De repente la canasta básica es incosteable por culpa de las políticas del gobierno. Le toca ahora a la oposición explicar que con ellos se comía más barato y que van a “garantizar” una de productos de superior calidad a precios inferiores y en tal abundancia que la especulación tomará vacaciones hasta el próximo siglo.
En las encuestas de ingresos y gastos ahora se descubren errores metodológicos garrafales, se subestimó la ponderación de los alimentos en todos los quintiles y la inflación no es ni por asomo la que publica la entidad que tiene como norte mantener los precios en estabilidad y, al mismo tiempo, medirlos. Esa doble función, ciertamente, no es una recomendación de las mejores prácticas, pero el Banco Central la viene cumpliendo por más de medio siglo sin que nadie invierta dos pesos para una medición alternativa.
Decenas de centros de investigación privados, asociaciones empresariales, universidades nacionales o extranjeras, organismos internacionales y partidos políticos mayoritarios nunca han pasado el sombrero para ofrecer una estimación alternativa sistemática a la de una entidad que pone a disposición de todo el público las metodologías con las que trabaja. ¿No lo han hecho por miedo a las reacciones a una probable furia del Gobernador?
Si eso piensa, no lo comente porque estará revelando más su cobardía que la de un funcionario no se ha opuesto a que entidades como ProConsumidor o el Ministerio de Industria y Comercio se pongan a informar sin ton ni son sobre los precios que encuentran y publican en portales web o en una aplicación de celular. Tampoco a que grandes cadenas de supermercados diariamente presenten los precios de todos los alimentos, bebidas no alcohólicas, ron, cerveza, whisky, vino, productos de la higiene personal, limpieza del hogar, prendas de vestir y electrodomésticos.
El Banco Central no prohíbe a los colegios y universidades poner accesible al público en general el costo por crédito, a las funerarias informar sobre el costo de un entierro o a las compañías de seguro de las primas de las pólizas están en la canasta básica. Caribe Tours, Metro y otras empresas del transporte interurbano publican sus tarifas para que se puedan planificar los viajes. En cinco o seis salidas de cada línea del metro puede conocer los precios de los pasajes en carros de concho, guaguas y motoconchos. Sin salir de su hogar puede consultar Uber, Didi, InDrive para tener el precio de una carrera o llamar a Apolo para recordar cuando el ruido rompe tímpano de los radios era un sonido común.
Antes de enviarle a usted su factura por servicios telefónicos, internet, luz, agua y basura las telefónicas, las EDEs y los ayuntamientos no llaman primero al Banco Central para consensuar lo que le van a cobrar. Y la inversión de tiempo es mínima para conocer como andan los precios ahora mismo, especialmente si vive en un condominio y al conserje no le cae mal una propina para hacerle un listado en lo que usted vuelve a intentar hacer abdominales en la casa.
Finalmente, los combustibles están en todas las bombas visibles en pantallas gigantes para que no se lo pierdan los conductores. A propósito, éste es un gasto inútil porque son precios socialistas de cobertura nacional. Por fortuna, los precios a lo Nicolás Maduro son los menos en una canasta básica que contiene 365 bienes y servicios. Las estaciones de combustibles sí son “casas del terror” como cortesía de la manipulación y control gubernamental del precio final y los márgenes de intermediación en una actividad dominada por oligopolios.
En conclusión, dejen de hacer caso a políticos del gobierno o de la oposición que ofrecen garantías de que cosas baratas vendrán “por obra y gracia de su divina intervención y misericordia”. Lo único que garantizan los controles de precios es que no habrá nada de todo lo que ahora ve, como demuestran cuatro milenios de historia.