desaparecido adversario Trujillo, recordando que gracias a un «balazo se enfermó». Resaltando que fue el hombre más malo de este mundo, si no existiese Jonhson por supuesto. Y condenando la orden de desembarco dictado por el entonces presidente de Estados Unidos,

[…] cuando el tejano Jonhson, el funesto,

con la sangre de muchos en las manos,

hizo desembarcar los marineros.

Cuarenta y cinco mil hijos de perra,

bajaron con sus armas y sus cuentos,

con ametralladoras y napalm,

con objetivos claros y concretos:

“Poner en libertad a los ladrones,

y a los demás hay que meterlos presos”.

Y allí están disparando cada día,

contra dominicanos indefensos.

Como en Vietnam el asesino es fuerte,

pero a la larga vencerán los pueblos.

La moraleja de este cuento amargo,

Se las voy a decir en un momento,

(no se lo vaya a contar  a nadie:

soy pacifista por fuera y por dentro!):

Ahí va:

Me gusta en Nueva York el yanqui vivo

y sus lindas muchachas, por supuesto,

pero en Santo Domingo y Vietnam,

prefiero norteamericanos muertos.

En medio del enfado por la nueva agresión que sufrían los dominicanos, el poeta diferenciaba la procedencia de la agresión, imputando objetivamente a Jonhson y su camarilla esta aviesa decisión.

El balance general nos dice que Pablo Neruda se alistó en primera fila entre los intelectuales de América para defender a los dominicanos, de todas las tinieblas en materia de atropellos políticos que azotaron a nuestro país en su época.

Tres calles de la Ciudad de Santo Domingo se honran  con el nombre de este ilustre bardo. No obstante, están ubicadas en lugares poco conocidos para la mayoría de los dominicanos y visitantes extranjeros, en Los Tres Brazos, en los Coquitos y Piantini. Aquí las grandes avenidas y parques, en no pocos casos están reservados sus nombres para genocidas como Ovando y Vasco Núñez de Balboa, y avenidas como la Quinto Centenario en homenaje a los exterminadores de la raza aborigen de la isla.  A personalidades como míster Churchill, que pese a su gran poder político, nunca protestó contra los atropellos de Trujillo. Kennedy que guardó silencio cómplice ante el derrocamiento del Gobierno constitucional de Juan Bosch. A José Ortega y Gasset, que  independiente de su gran capacidad intelectual, parece que sus circunstancias nunca le permitieron solidarizarse con los dominicanos.

Consideramos muy bueno las vías que rinden homenaje al poeta antitrujillista Pablo Neruda, y un liceo que lleva su nombre, pero sus aportes extraordinarios merecen algo más contundente, una  vía pública significativa  o un parque que sea decorado con un mascaron de proa (tallado por un artista dominicano) que tanto agradaban  al poeta.

Mascarones-de-proa-de-la-coleccion-de-Pablo-Neruda

Mascarones de proa de la colección de Pablo Neruda

Se entiende que durante el balaguerato no se le rindiera un gran reconocimiento  a Neruda en digna proporción de su solidaridad con los dominicanos. No obstante, el susodicho régimen corolario del trujillato va lejos, pero lejos y el magno reconocimiento parece que no saldrá de la lista de espera.

Pablo Neruda no requiere homenajes, hace rato que su obra está inmortalizada. Somos los dominicanos que les debemos un gran tributo, que perpetúe ante las nuevas generaciones el paradigma del respaldo militante de este combatiente  y su pluma con los habitantes de esta media isla, ubicada en el mismo trayecto del sol como diría el eximio Pedro Mir.