En las fábulas de la literatura popular para viajar por el pasado, se necesitaba una “máquina del tiempo”. El peligro estaba en que se descompusiera en un momento dado y uno se quedara en alguna época determinada y no pudiera regresar al presente.
Pero para quedarse en el pasado no se necesita una máquina del tiempo, basta con aferrarse fanáticamente, aunque sea de buena fe, a ideas desfasadas, paralizadas en el tiempo. La evolución es siempre actualizarse, estar en el presente.
Las ideologías inciden determinantemente en las actitudes y comportamientos individuales y colectivos. En ellas las religiones dogmatizan, son determinantes para la definición de la verdad, al margen de la racionalidad o de la ciencia. Se tornan excluyentes y arbitrarias. ¡El cristianismo es el único medio de salvación! ¡Solo Cristo es el camino de la verdad! Son máximas de fanatismo y de sectarismo entre los creyentes. Asoma la irracionalidad y redefine los valores, en una distorsión de la realidad, convertida en “verdad”.
Las emociones son hermosas, pero siempre están desprovistas de criticidad. Se convierten en pasión, en una visión parcial de la realidad, que los sociólogos terminan identificando como alienación. Un fanático reacciona con pasión, al margen de la realidad y de toda racionalidad, prevaleciendo sus creencias ideológicas, tornándose más irracional cuando se trata de religión y de política. Al evaluar para tomar decisiones siempre son pasionales y excluyentes.
Cuando la biblia, un libro profundo lleno de parábolas, se lee literalmente, el creyente se torna responsable de una “misión mesiánica”, construyendo su realidad, que es siempre desfasada. En el 2022, época de tolerancia, de inclusión y de dialogo, predomina hoy “la diversidad” como expresión de convivencia y de paz, a tal punto que se introducen como “derechos” en las constituciones de los países “democráticos”.
Entonces, como la sociedad no puede ser indiferente y los ciudadanos no pueden guardar silencio en estos momentos, cuando llamadas “autoridades”, responsables de la convivencia y del respecto, tomando como pretexto a las instituciones irresponsablemente del Estado, en base a sus creencias religiosas personales desfasadas, quedados en el pasado y atrapados en el fanatismo, toman medidas arbitrarias y ridículas, escondiendo, además, prejuicios y racismo, deciden “prohibir” olímpicamente las manifestaciones de Gagá en la ciudad de San Pedro de Macorís, en violación a todos los derechos, a la tolerancia y al respecto humano. ¡Se quedaron atrapados en la máquina del tiempo, en el irrespeto y en los prejuicios del fanatismo!
No es la primera vez que esta arbitrariedad ocurre. Fuimos testigos hace algunos años, de cómo las autoridades civiles y religiosas, sacerdotes católicos, acudieron a las fuerza policial para prohibir la entrada de los Gagás a la ciudad de Elías Piña, a pesar de ser una de las modalidades más ricas artística y culturales del país, Haiti o Cuba donde existe también el Gagá. En ocasiones anteriores, nos afirmaron que miembros del Gagá fueron agredidos, maltratados y que fueron apresados por la fuerza pública policial-militar, ante las solicitudes de las llamadas “autoridades”.
En la región Este, estos abusos han sido permanentes. En una ocasión para justificar agresiones, inventaron la infamia de que un Gagá había quemado una bandera dominicana, que luego se comprobó que había sido una vil calumnia, una mentira malvada y maquiavélica. En realidad es todo lo contrario, hay respecto y reverencia para la misma y sobretodo, es su pasaporte para ser respectados, para no ser agredidos, en una expresión de identidad y de dominicanidad.
Las raíces y las esencias como expresión cultural del Gagá son africanas, recreadas en Haiti, en Dominicana y en Cuba, donde investigadores como June Rosenberg, Martha Ellen Davis, Marcio Veloz Maggiolo, Carlos Andújar Persinal, Fradique Lizardo, Dagoberto Tejeda, José Francisco Alegría, Soraya Aracena, Geo Ripley, Julio Encarnación, José Duluc, entre otros, han afirmado que existe un Gagá Dominicano, incluso, decimos nosotros, con tres modalidades riquísimas y diversas, dos de las cuales, solo existen en Dominicana,
La culminación de las festividades del Gagá, se inician el Jueves Santo por la noche, se sublimizan el viernes, sábado y culminan el Domingo de resurrección. Los cristianos prejuiciados, incluyendo a sacerdotes y pastores, satanizan su presencia, proclamando que el diablo anda suelto, aprovechando la pasión y muerte de Jesús. ¡El Gagá debe de ser eliminado, porque es satanás!
Hay una parte que es verdad, donde muchos creyentes lo creen y actúan en consecuencia, pero para mí, su mayor cuota es la vigencia de una ideología prejuiciada y racista, anti negra y anti haitiana. Si los miembros de una Gagá fueran alemanes o franceses, jamás sería prohibido. En realidad, existe una complicidad represiva de autoridades, incluso de jerarquías religiosas cuando callan, ante el abuso y el irrespeto de una prohibición abusiva y represiva como esta. Si fuera a un grupo católico esta prohicion, el silencio no existiera y proliferaran las protestas.
El origen del Gagá no es haitiano, es africano, el mismo es recreado en Haití y Cuba, con modalidades particulares. No tiene nada que ver su celebración con el cristianismo y menos con la Semana Santa como tal. Su celebración coincide con la misma. Su sustento es la llegada de la primavera, interpretada con su visión religiosa y secular de los esclavizados africanos.
Aunque la visión religiosa cristiana de la cultura de imposición colonialista que legitima una dimensión unilateral de la cultura, donde la verdadera, la auténtica, la superior es la de ellos. La ausencia de la tolerancia y de la diversidad empobrecen las posibilidades de convivencia. Alienan, porque los dominados pierden la dimensión de la realidad, dejan de ser ellos, para ser otros. En la última encuesta de las Naciones Unidas sobre autopercepción racial determinó que solo el 8% de los dominicanos se considera negro. Todavía los hay que frente al espejo, sin importar “nariz, bemba y alambritos” se creen “hijos de España”.
El Gagá es parte de la cultura dominicana, expresión de la diversidad, parte de nuestra identidad, que le sigue rindiendo respecto a la naturaleza y a lo sobrenatural, hoy se ha convertido en recreación del “carnaval Cimarrón”, su prohicion es una vergüenza y un irrespeto. Creo que el Gagá dominicano hoy en día es parte de nuestro folklore y nuestra identidad.