Daniel Comprés es el personaje principal de la novela, ese es ‘el nombre que Marrero asumió para decir su historia de bodeguero del Central Romana’ / ‘Daniel Comprés, el nombre que Marrero se puso para narrar su juvenil experiencia como bodeguero’. Afirma que Over ‘fue como una llave para Ramón Marrero Aristy. Le abrió puertas definitivas a los cenáculos literarios; pero, sobre todo, pautó el rumbo temerario, peligroso, que siguió a lo largo de las inquietudes y ambiciones de su existencia’. Héctor Pérez Reyes (1995), Ramón Marrero Aristy. En: Mis Dominicanos. /31-60.

Daniel Comprés pierde el empleo de bodeguero del central, lo botaron le dieron ‘un castigo’ por su ‘muy mal carácter’. Obligado a entregar la bodega: ‘salí del campo’, de la finca. Comienza el capítulo final de esta autobiografía novelada. Daniel aprovecha el tiempo libre para pasearse por su pueblo: La Romana. (Nota: Para octubre/10/1930, febrero/23/1931 y noviembre/30/1932 Ramón Marrero Aristy aparece firmando comunicaciones como secretario del Ayuntamiento de La Romana. Ver: Archivo General de la Nación.  Legajos # 4376, 4378, 4385, 4389).

Ambulante por el pueblo ‘una voz de angustia en mi interior no se cansaba de hablar. Murmuraba en mi adentro una especie de lamentación muy amarga. Yo oía: ¡Mi pueblo! ¡Mi pueblo! Salí de ti una mañana con el estómago vacío, me habías rechazado esa vez, pero todavía mi alma estaba sana. Ahora vuelvo cansado (…) he vuelto viejo (…) Me ahoga una gris desconfianza en los hombres’.

En las calles, Comprés recogió impresiones, con ellas ofrece la descripción política de su pueblo: ‘¡Mi pueblo! ‘Por tus calles se camina con temor (…) ningún hombre es capaz de hablar en voz alta, como no sea para elogia al mister, cuando las locomotoras asustan el cielo con su grito, todos tus hijos callan, como si hablase un dios, y si las factorías -monstruos reales de una nueva y cruel religión- destrozaran un pedazo tuyo -uno de tus hijos- el resto enmudece, sin lágrimas, y sin protestas’.

¡Mi pueblo! ‘Me apena ver que ya no pareces un pedazo de mi tierra. En tu propia casa te has tornado extranjero. Tus hijos no tienen aquella arrogancia y aquella hidalguía que tuvieron sus abuelos. Se crían enclenques, pusilánimes, encogidos, haciendo de sirvientes del ingenio, y en sus labios jamás florece una sonrisa que no sea de servilismo. ¡Qué anciano eres siendo tan joven!’.

Luego fue ‘a la oficina del manager’ / ‘la oficina principal del central’, ahí estaban ‘Mr. Robinson, el gran rubio, el americano de ojos azules, obeso individuo, grotesco personaje’, fue recibido por el asistente Mr. Lilo,  personaje de  perversidad insoportable, le dice ‘creo que sobra algo’, efectivamente la liquidación del último inventario arrojó un Over de $4.01: ‘cobrado mi último dinero abandoné las avenidas del central’ / ‘seis pesos y centavos’, efectivo que en poco tiempo gastó.

La situación de Comprés empeoró, él y su mujer pasan ‘dos meses’ ‘arrimados’ en casa de su cuñada, la recepción a los recién llegados presagiaba el final, la suegra ‘tenía el ceño adusto’, la cunada ‘me ofrecía una sonrisa sin expresión’, vivían ‘encerrados en el cuarto que nos destinaron’, el marido era ‘quien lo daba todo’, se agotaron ‘lo chelito’: ‘los seis pesos que me pagó el central, había tocado su fin’.

Ya era necesario buscar dinero-trabajo: ¿Dónde había, hallar dinero-trabajo? Busca trabajo en las tiendas de comercio al detalle del pueblo, lo que encuentro fue un estado generalizado de depresión económica, el ingenio estrangula el comercio local ya que los peones son obligados a comprar en sus bodegas, en esa situación ni siquiera los mismos comerciantes ‘hallan que hacer’, ‘la región vive del central’: ‘el central es todopoderoso’ monopoliza el comercio al detalle, vende arroz, aceite, azúcar, sal, bacalao, arenque, harina de maíz, fuerte azul, hielo, carbón. ¡Malditas tiendas!

Comprés creía que era víctima de la ‘incomprensión general’, que era percibido como ‘un chiflado’: ‘mis razonamientos, harto oscuros para todos, se estrellaban en el muro de la incomprensión general’: ‘Nadie confiaba en mí’. Desesperado visita en la finca a Eduardo  y a Valerio, va en busca de ayuda económica, consiguió ‘ocho o diez pesos’ que sumados a los suyos pronto ‘llegaron a su fin’.

Entonces ‘volvió la desperación a mi vida’: ‘Ya en la casa se me negaba el saludo. Para todos yo era un holgazán. Un chiflado’: ‘En la casa el ambiente era punzante. Mi cuñada quería romper las puertas, de tanto que las estrellaba, cuando me veía. El marido evitaba hallarme. Mi suegra, como siempre, se mostraba indiferente y soltaba suspiros’, todos se reían de él: ‘inclusive mi mujer, se destornillaba de risa en la galería’. Se pregunta ¿Será mi mujer un verdugo?

Tuvo que ‘oír sermones’, su cuñada y la suegra decían: ¡Tanto que trabaja mi marido! ¡Tan estrecha la casa! ‘mi mujer, / mi compañera’, ‘era hermosa y fresca como una flor’, con ‘el aspecto sombrío, a todas horas parecía decirme’: ‘busca trabajo, busca dinero / ‘Hace falta dinero. Busca qué hacer’ / ‘Busca jabón para la ropa’ / ‘Buscaba dinero para la lavandera’. Él no soportaba más: ‘mis nervios se rompían, mi cabeza giraba, mi pecho quería reventar’ / ‘mis nervios trepidan’ / ‘mis nervios no resistieron más’ / ¡No puedo ya con mis nervios!: ‘no volví a vivir en paz’.

Comprendió que allí estaba de más, nuevamente lo botaban de la casa, la primera vez lo echaron de la casa paterna, cuando se marcha ‘todos hicieron silencio, ninguno quiso mirarme’: ¡y me fui sin decir palabra! después, callado, indignado y ‘sin rumbo’ vaga, ‘la lluvia retozaba en los faroles’. Daniel medita: ‘me volví a la consciencia y una voz de amargura en mí interior no cesaba de hablar. Murmuraba en mi adentro una especie de lamentación muy amarga’, reaparece ‘una voz lejana que apaga mi indignación y aumentaba mi amargura’, pero esa voz ‘me explicaba todo (…) las palabras venían suaves, explícitas: entiende hombre arranca de tu mente la injusticia’.

Su voz interior lo convence de que ellos (mujer, cuñada y suegra) tienen razón: ‘Tú eras un ser en la miseria, viruta pequeña en el torbellino de la explotación’: ¡El Over se tragó tu vida! En ese estado encontró ‘una casa deshabitada, allí tendí mi americana en el piso y me tumbé como un animal herido. La llovizna seguía cayendo. La quietud se enseñoreaba de la noche. Mi ser era una cosa gastada. Me quedé dormido’.