Dicen que “envejecer es obligatorio y madurar es opcional”.
Lo escuché desde hace mucho tiempo y hasta lo he repetido. Desconozco –como dicen que se debe llamar eso de no recordar a tiempo- la autoría de la expresión, pero eso no me impide encontrar en ella muy alto valor y gran enseñanza.
Y todavía más: esa expresión no solo es válida para individuos; también lo es para los grupos humanos. El tiempo va pasando y dejando rastros, mientras las personas tenemos la opción de dejar que pase –como hace la inmensa mayoría- o aprovechar para acciones tan valiosas como aprender. Y aprender es casi sinónimo de madurar.
El noviembre que casi acaba, quizás como continuación del anterior, está dejándonos lecciones que muy bien sirven para aprender y madurar.
Aunque dicen que estamos cada vez más olvidadizos, todavía debe estar fresco en la memoria lo ocurrido el cuatro de noviembre de 2022 en la capital dominicana. Aquel viernes cayeron “burriquitos aparejados” en la Ciudad Primada. Un aguacero que duró varias horas, acompañado de tormentas eléctricas, generó graves consecuencias.
El torrencial provocó inundaciones que impidieron a muchas personas llegar a sus destinos. Los que pudieron hacerlo lo consiguieron bien entrada la noche. Otros, sencillamente, nunca llegaron. Vehículos “ahogados”, pérdidas mil millonarias y vidas cegadas quedaron como balance de aquel aguacero descomunal.
Ahora, como en aquel otro noviembre, se había advertido sobre la posibilidad de que ocurriera otro fenómeno similar. Pero, como en la anterior ocasión, la inmensa mayoría estuvo distraída. Su mente estuvo en otra cosa. Esta vez, además de la capital, el fenómeno afectó gran parte del país.
Desde el mismo sábado, con más de una veintena de vidas humanas perdidas, los “dimes y diretes” distraen lo suficiente como para que perdamos la oportunidad de aprender. Para mucha gente, es más importante que nos pongamos a batir chismes y a buscar culpables que terminan escabulléndose y dejando en el mismo sitio –por no decir en uno peor- el nivel de entendimiento y aprendizaje que nos ayudaría a quedar “mejor parados” en futuras ocasiones.
Tanto en el año pasado como ahora sobran acciones que muy bien pueden enseñar y ayudar a que maduremos como individuos y como sociedad. Y también están las que dañan, las actuaciones cuestionables. Abundan los casos de personas que arriesgaron su vida para apoyar a otras y hasta para salvar animales. Pero la inmensa mayoría se concentra en memes y hasta en noticias falsas que difunde gente, a veces inocente y otras veces perversa, como si se tratara de algo que aporta a la sociedad.
En ese ámbito ha de llamar la atención el “tupé” de alguien que se dio a la tarea de tomar un video viejo del vocero del COE para difundirlo y confundir a la inmensa mayoría incauta. Si el poco o mucho talento que sirve para eso se usara para orientar y aportar a la sociedad, ¿lograría sentir satisfacción quien se prestó para lo contrario?
¿Hará falta que, por desinformación, se pierda la vida de alguien cercano para que una persona así aprenda? ¿O es que lo que pueda tener de cerebro no alcanza para entender el daño que provoca? ¿Es tan difícil entender que eso contribuye con que cada vez la gente haga menos caso a los mensajes realmente orientadores? ¿Será por esa razón que el fenómeno de este otro noviembre parece habernos tomado desprevenidos?
Otra manifestación que debiera provocar vergüenza colectiva es la cantidad de plásticos que, en muchos casos, se vio flotando en los lugares por donde el agua se abrió paso durante el temporal. ¿Se sentirá corresponsable quien simplemente tira una bolsita cuando cree que ya no la necesita? ¿Habrá hecho otro tanto quien luego de disfrutar un “compartir” en un lugar abierto, simplemente, deja ahí su basura?
La naturaleza todavía resiste. Observarla ha servido para lograr todo el adelanto en que hoy se apoya la humanidad. La naturaleza sigue ofreciendo lecciones. Pero solo puede aprender quien decida sacarle provecho al dicho cierto de que “envejecer es obligatorio y madurar es opcional”.